Ana Noguera: Un año de guerra

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Cuando Putin invadió Ucrania no imaginaba que el conflicto se alargaría tanto. Un año ya, y no se ve el final.

Las posiciones en vez de debilitarse se aferran cada vez más. Ucrania no está dispuesta a ceder territorio, y Zelenski se ha convertido en el gran líder que lucha por la libertad. Su imagen seria, preocupada, combativa, sin bajar nunca la guardia ni la presión ante Occidente para recibir permanente ayuda militar, vestido con camiseta y pantalones de batalla, mezclado entre su gente, al frente de su pueblo. Zelenski, sin duda, se ha convertido en el personaje esencial de esta guerra.

Resulta comprensible que el pueblo ucraniano se rebele, resista y pelee. Cualquiera lo haría si sufriéramos una invasión en nuestro país. Pero el coste de víctimas es brutal. Cada día muere gente, o se les trunca su vida. ¿Se imaginan ustedes lo que supondría de repente que todos nuestros proyectos, nuestra estabilidad, nuestra paz, nuestras cosas, nuestra casa, nuestra vida, … saltara por los aires? De repente, un día hay un sonido de alerta y empieza la guerra, y las casas se destruyen, se pierde todo, se deja atrás toda una vida. Las mujeres huyen con sus hijos y los hombres se quedan para combatir.

Enfrente, encontramos a Putin, siempre en su palacio, rodeado de grandeza, detrás de su gran mesa del despacho, tomando órdenes que llevan a otros a la muerte, con su traje impecable. Él se ha convertido en el villano de este conflicto.

Sin embargo, el problema es cómo terminará esto. Europa no puede ni quiere ni debe ceder ante la presión de Rusia y dejar caer a Ucrania, porque, no solo significaría admitir una derrota, sino permitir el imperialismo de Putin. No es un enfrentamiento contra Rusia, sino contra Putin. Y eso es lo que la ciudadanía rusa debería entender. Otra cosa distinta es que la información que se difunde a los rusos esté tan manipulada y tergiversada que su imagen del conflicto esté completamente distorsionada. En estos momentos, la fortaleza de Putin es alimentar el nacionalismo ruso.

Cuando todos esperábamos con interés el discurso de Putin, en vez de buscar una salida al conflicto o encender una luz de esperanza, ha contribuido a incendiar más las relaciones internacionales. La acusación directa a los países occidentales del inicio del conflicto en Ucrania, diciendo que Europa empezó la guerra y que además lo que se pretende es destruir Rusia para siempre, son argumentos torticeros que buscan seguir manteniendo vivo el enfrentamiento y que la ciudadanía rusa se sienta amenazada.

Ante ese discurso, se posiciona enfrente Biden, señalando que Ucrania nunca será una victoria para Rusia. Su visita inesperada a Ucrania se realiza la semana que se cumple un año del conflicto. Supone el apoyo incondicional a Ucrania, pero también la reunificación del bloque de occidente frente a Rusia.

Resulta preocupante la creciente tensión que se produce entre Rusia y EEUU. El mundo en dos bloques de nuevo, con las amenazas de la guerra nuclear sobrevolando.

Hay quien sugiere que Putin está débil porque no ha conseguido en un año lo que pretendía con Ucrania. No obstante, no se le ve dispuesto a bajar la ofensiva.

La tozuda realidad es que Ucrania está siendo destrozada y su ciudadanía la que huye, es refugiada o se ve agredida todos los días.

Cuando un conflicto se eterniza tanto corremos el riesgo de habituarnos, de perder la perspectiva, de acostumbrarnos a convivir con ese conflicto. Se siente ya el cansancio: de quienes huyeron y quieren volver a su país, de los que combaten en la guerra perdiendo sus vidas y sus familias, de quienes apoyan desde fuera el conflicto. Incluso el periplo internacional de Zelenski llegará un momento que no sea recibido como un héroe, con grandes aplausos, sino ya con cierto cansancio. El cansancio es, sin duda, el elemento que puede contribuir a habituarnos a convivir con una guerra, mientras los muertos se acumulan. Una muerte inútil y sin sentido.

Hace falta llegar a acuerdos de paz, dialogar, negociar, sentarse, … así lo reclaman muchas organizaciones pacifistas. Pero, ¿cómo se hace cuando el principal causante del conflicto sigue con las armas en alto? La paz no puede suponer una rendición ni tampoco dejar a Ucrania desabastecida. Hablar de paz supone que otros agentes políticos fuercen la situación y obliguen a Putin a cesar en su enfrentamiento.

Esto no es un conflicto entre Rusia y Ucrania, ni entre Occidente y Rusia. Este es un conflicto unipersonal de Putin contra el resto del mundo.

 

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