Oficialmente no se conoce lo contrario, por lo tanto este título hace referencia a Fernando Simón Bolívar Tinoco, su sobrino, quien va a preservar los recuerdos de su vida y va a plasmar parte de ellos en unas memorias publicadas en la ciudad de París en 1873 bajo el pseudónimo “Rivolba”.
En 1811 un inesperado naufragio le quitará a su padre: Juan Vicente Bolívar y Palacios, dejándolo huérfano, Fernando recuerda detalles de su niñez como atribuirle a su criadora “morena robusta y tinta de color” su fortaleza gracias a la alimentación que ella le proporcionó.
Llegó el año de 1822 y con él la orden de su tío el Libertador y con doce años lo envía a Estados Unidos para completar sus estudios, parten desde La Guaira en el Bergantín “Meta” esta primera aventura en el mar la mayoría del tiempo lo pasa acostado producto del mareo que le produce el “mal del mar”. Por órdenes de Simón Bolívar, Fernando va acompañado por el general Soublette que por razones que no menciona tuvo que regresar dejándolo durante varios meses en la isla Saint Thomas. El joven no pierde tiempo en la isla y se entretiene siempre acompañado de su sirviente un indio de las misiones del Orinoco que hasta le enseñó a cazar con arco y flecha.
Una fragata americana lo lleva de Saint Thomas a New York y en diecisiete días llega a su segunda parada (Staten Island) aquí, conoce al gobernador y es su tía María Antonia quien se encargará de llevarlo a su destino final (Filadelfia) recibiéndolo el señor Alderson que junto a su familia lo acogen como a un hijo, estudiará a seis millas de la tranquila y amena ciudad, en el colegio Germantown.
Fernando no era ajeno a lo que correspondía ser un Bolívar, en este periodo se relaciona con personajes relevantes, llegando a ser huésped de la Casa Blanca siendo presidente de los Estados Unidos John Quincy Adams, conoce al ministro Henry Clay de igual manera se relaciona con los descendientes de los fundadores del estado de Pensilvania. En 1825 llega la oportunidad de ser presentado al general La Fayette encontrándose de paso por la ciudad, el ex veterano patriota de la Revolución Francesa y el sobrino del Libertador tendrán una afectuosa entrevista y será toda una noticia nacional.
El ex presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson había fundado la Universidad de Virginia, se asegura de contar con la mejor educación y desde Europa trae a brillantes maestros, Fernando en 1827 se entusiasma por ingresar a tal prestigiosa institución y escribe una carta, que desprendiéndose de su propio testimonio Thomas Jefferson llega a leer.
No será mucho el tiempo que el joven curse sus estudios en la Universidad de Virginia la cual abandona por irse a la quiebra la casa que le administraba el dinero para sus gastos, situación que le sorprende a su tío ya que había destinado anualmente una cantidad de dinero para cubrir con los gastos de su sobrino, en 1828 nombrará otros administradores pero aun así Fernando vuelve a su país.
Su tío lo manda a buscar para que lo acompañe y es así como con cuatro maletas, dos pistolas y un machete de su peaje emprende su viaje de 24 días, la mayoría lluviosos desde Caracas a Bogotá.
Describe las expectativas que debía llenar el coronel Santana manejando varios idiomas para cumplir como secretario privado del Libertador, hace referencia sobre los dos hermosos caninos que acompañan a su tío, parecidos a la raza de San Bernardo uno barcino y el otro color pajizo -Fernando no puede asegurarlo pero manifiesta que- fueron capturados como botín de guerra en la tienda de campaña del general Canterac en Junín o Ayacucho, mientras estuvieron con Bolívar cumplían la función de proteger el equipaje a la hora de viajar, estuvieron en largas travesías como desde el Alto Perú hasta Caracas luego de regreso a Bogotá después a Guayaquil para luego regresarse una última vez a Bogotá y acompañar al Libertador en su triste y enfermo retiro rumbo a Cartagena. Será Trabuco, el perro barcino y el más valiente de los dos quien realice rondas de guardia alrededor del Palacio de Gobierno en Bogotá después del atentado de 1828.
Dedica unas bien merecidas líneas a quien siempre estuvo fielmente con su tío en todas las campañas: José Palacios, el mayordomo, con aspecto robusto y con una fuerza inmedible, ojos azules, cabellos rubios y crespos, piel tostada pero no tanto como el Libertador, evidentemente marcada por todas las duras travesías. Un hombre honrado, que se había negado a un cargo militar a pesar de haber peleado, nunca supo leer ni escribir tampoco mostró interés por aprender, vestía de traje de paisano pero hecho con las mejores telas del país, montaba las mejores bestias, sus espuelas eran de oro y las riendas de plata obsequios por su lealtad entregados por Bolívar y ya después de la muerte de su amo se entregó al alcohol en Cartagena.
Una semana de fiestas recibe al joven Fernando en Bogotá, hasta la noche del 25 de septiembre cuando el Palacio de Gobierno fue atacado por una banda de conspiradores para asesinar a su tío, encontrándose casi todos enfermos en el palacio, incluyéndolo a él, pero esto no impidió que escuchara a mitad de la noche el arrastre de sables de personas corriendo, indefenso con dos pistolas vacías, sabía que algo pasaba y ya su criado había visto hombres en el techo de una casa vecina, a su puerta toca Manuelita Sáenz, al abrirla “Cayó una espada desnuda que habían recostado contra la hoja y estaba del lado fuera. Al levantarla, reconocí ser la de Ibarra y me alegre encontrarme armado”.
Manuela lo puso al tanto de lo que sucedía, observó desde los balcones como se acercan estos hombres armados reconociendo al capitán Pereira como su líder. Unos tratan de esconderse y otros de escapar, el joven narra que con la ayuda de una sirvienta de Manuelita llamada Juanátaz (Jonatás) arrastran el cuerpo sin vida de Fergusson uno de los edecanes del Libertador quien se encontraba llegando de la casa de un medico por un dolor de garganta, fue asesinado y rematado en la puerta por las manos de Carujo.
La sirvienta de Manuelita; Juanátaz (Jonatás) quien “siempre iba de cabello corto y vestida de hombre pero aun así consigue el amor de un oficial irlandés” acostumbraba a esperar a ama fuera de la habitación del Libertador, eso le permitió observar cuando llegaron los hombres armados, trató de ocultarse detrás de unas cortinas sin éxito, sus gritos alarmaron, Manuela fue interrogada por los agresores dándole una ubicación errada del Libertador y así ganar tiempo mientras Bolívar saltaba y huía por la ventana de su habitación.
Después de la conspiración del 25 de septiembre, Fernando asumirá un cargo dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores, dejará una muestra de su labor al transcribir en un libro nuevo la correspondencia de Roma, considerada la más importante para su momento y que estaba en condiciones fatales.
Presenciará como su tío sale por última vez de campaña con intenciones de mantener a flote su proyecto pero con una desgastada salud que solo añoraba recuperar en Europa, una vez terminada la guerra lo verá volver y renunciar a lo que tanto tiempo y dinero le costó. En el retiro de su tío a Cartagena el joven Bolívar se ocupará de redactar “Numerosa correspondencia amistosa que de todas partes le llegaba y tenía bastante que hacer” será parte del séquito que acompañará al Libertador en una triste despedida desde Bogotá con destino a Europa, pero será la muerte quien lo alcance primero estando en Santa Marta. Fernando, uno de los pocos que acompañó a Bolívar en su lecho de muerte, con veinte años y agradecido profundamente con su tío demuestra su lealtad hasta el final, una vez más la muerte lo deja por segunda vez huérfano de padre.
Fuente: Rivolba, Recuerdos y Reminiscencias del primer tercio de la vida de Rivolba. Fundación para la Cultura Urbana.