Vista la programación, que desarrolló el oficialismo, con motivo de la celebración de un nuevo aniversario de la aciaga fecha del 27 de febrero de 1989, que implicó celebraciones y discursos de la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Eloina Rodríguez y demás figuras chavomaduristas; considerando, en ese sentido, que la misma significaba una ruptura con un orden establecido o que se quería imponer; lo que se conocía como el paquete neoliberal, que era una insolencia para ese instante, a lo que el pueblo se rebeló; el hecho es para ponerse uno a llorar. Primero, porque esta gente todavía no ha comprendido que lo que ellos llaman rebeldía, no fue sino un acto de saqueo colectivo, incitado por la circunstancia de que en Guarenas ese día se desata una protesta, porque se establece un aumento del pasaje extra urbano en una forma desmedida, que coincide con una huelga de policías, y lo que le permite a un par de vándalos saquear algunos abastos, y los que son seguidos por otros vándalos; cuyas acciones se extienden, posteriormente, hacia Caracas y, luego, hacia toda Venezuela; pero más por instintos, que por razones; puesto que el saqueo es algo que está en nuestro inconsciente colectivo. Si se revisa la historia hasta antes de la caída de Marcos Pérez Jiménez, se observará que cada gobierno que caía, enseguida a sus personeros les saqueaban sus propiedades. Incluso, yo conocí a una señora; que se enorgullecía, porque el juego de muebles de su casa, se lo había traído ella, su marido y sus hijos de una tienda, que había sido saqueada ese 27F en Caracas. Por cierto, que entre las opiniones, que se manejaron los días siguientes a este evento a nivel internacional, y que recogían los medios de comunicación social, estaba el de una dama venezolana, de la alta sociedad caraqueña, que vivía en Inglaterra, y quien había opinado que los pobres de su país la habían rayado. Era para avergonzarse; porque fue la consumación de unos pobres contra otros pobres, finalmente; si se toma en cuenta que la mayor parte de los negocios saqueados era de una clase media próspera, sobre todo, portugueses.
En efecto, se venía de aplicar un paquete de medidas económicas, sugeridas por el Fondo Monetario Internacional, a cambio de un préstamo, que le había otorgado al nuevo gobierno de Carlos Andrés Pérez, a los fines de reforzar las reservas internacionales, que habían quedado en cero, producto de una muy mala gestión del gobierno de Jaime Lusinchi, caracterizado por un centralismo rentista y una política de controles, que se comía, precisamente, las reservas internacionales; de modo que lo primero que se propone el nuevo gobierno es abrir la economía; proceder a llevar a cabo un proceso de descentralización; que implica no sólo la elección de alcaldes y gobernadores por la vía electoral, sino también el desprendimiento de una serie de empresas improductivas o ineficientes, como la CANTV; pero con una gruesa nómina, que estaban en manos del Estado, por donde se iba parte de los ingresos de la renta petrolera; además de la eliminación de la política de los controles, y que fue lo que le vino a salir mal a ese nuevo gobierno en aquellos primeros días del año 89.
El propio Moisés Naim, entonces titular del antiguo ministerio de Fomento, lo ha señalado: que en el gabinete ejecutivo, antes de aprobar dicho paquete de medidas, se discutió si se hacía en forma de schok o gradual, y se privilegió la primera; primero, porque hacerlo en forma gradual implicaba el seguir corriendo la arruga; lo que significaba seguir consumiendo las reservas internacionales y, segundo, porque, según Miguel Rodríguez, entonces ministro de Cordiplan, ellos esperaban que la Comisión de Finanzas del antiguo Congreso Nacional aprobara la autorización, para hacer efectivos un par de créditos, que estaban dispuestos en el Banco Mundial, para el financiamiento de varias obras de infraestructura, que se venían construyendo; que hubieran podido reactivar la economía; sólo que no lo hicieron, y entonces se sufrió ese impacto, que se vio traducido, sobre todo, en el aumento exagerado de los pasajes, consecuencia de un incremento en el precio de la gasolina, además de otros rubros comerciales; puesto que la eliminación del control de cambios, había conllevado a una drástica devaluación de la moneda, cuyo valor, precisamente, se había mantenido a determinado nivel, mientras se consumían las reservas, y eso había incidido en el precio de los productos.
El hecho es que ese paquete de medidas económicas a la larga tuvo resultados positivos: si se tiene presente que hacia el año de 1991; a pesar de ese psunami, que había arrasado con el sector comercial de la economía, el PIB muestra un incremento de 9,7%; que no lo vieron ni Chávez ni sus conmilitones el 4 de febrero de 1992; a propósito del intento de golpe de Estado, que propician ese día, que también vienen de celebrar por todo lo alto; ocupados como andaban por ese entonces en mirarse sus uniformes; porque si un sector necesitó una “constituyente”, como llamó Chávez al proceso que vino luego de asumir la presidencia, eran las fuerzas armadas; teniendo presente la enajenación, que cundía en sus filas con motivo del culto a Bolívar, que allí se profesa, o, al menos, esta gente, que incluso utilizan el cognomento “bolivariano”, para autodenominarse, en su afán de conspiradores, partiendo de una historia muy deformada por su imaginario.
Y con el criterio de saqueos llegó esta gente al poder: el 4 de febrero, decía Chávez, es hijo del 27 de febrero. He allí su ética, es decir, la del arrebato. Porque, por lo demás, el modelo económico, ese neoliberalismo, que ellos dicen que el pueblo enterró ese día, no fue sustituido por un modelo económico exitoso; antes bien, ratificaron el anterior, cuyo resultado ha sido el que se registra un nivel de pobreza de más de 90%, y que ha dado lugar a situaciones de hambre y miseria en nuestra sociedad, generando el mayor éxodo de una población en Sudamérica; razón por la que digo que en estas circunstancias lo que provoca es llorar.