Amigos lectores:
Gran crítico literario y poeta estadounidense, John Felstiner (1936-2017) es uno de los grandes lectores de la vida y obra de Paul Celan (1920-1970). Antologista y traductor de sus poemas al inglés, es también autor del formidable ensayo biográfico Paul Celan: poeta, superviviente, judío (Editorial Trotta, España, 2002). En la página 1 ofrecemos la traducción que el poeta y ensayista chileno Marcelo Pellegrini hizo del ensayo de Felstiner, Paul Celan se encuentra con Samuel Beckett: “En 1961, sabiendo que su editor alemán se reuniría con Beckett en La Closerie des Lilas, Celan va también al café, pero nada sucede. Los años pasan: los poemas de Celan, preñados de significado, son puestos a la par con la obra de Beckett como muestra de la única auténtica escritura europea “después de Auschwitz”, según Adorno. Mientras tanto, su malestar psíquico se endurece”.
Página 2: Ismael Gavilán, poeta y ensayista chileno, autor de varios ensayos sobre Martín Cerda (recomiendo con especial énfasis “Barthes desde esta orilla: el escrutinio de Martín Cerda”, disponible en la web), trae una primicia: presenta Punta de lápiz, volumen que reúne los textos del ensayista publicado en La Gaceta, años 1957 y 1958. Dice Gavilán: “Toda escritura de emergencia posee su propia fecha de caducidad. Eso debido a la ordalía en que será sacrificada en aras de un proyecto mayor (la toma de conciencia, la denuncia, la crítica de un estado de cosas, etc). Sin embargo, en Cerda ese tipo de escritura se vuelve una paradoja, una feliz y aguda paradoja. Si rastreamos en los diversos textos que conforman Punta de lápiz, veremos que nuestro autor no renuncia a decir, criticar o polemizar con su presente, pero sin renunciar para nada a la rica alusión libresca que nos evidencia a un lector asombrosamente diestro a sus escasos 27 años”.
Manuel Gerardo Sánchez escribe sobre Un verdor terrible, del escritor chileno Benjamin Lababut: “el libro compila cuatro relatos que surgen de la química, física y de la mecánica cuántica. El autor (…) entrevera con erudición descubrimientos científicos de investigadores insignes como Karl Schwarzschild o Alexander Grothendieck con fabulaciones de carácter anecdótico para pintar un lienzo hiperrealista de la historia de la ciencia y de la técnica. ¿Qué tienen en común una y otra narración? Además del dominio de temas tan complejos como la imposibilidad de medir simultáneamente la posición y velocidad de un neutrón o la “radical otredad del mundo subatómico”, el ligamento que une un cuento con otro es el rapto creativo que sufren los protagonistas”. Página 3.
Dice Patricio Pron, narrador y ensayista argentino residenciado en España: “Uno de los textos de la literatura argentina que más perdurablemente dejó una huella en mí es Operación masacre, de Rodolfo Walsh; en él, Walsh propone un tipo de literatura que, lejos de limitarse a narrar lo que se sabe que “sucedió”, intenta conjeturar acerca de lo que “pudo haber sucedido”, en un esfuerzo por ir más allá de lo poco que podemos saber sobre los hechos trágicos del pasado reciente, no solo en América del Sur. De alguna manera, reconozco la propuesta de Walsh en la mayor parte de los libros que me han interesado recientemente”. Está en la entrevista que le hizo Claudia Cavallin, reproducida en la página 4.
En la página 5 vamos hasta Marcel Proust. Elizabeth Rojas Pernía publica De la experiencia sensorial a la experiencia numinosa. Del individuo a la totalidad: “La experiencia numinosa –pues consideramos que ese es su carácter– que relata Marcel remite a una experiencia transpersonal, universal. Aquí, la ficción literaria se vuelve metáfora ontológica. A Marcel le fue dada la revelación de algo tan magnífico que solo puede compararlo con el amor: todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa”.
En 1983, Arlette Machado le hizo una serie de entrevistas a Elisa Lerner, que fueron agrupadas en un libro todavía inédito. Manhattan es el nombre del fragmento que incluimos aquí. Dice Lerner: “Yo creo que en la escritura debe de haber una lógica del vivir. Lo ilógico, lo sorprendente es una locura del lenguaje. Pero ese lenguaje debe responder a una fidelidad con lo que has vivido. Yo no descubrí nada, lo importante es que siempre la palabra tenga una nueva locura”. Página 6.
A continuación, página 7, sumamos dos textos breves: en la parte superior, Krina Ber comenta Lunas compartidas, el libro de Gisela Capellin (“Ningún texto –fuese cuento, capítulo o fragmento de un diario de viajes– se parece a otro, ninguno te prepara para la experiencia del que sigue, a veces inasible, desconcertante. Son como chocolatines de una exquisita bombonera, cada uno con sabor diferente”); en la parte inferior, Xenia Guerra visita el celebrado y leído -encabezó las listas de ventas de la categoría no de ficción en España por casi dos años- El infinito en un junco, de la ensayista española Irene Vallejo (“la primera conquista de Irene Vallejo al escribir sobre la invención del libro en el mundo antiguo está en haber leído la tradición, la segunda en transmitirla usando el español y la tercera en ser una mujer que, reconociendo su lugar en esa tradición, la transforma exhibiendo en su ensayo el modo en que ha “perdido el tiempo” leyendo, traduciendo, imaginando, pensando, escribiendo para demostrar que en la escritura está la prueba de la lectura”).
Las páginas 8 y 9 forman parte de la serie dedicada a los 80 años de El Nacional/Papel Literario. Ese infatigable periodista y acucioso memorista que es Evaristo Marín publica aquí tres textos, centrados en Miguel Otero Silva. Están todos inscritos en los históricos vínculos que unieron a MOS con el estado Anzoátegui -su lugar de nacimiento-. En ellos recuerda los primeros años de El Nacional, las conversaciones con el escritor, actividades en la región, así como un foro realizado en 1987, tras la muerte de MOS, en el que participaron Alfredo Armas Alfonzo, Jesús Sanoja Hernández, Pedro Díaz Seijas, Gustavo Arstein y Manuel Espinosa.
Mucho, bueno y variado. Les saludo.
Nelson Rivera.