Por la necesidad imprescindible de poder comunicarnos y llegar a un punto medio que nos permita ponernos de acuerdo en cosas sencillas, nos vemos casi forzados a crear clasificaciones y conceptos que abogan por facilitar el entendimiento. En otras palabras, para poder entender, estamos forzados a ponerle falsos nombres a las cosas, las cuales aceptamos, pese a que nos damos cuenta de su carácter arbitrario. Son clasificaciones poco sustentables y argumentadas con debilidad, las cuales nos vemos obligados a aceptar para no parecer enajenados.
Clasifícame y clasifícate
Clasificar al otro es una reacción natural que permite subir o bajar las defensas en relación “al otro”, el cual necesitamos reconocer como potencial aliado u oponente. Clasificar no sólo es una función de defensa primaria que se encuentra presente en muchas especies de seres vivos, sino que, con la socialización, lo códigos de clasificación que usamos para referirnos a los demás se han hechos más simples por la necesidad de hacerlos operativos en un contexto gregario. En la medida que se socializa, lo clasificatorio se vuelve una fórmula simple, cuando no un cliché para denostar o exaltar a los demás. En la tendencia a clasificar a los demás, podemos ver en muchas ocasiones una expresión de injusticia propia de lo cultural.
La palabra del gran gurú
Como si no fuese suficiente tener que lidiar con la propensión a clasificar cuanto nos pase por delante, en ese mismo contexto van apareciendo líderes que se autoproclaman dueños de la posibilidad de encasillar a las demás personas a su real saber y entender. Usando la siempre efectiva práctica del discurso dicotómico, el “ellos y nosotros” va creando zanjas entre los distintos grupos humanos. El liderazgo que promueve la división tiende a usar el poder para aplastar lo diferente y en ese sentido, la desolación y el malestar social se van apoderando de los distintos espacios de la vida cotidiana. Por el contrario, el líder que tiende a unificar y distanciarse de la percepción dicotómica de la existencia tiende a ser más sano y tendiente a sembrar la armonía. Son funestos aquellos líderes que apuestan por lo dicotómico (negro-blanco). Se hacen de reconocimiento de gran parte de la gente porque el ser humano en general, le apuesta a esa manera de ver las cosas. El ejercicio de atreverse a pensar puede ser un terreno de ansiedades para mentalidades susceptibles. Una de las razones por las cuales se apuesta a dividir entre “ellos y nosotros” es evitar asumir responsabilidades. Siempre es más fácil culpar a los demás de nuestras propias miserias.
Clasificaciones exprés
Clasificamos en un afán de tratar de dar nombre a las cosas y hacer el ejercicio de intentar comprender. En disciplinas como las llamadas ciencias sociales, atreverse a hacer sistemas clasificatorios es apostar por un reduccionismo radical. El ejemplo más tangible es cuando se intenta clasificar los sistemas políticos en una gama que va de la derecha a la izquierda. O más precisos, de la ultraizquierda a la ultraderecha. Algunos usan este sistema clasificatorio para referirse a asuntos relacionados con la práctica de lo moral y los postulados éticos. Otros como una manera de hacer discernimiento en relación con los distintos puntos de vista que existen para la resolución de asuntos económicos y en otras ocasiones para hablar de libertad. Como se puede apreciar en la vida cotidiana, tratar de enmarcarse a la diestra o la siniestra de un espectro que intenta unir economía, moral y libertad en un mismo sistema clasificatorio termina por ser una apuesta por no clarificar las cosas sino enmarañarlas. Tratando de hacer reduccionismo exprés, se apuesta por sistemas clasificatorios en los cuales los elementos presentes en estas categorizaciones no se relacionan entre sí. A la larga son convenciones fallidas que intentan forzar la realidad. Tal vez de ahí se pueda entender en parte, los pésimos resultados al materializar estos preceptos.
Condecoración para astrónomos ciegos
Hay disciplinas en donde hacer una clasificación es imprescindible para darnos a entender a efectos de que las personas superen su sufrimiento. Los sistemas clasificatorios en disciplinas como la psicopatología, por ejemplo, son necesarios y útiles si se asumen como espacios para poder unificar criterios en relación con los mismos fenómenos. De ninguna manera las clasificaciones en estos campos son una apuesta a “la verdad”. De ahí que las clasificaciones van cambiando en el transcurso del tiempo y no hemos terminado de aprendernos una cuando ya aparece la otra, siempre basados en la opinión de expertos, que terminan siendo una suerte de gran gurú cuya palabra es definitoria al momento de realizar estos ejercicios intelectuales. En estos terrenos, que a fin de cuentas son los de la comunicación, nos movemos cada día. A veces el terreno parece firme. En otras ocasiones da la impresión de que construimos en la mitad de un pantano.
@perezlopresti