Alfredo Infante: Familia y comunidad, resortes del venezolano ante la adversidad

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Desde muy niños se nos repetía en la escuela que “la familia es la célula fundamental de la sociedad”. Claro, sin explicarnos bien lo que era una célula y mucho menos lo que era la sociedad. En las últimas décadas, entre personas que tienen un concepto cerrado de familia, hemos venido escuchando hablar de “familia disfuncional” para definir cualquier modelo que no se ajuste a la categoría tradicional occidental; por tanto, se señala a tal “familia disfuncional” como la raíz de todos los males morales que vivimos.

Los resultados de PsicoData, encuesta sobre la situación psicosocial de la población venezolana recientemente presentada por la Escuela de Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), tumban prejuicios y revelan que la familia está siendo el principal soporte de la población para afrontar la crisis.

Sin duda alguna, en medio de la emergencia humanitaria compleja que vivimos –caracterizada por una crisis sistémica, de raíz política–, la mayoría de la población está sometida a estresores que atentan contra su estabilidad personal y pone una carga muy pesada sobre la institución familiar. Según PsicoData, los problemas económicos son la principal fuente de estrés para 64 % de los venezolanos; le siguen los problemas de salud (15 %), los personales (8,5 %), los políticos (7,5 %) y los sociales (4,5 %).

Es llamativo según este estudio que, ante un clima de desconfianza que raya en un 81 % y que mantiene fragmentado al país, la familia aparece como el principal espacio de confianza y apoyo para afrontar la adversidad (67 % de la población así lo manifiesta) y la comunidad vecinal es la fuente de soporte para un 30 %. En contraste, otras instituciones sociales, culturales y religiosas capitalizan solo un 9 %. Es decir, la familia y la comunidad vecinal son los principales referentes de confianza con los que cuenta el venezolano común para enfrentar los problemas.

Esto pudiera explicar por qué en Venezuela los indicadores de protesta y movilización comunitaria –que son altos– no han trascendido a un movimiento social, sino que permanecen en un nivel local, y cuando se toma una fotografía del conjunto, lo que queda evidenciada es una fragmentación de la lucha por una vida más digna.

Unida a estas dos instancias –familia y comunidad– está la experiencia espiritual como fuente de respuesta, pues 80 % reza para afrontar la adversidad. Estos resultados hacen referencia a la experiencia individual, no describe nexo institucional con ninguna confesión religiosa, lo que nos dice es que el venezolano es una persona creyente, que tiene una relación valiosa con la trascendencia y que, desde está experiencia, recarga energías para hacer frente, en familia, a los momentos difíciles.

En el tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a la conversión; a la luz de los resultados de PsicoData, creo que pastoralmente se nos invita a atender este clamor de nuestro pueblo, a apoyar a la familia, principal resorte del venezolano para afrontar la adversidad; a apostar por el tejido comunitario, segundo apoyo más importante en medio de las dificultades, y a atender y acompañar la experiencia de fe, principal recurso personal para atravesar la oscuridad y recobrar fuerzas para seguir adelante. Todo esto puede ayudar a ir restableciendo la confianza y abrir los cauces del anhelo de participación de la gente, que está en un 59 % por ciento y que, en los sectores más pobres, alcanza un 77 %.

Toca, pues, discernir los signos de los tiempos, escuchar el ruego de nuestro pueblo –ese que PsicoData recoge y pone sobre el tapete– y entender, en el hoy, aquella lección de primaria según la cual “la familia es la célula fundamental de la sociedad”. Y, en sintonía con el Concilio Plenario Venezolano, recordar que “la misma familia, que ha sido definida por el Concilio Vaticano II como ‘Iglesia doméstica’, debe representar para todo bautizado su primer encuentro con la comunidad eclesial y civil”, un encuentro que nos debe llevar a emprender el camino para transformar nuestro país.

 

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