En el ámbito del creciente fenómeno del antisemitismo, llama la atención que, en un país como EEUU, los judíos son víctimas del 60% de los crímenes de odio según las estadísticas de los cuerpos policiales y de las organizaciones judías.
Hay varios factores que lo determinan. Uno de ellos es el antisemita y activo propagandista del antisemitismo, Louis Farrakhan, quien lidera la Nación del Islam y ha tenido enorme influencia en vastos sectores de la sociedad estadounidense que van desde la ultraizquierda y el islam radical hasta la extrema derecha; ha impactado entre afroamericanos y, aunque parezca contradictorio, entre supremacistas blancos. Por ejemplo: sus discursos antisemitas inspiraron a Kanye West y a Kyrie Irving, quienes hace unos meses difundieron estereotipos antisemitas en las redes sociales.
Como todos los años desde que Farrakhan tomó el liderazgo de la Nación del Islam en 1981, a fines de este último febrero (del 24 al 26/02) se celebró en Chicago el Día de los Salvadores, una conferencia que conmemora el nacimiento de Wallace Fard Muhammad, fundador de la Nación del Islam, la cual atrae a numerosos asistentes.
En esta oportunidad, como lo ha hecho siempre, usó su retórica para instigar en contra de los judíos; los acusó de controlar a los gobiernos, los medios de comunicación y las instituciones financieras; promovió la falacia de que buscan manipular y explotar a los negros, engañar y destruir a EEUU; dijo: “Alguien tiene que enfrentarse a la sinagoga de Satanás. Y aquí estamos. ¿Cuál es tu voto si el hombre por el que votaste tiene que ir a alguien por el que nunca votaste? detrás de la puerta para recibir instrucciones”. Ante una arenga así y que viene repitiendo por décadas, cabe preguntarnos ¿por qué en esta ocasión, cuando es más necesaria una toma de posición contundente, la Casa Blanca no se pronunció? ¿por qué de inmediato no se rechazó la alocución de este odiador que incita a diferentes parcelas de la sociedad estadounidense? El presentador de Fox News, Mark Levin, criticó al Partido Demócrata por tolerar el antisemitismo y trajo a colación un artículo en National Review de 2019, de Kevin Williamson, quien señaló: “Líderes anti-Trump como Tamika Mallory o Linda Sarsour de la Marcha de las Mujeres, abrazaron y cortejaron a Farrakhan. Barack Obama recibió su llamada en 2005, mientras aceleraba su carrera política. El Caucus Negro del Congreso lo consultó. Bill Clinton lo apoyó en el funeral de Aretha Franklin, elevando implícitamente al líder del culto. Las demócratas de California, Barbara Lee y Maxine Waters asisten a los eventos públicos de Farrakhan… Tal vez no sean antisemitas. Pero seguro que son colaboradores”. Por supuesto que, los miembros progresistas del Partido Demócrata continúan difundiendo declaraciones antisemitas, entre las más escandalosas: Ilhan Omar y Rashida Tlaib, cercanas a Farrakhan, pero no hay respuesta de las autoridades que toleran esta transgresión.
En líneas generales, pese a su larga historia pública de fijaciones antisemitas, Farrakhan nunca rindió cuentas ante la justicia como virulento propagador de calumnias y odio. Sin embargo, por lo general, la recepción de su prédica es aceptada; ha ganado credibilidad entre muchas personas de color durante las cuatro décadas desde que asumió el mando de la Nación del Islam, incluso es admirado por el movimiento Black Lives Matter, esencialmente feminista y sus notorias dirigentes lo consideran un gran líder.
Como toda narrativa agresiva, esta perversa influencia de Farrakhan y Nación del Islam ha escalado a la violencia física contra los judíos, pues empodera a los extremistas de todo tipo y augura mayores daños para la cultura y valores de la sociedad estadounidense. Resulta imperativo que las autoridades legislen sobre estos perniciosos e inútiles odiadores.