Carátula de la nueva grabación de Turandot dirigida por Antonio Pappano.
Antonio Pappano, Jonas Kaufmann y Sondra Radvanovsky debutan en la ópera de Puccini con una grabación memorable que recupera la versión sin la censura que imprimió Toscanini
¿Qué sentido tiene una nueva grabación de Turandot? Podría decirse que ninguno. Y no solo por la proliferación de ejemplos sonoros disponibles en el mercado, sino por la cualificación de las opciones históricas —Birgit Nilsson y Franco Corelli a la cabeza de todas (EMI)— y por el interés de las versiones recientes, que han incorporado el final sofisticado de Luciano Berio.
El difunto compositor italiano (1925-2002) decidió rectificar la ópera inconclusa de Puccini con una alternativa diferente a la que escribió Franco Alfano en 1926. Por eso aparecieron nuevas grabaciones contemporáneas. Incluida la de Riccardo Chailly con las huestes de La Scala (Decca).
¿Qué sentido tiene, entonces, una nueva grabación de Turandot? El maestro Antonio Pappano despeja la cuestión con una propuesta extraordinaria al frente de la orquesta Santa Cecilia; con un reparto descomunal (Radvanovsky, Kaufmann, Jaho); y con una lectura que equilibra la sensibilidad cromática, el patrimonio vanguardista y el espectáculo protohollywoodiense, sin necesidad de sobreactuar ni de amanerarse.
Impresiona el acontecimiento discográfico porque los principales artífices nunca habían interpretado antes la ópera de Puccini. Ni siquiera Pappano, cuya afinidad al repertorio verista y sus incursiones en La bohème, Tosca o La fanciulla del West habían subordinado la obra póstuma de Puccini. No alcanzó a terminarla el maestro toscano porque lo había devorado el cáncer, pero la relevancia del material disponible explica que Toscanini precipitara el estreno en La Scala de Milán. Se encomendó al voluntarioso Franco Alfano la conclusión del último acto. E intervino la censura del propio Arturo Toscanini para sacrificar un centenar de compases estomagantes.
Reaparecen los compases sepultados
¿Qué sentido tiene una nueva grabación de Turandot? La iniciativa del sello Warner ha incorporado el acierto y la novedad de reconstruir la ópera de Puccini sin los recortes del estreno. Reaparecen los compases sepultados. Y se consuma una grabación en estudio cuyo interés musicológico se añade a su trepidante resultado estético y artístico. Lo demuestra la notoriedad de los personajes secundarios —Michael Spyres hace de Altoum—, la calidad de Ermonela Jaho en el papel exquisito —y doloroso— de Liú y el memorable duelo vocal en que se miden Sondra Radvanovsky y Jonas Kaufmann.
El tenor germano ahuyenta las dudas y los atisbos de decadencia con una concepción de Calaf poderosa, exuberante, apabullante. La voz se ha oscurecido y abaritonado, pero la madurez de Kaufmann no contradice la elocuencia en los agudos, el heroísmo de los pasajes di forza ni la delicadeza de los detalles di grazia. No siempre la voz se escucha homogénea, pero la contribución del coloso alemán forma parte de los Calafs más imponentes y atractivos de las grabaciones disponibles.
Puede decirse lo mismo de Radvanovsky. Y de la autoridad con que la soprano estadounidense equilibra la sensibilidad, la corpulencia, la belleza del color, el dramatismo, la pasión y el pathos escénico.
El tenor alemán Jonas Kauffman.
Se diría que estamos en una grabación en directo. Por la tensión evolutiva de la versión de Pappano. Y porque el maestro angloitaliano explora todos los límites de la partitura. No solo en la grandilocuencia ni en espectacularidad, sino en el esmero de los detalles camerísticos, en el reconocimiento de las influencias de Debussy, Richard Strauss, Stravinsky, en los destellos más exóticos de la instrumentalización, en el énfasis multitudinario de los pasajes corales, en la dimensión ritual y orientalista.
Impresiona el resultado final —la extravagancia, el fuego—, porque la grabación se organizó y concibió en el periodo de la pandemia. O sea, cuando la asepsia y las mascarilla contraindicaban la experiencia de asomarse al volcán. Y cuando resonaba, retumbaba, el gong que Calaf sacude para postularse a la alcoba de la princesa china: “Turandot, Turandot… Turandot”.
El Confidencial de España