La reciente purga en el régimen chavista no es sino otra más de las que hemos visto y veremos. No es nada nuevo en estos regímenes. Las purgas de Stalin en la Unión Soviética fueron muchas y famosas, también las de Cuba; recordemos el caso del general Ochoa, héroe de la revolución.
La revolución se devora a sus hijos, como el dios Saturno.
Se trata de concentrar cada vez más el poder, en este caso en Maduro, léase Cuba. Como lo hizo Stalin o Fidel. No son problemas ideológicos o de ética revolucionaria. Aunque esto puede presentarse como excusa.
Muchos idealistas dentro de las filas del régimen no saben o no quieren saber esto y son cogidos desprevenidos. Otros, más curtidos en la política, saben que deben prepararse para esos días y acumulan riquezas, vía corrupción, para disfrutar de su “retiro” revolucionario, muy probablemente en Europa o EE.UU. en donde ya tienen a su familia disfrutando.
En este caso fue, según se dice, un conflicto entre el ministro de petróleo y exvicepresidente Tareck El Aissami y los hermanos Rodríguez. Y la excusa es la corrupción en PDVSA. Una corrupción que tiene décadas. Se estima que PDVSA solo recibió el 16% del petróleo que entregó a intermediarios, desde 2020. Y se le acusa de una corrupción de US$ 5.000 millones, según fuentes periodísticas vinculadas al régimen.
Se dice que muchos del entorno de El Alssami, ya se fueron del país, como lo han hecho miles de otros funcionarios en distintos momentos, con distintas posiciones y botijas. Desde secretarias hasta viceministros y ministros.
Es la corrupción que corroe al régimen.
Al final, todos caerán, incluso los hermanitos Rodríguez, el ministro Padrino, y los del actual entrono. Es el proceso de consolidación del poder en estos tipos de regímenes. Además, como el poder realmente reside en La Habana, incluso Maduro está “bailando en un tusero”.
La mala noticia para los demócratas, que pujamos y esperamos la caída del régimen, es que, en los casos citados de Cuba y la URSS, estas purgas no llevaron a un proceso de democratización.