La corrupción ha sido una política sistemática por parte del régimen durante estas dos décadas, cuyo único resultado ha sido enriquecer los bolsillos de algunos y empobrecer a los venezolanos. El último escándalo por corrupción es un ejemplo más que claro de esto. Se robaron 3.000 millones de dólares mientras el país atraviesa su peor período de miseria, con ciudadanos que batallan a diario para poder sobrevivir. Su ambición sin límites acabó con nuestras reservas internacionales y destruyó el aparato productivo nacional, y aun así niegan toda responsabilidad.
Este descaro es un barril sin fondo. Sus discursos siempre han apuntado a encontrar culpables imaginarios de los problemas que afrontamos como país. Ellos nunca son culpables de nada. Tienen más de 20 años señalando a los ricos o actores externos de causar las dificultades diarias que afrontan los más necesitados. Siempre es alguien más, mientras que la realidad habla por sí sola: los venezolanos somos más pobres y quienes se atornillan al poder son los nuevos ricos.
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No nos dejemos engañar, la crisis económica que padece Venezuela no es causada por una guerra económica o una conspiración internacional. Prefieren culpar a las sanciones del desastre económico que ellos mismos causaron y que son consecuencias políticas de las acciones que ellos han llevado a cabo, para intentar tapar que destinaron los recursos del Estado en sus aspiraciones políticas y no en fortalecer nuestro aparato productivo. La causante de nuestros males es su corrupción.
Los 3.000 millones de dólares que se robaron pudieron ser empleados para solventar parte de la emergencia humanitaria compleja que afrontamos. También se pudo atender al sector educativo, ya que con esa cantidad de dinero pudieron pagarle un año de salario a 480.000 docentes en todo el país o se hubiese cumplido con parte del acuerdo social que incluye la rehabilitación de 2.300 escuelas. A los pensionados se les pudo otorgar más de 60 dólares mensuales durante un año. En el sector salud, se hubiese iniciado la recuperación, dotación y equipamiento de los centros a nivel nacional. También se pudo cubrir la vacunación infantil por más de 80 años. Ese dinero habría podido utilizarse para solventar la crisis de servicios, atendiendo la recuperación de la red eléctrica o de agua potable.
En Venezuela tenemos tantas áreas necesitadas de recursos que tardaríamos días en enlistarlas, mientras que el dinero desaparece sin que nadie rinda cuentas. Nos hundimos en la desesperanza por el aumento descontrolado de la pobreza y los problemas que nos afectan a todos, y solo sigue creciendo la corrupción.
Los venezolanos reclamamos un cambio de modelo, lo merecemos. Necesitamos transparencia en el manejo del dinero público, necesitamos que se permita una correcta reestructuración de la economía. Basta de la malversación de fondos del Estado. Necesitamos un cambio político legítimo, democrático, que nos devuelva el futuro y acabe con tantos problemas que tienen hundido a toda la nación.