Veinticinco años hemos vivido bajo el rigor de una heredad impúdica que se hizo con el poder, deviniendo malignidad, imperio de los vicios, diáspora y desde luego dolor mucho dolor, tanto que nos hemos hecho nimios a esta coexistencia con el mal, tal nimiedad proviene de un proceso de olvido colectivo, de confusión social y de abandono del lenguaje como casa del ser, escribir semanalmente sobre el drama económico supone como dar un reporte de un paciente grave recluido el terapía intensiva, nuestros captores no produjeron esta horrida crisis por torpeza, sino por maldad pues teniéndonos cautivos garantizaban su cuota de poder, su permanencia en la poltrona cómoda desde donde se hace del erario público botín personal.
La semana que cerró se vio envuelta en un controlado velo de escándalos, hechos públicos desde el poder, una suerte de noche de las dagas largas tropical, en medio de esta heredad del perverso, quienes se acusaban entre ellos de ladrones, ¿Cuáles motivos subyacen tras estas conductas? La respuesta puede ser la mera confirmación de un hecho que ere público notorio y comunicacional, la obscena corrupción instalada en este ex país, tomado por la gansterilidad la ratificación de que estamos en manos de una cleptocracia devenida Cacocracia, los peores nos gobiernan y la atolondrada oposición no para de atacarse en un espectáculo abyecto, sin entender que el adversario es este régimen abyecto, quien por demás desprecia a la política y no comprende sus formas, pues solo reacciona ante la violencia y el mal.
Lo ocurrido en PDVSA, es sencillamente imposible de describir un desfalco de más de tres mil millones de dólares, un país en el cual el dueño de un concesionario de vehículos de alta gama, maneja una suma estrambótica de 36 millones de dólares, he allí la supuesta e inexistente por desigual recuperación económica, Venezuela no se arregló jamás, sencillamente de manera asimétrica se invirtieron los recursos de la corrupción entre los pares del sésamo en donde se cuecen los negocios millonarios del sultanato que nos oprime.
País de eslogan y de aluviones, pasamos de la Venezuela de todos a la Venezuela premium, en medio de la emergencia humanitaria que se mide en vidas, el clamor de una sociedad que sobrevive coexiste con los festines de los privilegiados que se han reservado el poder en forma de billetera personal, mientras se corren carreras de Ferrari y se calzan zapatos Salvatore Ferragamo, no hay escuelas, universidades, hospitales, vías públicas y los funcionarios públicos son condenados al hambre, mientras que aquellos empleados en el sector privado deben de entender que los bonos en dólares que reciben son cada vez más insuficientes para comer y para vivir, pues si se solarizan entonces las escasas empresas sencillamente cerrarían las puertas, en este país a los miserables les queda una opción seguir subsistiendo, mientras los captores viven cual sultanes y ahora hasta se acusan entre sí de corruptos