Lo que el país desea no son muchas leyes, sino buenos ciudadanos. Valentín Espinal. Convención de Valencia (1858)
El primer deber del gobierno es dar ejemplos para sembrar, cultivar y mantener la paz, por ser esta obligación “supra constitucional”, es decir, va mas allá de los principios de la carta magna y de las leyes. La sana convivencia es de derecho natural. Las personas de mente sana anhela desde su nacimiento, vivir en concordancia y conciliación.
La paz no se decreta imperativamente ni se impone por muchas leyes, sino se genera por la buena voluntad en la conducta de buenos ciudadanos. Todas las personas sin distinciones de clase social, raza, credo, sexo o banderías políticas partidistas, tenemos el compromiso humano de sembrar la paz con semillas de instrucción cívica.
El ideal social es el bien común, la seguridad y la justicia, es derecho justo.
La politiquería, el personalismo y la corrupción han desviados el ideal social de convivir en una sociedad justa y en paz, por ello, la gente en su concepto amplio, no el pueblo como pueblo, por cuanto lo primero y natural es ser gente, tener el don de gente sin exclusiones.
Pero el problema, no son las doctrinas políticas, ni del socialismo ni de la democracia, sino de funcionarios públicos, ambiciosos de poder. El socialismo y la democracia en sus prístinos objetivos social son buenos, la corrupción no está en la doctrina sino en algunas personas tanto socialistas como demócratas.
No se podrá convivir en paz en una sociedad injusta a sus primarios valores de respeto, consideración, evolución, ética, honestidad y de bien común, justicia y seguridad, si los socialistas-marxistas y los demócratas capitalistas mantienen antagonismo con odio, nunca comulgarán en lo justo para beneficio exclusivo del país.
No nos detengamos en el problema, culpándonos unos a otro, sino por el contrario, mirar y escuchar los hechos buenos y las intenciones de cada uno, aceptándose también los errores para no cometerlos o ser reincidentes, llámese socialistas en el poder o demócratas opositores y caminemos unidos para la búsqueda de soluciones, sembrando la paz.
Recordemos las últimas palabras, moribundo, del Padre de la Patria: “Si mi muerte contribuya para que se consolide la unión, yo bajaré feliz al sepulcro. Dios bendiga a Venezuela.
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