Yuval Noah Harari: En Israel lo van a intentar nuevamente

Compartir

 

Debemos venir preparados y ¿Entonces que estamos haciendo?

En las próximas semanas, cada uno de nosotros tendrá un papel importante como ningún otro

Desde tiempos inmemoriales, los mecanismos de defensa de la democracia israelí han sido bastante débiles. No tenemos constitución, ni dos cámaras elegidas, ni división de poderes entre el gobierno central y el gobierno local, ni límite en el mandato de un primer ministro. No existe un sistema de frenos y contrapesos que limite el poder del gobierno. El único freno es la Corte Suprema.

Y, sin embargo, nuestra democracia duró 75 años por una sencilla razón: una gran mayoría de ciudadanos israelíes y líderes israelíes querían democracia. Ningún factor significativo desafió seriamente al sistema, ni trató de tomar un poder ilimitado. Ha habido gobiernos en Israel con una mayoría mucho mayor que 64 escanios. El 13º gobierno bajo el mando de Levi Eshkol comenzó con 75 escanios y luego aumentó a 111. El 14º gobierno bajo el mando de Golda Meir tenía 104 escanios. El 15º gobierno, una vez más encabezado por Golda, comenzó con 102 escaños y luego se redujo a 76. Todos estos gobiernos respetaron los límites de su poder, por lo que las débiles defensas de la democracia israelí fueron suficientes.

En las últimas semanas, el panorama ha cambiado de extremo a extremo. Hoy sabemos que hay un grupo importante en Israel que quiere eliminar la democracia y adjudicarse un poder ilimitado. En la ronda actual, parece que la oposición sin precedentes de todos los sectores de la sociedad israelí salvará la democracia. Pero ya está escrito en el muro. Los que fracasaron en el intento de golpe de Estado del invierno de 2023 pretenden volver a intentarlo este verano, y aunque sean detenidos por segunda vez, pueden volver a intentarlo en el futuro, con mayor fuerza.

Por eso no debemos contentarnos con congelar las leyes golpistas, ni siquiera con su anulación. Y es muy obvio que no hay lugar para comprometerse con un medio golpe o un cuarto de golpe. No debemos debilitar las ya débiles defensas de la democracia israelí. Es todo lo contrario: necesitamos salir de esta crisis con defensas mucho más fuertes, que puedan resistir futuros intentos de golpe, incluso si están liderados por coaliciones de 75 o 104 miembros del parlamento.

¿Cómo se logra este objetivo? Hay que pasar por dos etapas.

La primera etapa detener el golpe

La primera etapa del plan es clara. Debemos parar el golpe. Un congelamiento temporal de las leyes golpistas no es suficiente. Es importante dar la oportunidad de hablar, pero es de igual importancia estar preparados para el peor de los escenarios. Netanyahu y muchos miembros de su coalición declararon explícitamente que la legislación no se archivó, sino que solo se suspendió temporalmente. En el estado de cosas actual, las leyes golpistas son como un arma cargada tal que el gobierno puede apretar el gatillo en cualquier momento. Sobre todo cuando ya ha concluido la preparación de la ley que le da mayoría en la comisión de nombramiento de jueces, y puede ser sometida a la aprobación del parlamento con solo unas horas de antelación.

Si el gobierno renueva sus intentos de aprobar leyes que anulen los frenos y contrapesos y le otorguen un poder ilimitado, la Corte Suprema tendrá que hacer uso de su autoridad e invalidar todas estas leyes, una por una. En primer lugar, la Corte Suprema tendrá que invalidar cualquier legislación que permita al gobierno tomar el control del poder judicial, no para protegerse a sí mismo, sino para proteger la libertad de todos nosotros.

Si la Corte Suprema rechaza las leyes antidemocráticas y el gobierno se niega a aceptar el fallo, entonces la policía, los Servicios de Seguridad, el Mossad, las FDI y todos los empleados del servicio público estarán obligados a apoyar la Corte Suprema y proteger la democracia, y no a obedecer a un gobierno que está tratando de imponer aquí una dictadura. Si el gobierno les ordena ignorar la sentencia de la Corte Suprema, será una orden abierta y claramente ilegal.

En este escenario, cada ciudadano y ciudadana tiene también que cumplir un papel muy importante. Las manifestaciones, protestas y huelgas pueden no conmover a los miembros de la coalición, pero son un incentivo y aliento para los jueces de la Corte Suprema, para el asesor legal del gobierno, para las fuerzas de seguridad y para todos los empleados de los servicios públicos, otorgándoles el apoyo popular. apoyo y determinación para que hagan lo correcto. Todos son humanos, y ninguna persona en su sano juicio querrá llevar sola la enorme carga de la responsabilidad. Ninguna persona en su sano juicio querrá tomar sola las decisiones que darán forma al Estado de Israel para generaciones futuras. Por eso, cada vez que alguien tiene que tomar una decisión transcendente, es fundamental que cientos de miles de personas estén en las calles para decir con voz clara: estamos contigo, te damos, te respaldamos y esperamos que protejas a la democracia. Nosotros debemos asumir la responsabilidad, no solo ustedes.

No servir a una dictadura

Entre los cientos de miles de personas que ya han salido a defender a la democracia, se destacan los reservistas. Aquellas personas abnegadas, de elevada moralidad, que durante años dijeron ¡sí! Cada vez que la democracia israelí los llamaba a defenderla, son a la vez los primeros en decir “¡No!” al llamado dictatorial de obediencia ciega. Ir a la guerra requiere un tipo mayúsculo de coraje. Hacer frente a una dictadura requiere un gran coraje pero de un tipo diferente. Hoy sabemos que la sociedad israelí está bendecida con hombres y mujeres que tienen ambos tipos de coraje.

Los reservistas tienen buenas razones, más que suficientes, para decir “¡No!” A un gobierno tiránico que intenta hacerse con un poder ilimitado, y al mismo tiempo les exige que sigan sirviendo como hasta ahora, como si nada ha cambiado. Primero, el golpe crea nuevos peligros legales para todos los miembros de las fuerzas de seguridad, tanto para los reservistas como para los regulares. En tanto que sirvan a un país democrático con un poder judicial independiente, se reduce significativamente la posibilidad de que sean arrestados cuando viajan al extranjero y procesados ​​por una autoridad legal extranjera. Pero si el gobierno elimina la independencia del poder judicial, aumentará en gran medida ese peligro. Los hombres de seguridad arriesgan su salud y sus vidas por el bien del Estado  por lo menos es de esperar que el estado les brinde la protección legal adecuada.

En segundo lugar, el golpe pone en peligro la entereza moral de los miembros de las fuerzas de seguridad. Cuando los soldados reciben una orden para atacar un objetivo, bombardear una instalación o matar a una persona, generalmente no tienen el tiempo ni la capacidad para verificar si esa orden cumple con un estándar moral razonable. ¿Cómo puede un escuadrón o un artillero asegurarse de que el objetivo que se les ordenó atacar es un objetivo militar legítimo, o la orden proviene de una cosmovisión racista que quiere acabar con pueblos y aldeas enteras? En un país democrático con un poder judicial independiente, los combatientes pueden al menos esperar que haya un control moral adecuado sobre las órdenes. Pero en una dictadura sin un sistema de justicia independiente, pueden encontrarse cometiendo crímenes terribles que atormentarán su conciencia por el resto de sus vidas.

El mismo Netanyahu declaró que la legislación solo se suspendió por un corto tiempo. En el estado de cosas actual, las leyes golpistas son como un arma cargada que el gobierno puede usar en cualquier momento. Sobre todo cuando ya ha concluido la elaboración de la ley que le otorga mayoría en la comisión de nombramiento de jueces, para que pueda ser sometida a la aprobación del parlamento con una hora de antelación.

La tercera razón, la más simple de todas y la más importante de todas, es que el contrato de los miembros de las fuerzas de seguridad es con la democracia israelí. El gobierno actual está destruyendo la democracia y, al mismo tiempo, espera que los leales a la democracia continúen sirviéndola. “¿Asesinasteis y heredasteis?”[1]

Algunos dicen que todo esto puede ser cierto, pero la valiente postura adoptada recientemente por más y más hombres y mujeres reservistas pone en peligro la existencia misma del Estado de Israel. Pero quien nos pone en peligro existencial es el gobierno, no los reservistas. El gobierno es el que creó con sus propias manos la peligrosa situación en la que nos encontramos. El gobierno de Netanyahu ha tomado como rehén al Estado de Israel y culpa de los resultados a todo el mundo excepto a sí mismo. Si el gobierno cree que estamos frente a una situación de seguridad peligrosa, es su responsabilidad detener el intento de golpe.

El segundo paso: establecer un nuevo contrato

Después de que se detenga el intento de golpe, el segundo paso será establecer un nuevo contrato para el Estado de Israel, que establezca protecciones más fuertes para nuestra democracia. Hay muchas maneras de hacer esto, pero la pregunta clave que debe guiarnos es simple: “¿Qué pondrá límites al poder del gobierno?”

Es recomendable tener cuidado con discusiones tortuosas sobre temas específicos, como la composición del comité para el nombramiento de jueces y la redacción de la cláusula sustitutiva.[2] En cada periódico, en cada estudio de televisión, en cada programa de radio, y en cada conversación de cafetería, habría que insistir en preguntarse una y otra vez: ¿Cuál es el mecanismo que impedirá que una coalición mayoritaria temporal niegue el derecho al voto a los árabes? ¿qué mecanismo impedirá cancelar el derecho de huelga de los trabajadores o cerrar los medios de comunicación? ¿Cuál es el mecanismo que impedirá que una coalición mayoritaria declare que el amor homosexual es una violación a la ley, que las mujeres deben andar por la calle con velo, o que la evolución no debe enseñarse en las escuelas?

Hasta hoy, el Estado de Israel tiene un mecanismo que está autorizado para intervenir y detener las leyes que atentan contra los derechos y libertades de los ciudadanos. Este mecanismo es la Corte Suprema. En el corazón del golpe actual está el intento del gobierno de eliminar el único límite a su poder, con la ayuda de leyes que le darán control sobre el nombramiento de los jueces de la Corte Suprema, o anular leyes que le den algun poder al poder judicial. En la situación actual, no hay lugar para ningún compromiso respecto de la Corte Suprema. El gobierno no debe tener control sobre el nombramiento de los jueces, y la Corte Suprema no debe reducirse. La batalla no es acerca de la Corte Suprema. La batalla es por salvar al único mecanismo que protege los derechos de los ciudadanos frente a la arbitrariedad del gobierno.

Pero cuando vengamos a establecer un nuevo contrato para el Estado de Israel, por supuesto que no hay necesidad de seguir consagrando el mecanismo de la Corte Suprema. Al final, lo que es importante para los opositores al golpe no es la Corte, sino nuestro libertad. Es posible considerar mecanismos alternativos que limiten al gobierno y protejan la libertad de los ciudadanos. En otras democracias existe una amplia variedad de diferentes mecanismos que protegen la libertad de los ciudadanos y evitan la concentración de poder ilimitado en manos de un solo partido.

Estados Unidos es un claro ejemplo de un país que tiene un completo sistema de frenos y contrapesos, por ejemplo, ¿qué pasa si alguna coalición en la Cámara de Representantes estadounidense tiene una mayoría que apoya negar el derecho al voto a los negros, o prohibir la circuncisión de los judíos? Incluso si tal ley gana una mayoria en la Camara de Representantes, tendra que pasar toda una serie de grandes obstaculos. Ademas de la Camara de Representantes, la ley tambien tendra que pasar por el Senado, que es elegido sobre la base de un sistema completamente diferente. Actualmente, la Cámara de Representantes está controlada por el Partido Republicano, mientras que el Senado está controlado por los demócratas. Y aquellos que conocen las complejidades del sistema estadounidense saben que es probable que una ley tal persona hay que superar el obstruccionismo del filibuster,[3] y para eso no basta una mayoría normal en el Senado, sino que es necesaria una mayoría privilegiada del 60%.

Supongamos que un proyecto de ley haya sido aprobado por el Senado. La carrera de obstáculos no terminaría ahí. El Presidente de los Estados Unidos puede vetar la ley, y se sabe que el Presidente es elegido independientemente tanto de la Cámara de Representantes como del Senado, según un tercer método. Otra limitación es la Constitución de los Estados Unidos. Una mayoría temporal en la Cámara de Representantes no puede cambiar la Constitución, y una ley que niega el derecho al voto a los negros o prohíbe la alianza de la circunsición de los judíos es inequívocamente contraria a la ley.

Y, por supuesto, también hay en los EE. UU. una Corte Suprema. Hemos oído mucho en las últimas semanas que en los EE. UU. los políticos nombran a los jueces de la Corte Suprema. Esto es cierto. Pero en primer lugar, el nombramiento de un juez para la Corte Suprema requiere un acuerdo entre el presidente y el Senado. En segundo lugar, la Corte Suprema en los EE. UU. no es la única limitación al poder del gobierno. Si en Israel le damos a la coalición una mayoría en el comité para nombrar jueces, pero al mismo tiempo establecemos una constitución, establecemos un senado y regulamos el derecho de veto del presidente sobre nuevas leyes, entonces definitivamente hay algo de qué hablar con el gobierno actual. Pero, por supuesto, esto no es lo que el gobierno de Netanyahu está tratando de hacer.

Volvamos a los EE. UU. Digamos que alguna ley extrema de alguna manera logró pasar todas las carreras de obstáculos de la Cámara de Representantes, el Senado, el Presidente, la Constitución y la Corte Suprema. Ese todavía no es el final de la historia. Estados Unidos es una federación. Tiene 50 estados, y cada uno de ellos tiene su propia Cámara de Representantes, Senado, Gobernador, Constitución y Corte Suprema. Existen importantes restricciones a la capacidad del gobierno federal de interferir en los asuntos internos de los 50 estados. Si aquellos que quieren que los políticos en Israel elijan a los jueces supremos están dispuestos a la vez a convertir a Israel en una federación de distritos autónomos, esto también es algo de lo que los opositores al golpe estarán encantados de hablar.

Algunos dirán que Estados Unidos tiene demasiados frenos, lo que hace que sea muy difícil hacer cambios positivos y administrar el país. Pero estaría bien que tuviéramos al menos dos o tres frenos. A día de hoy solo tenemos un freno. Por razones históricas no se pudo redactar una constitución en Israel, no tenemos senado, ni obstruccionismo filibuster, el presidente no tiene derecho de veto ni federación. El único límite que nuestros padres y madres fundadores crearon sobre el poder de la coalición gobernante es la Corte Suprema.

Esta singular situación, en la que la Corte Suprema es el único mecanismo que limita al gobierno, da respuesta a una de las preguntas más comunes que se escuchan estos días: “¿Por qué se recurre a la Corte Suprema por todo asunto, y por qué la Corte Suprema interfiere en todo asunto?” Si se aprueba una ley que discrimina a las mujeres, o si un funcionario del gobierno nos acosa, o si el gobierno decide construir un basural en la reserva natural junto a nuestra casa, recurrimos inmediatamente a la Corte Suprema. Esto sucede porque simplemente no tenemos otro lugar al que recurrir, lo que definitivamente no es una situación ideal. Hubiera sido mejor establecer límites adicionales al poder del gobierno. Es como un automóvil que solo tiene un freno y alguien quiere desactivar ese freno por tener demasiada potencia. Más bien, primero agreguemos algunos frenos más y luego liberemos un poco la presión sobre ese freno. ¿Pero solo para neutralizar el único freno y no para crear ningún otro mecanismo de frenado? Esta es una receta segura para el desastre.

¿Qué pasa con las elecciones?

Un argumento muy difundido es que la descripción anterior es inexacta, porque ignora la existencia de un mecanismo importante que pone límites al gobierno. Estas son, por supuesto, las elecciones. Si durante cuatro años un gobierno aprueba leyes y realiza acciones que no gustan al público, luego de cuatro años el público las reemplazará. Si hay elecciones periódicas, ¿por qué necesitamos más frenos?

Es difícil saber si quienes hacen esta afirmación son inocentes o depravados. Pero está claro que en una situación en la que nada limita al gobierno, entonces nada le impide cambiar el sistema electoral a su antojo, para asegurarse de que el público nunca pueda reemplazarlo. Hay muchos ejemplos de países como Rusia e Irán, donde se realizan elecciones periódicas, pero estas elecciones son un ritual dictatorial y no un mecanismo democrático.

Puede que manifestaciones y huelgas no remuevan a la coalición, pero dan un empujón a los jueces del Tribunal Superior y a los miembros de las fuerzas de seguridad para hacer lo correcto.Es fundamental que cientos de miles de personas estén en las calles para decir en una voz clara: estamos con ustedes y esperamos que protejan la democracia

En las últimas semanas hemos comprobado que el Likud y el partido Judaísmo Bíblico buscan posponer las próximas elecciones en Israel de 2026 a 2027, mediante una interpretación creativa de la Ley fundamental: el Parlamento. El parlamentario Eliyahu Rabivo del Likud presentó otro proyecto de ley que permitiría, bajo ciertas condiciones, dar un regalo de 12 mandatos adicionales a los partidos de la coalición. Sí, sí, el público elegirá a 120 miembros de la Knesset, y la coalición recibirá un regalo del cielo de otros 12 miembros de la Knesset. Simplemente así, porque es posible. En ausencia de un límite Con el poder de la coalición, también puede prohibir que los partidos de oposición participen en las elecciones, negar el derecho al voto de comunidades enteras, o aprobar una ley según la cual para gozar del derecho al voto, primero se debe firmar una declaración de lealtad, que la propia coalición redactará.

De hecho, si no hay límite al poder de la coalición, ni siquiera es necesario aprobar leyes para sesgar el resultado de las elecciones. Las regulaciones y órdenes ministeriales serán suficientes. Por ejemplo, el Ministro de Seguridad Nacional puede anunciar que, lamentablemente, no puede proporcionar la seguridad adecuada a los centros electorales de las comunidades árabes, por lo que los residentes de Um al-Fahm que quieran votar tendrán que viajar a Hadera, y los residentes de Shefaram solo podrán votar en Kiryat Ata. Los israelíes son personas creativas, y si no hay restricciones sobre ellos, los miembros de la coalición inventarán mil y un trucos para inclinar el resultado electoral a su favor. Si no hay límite al poder del gobierno, no habrán elecciones democráticas.

¿Qué pasa con el poder de la Corte Suprema?

Otro argumento difundido es que aunque el poder ilimitado del gobierno suena como algo muy aterrador, el poder ilimitado de la Corte Suprema no es menos aterrador. Según esta afirmación, las leyes que el gobierno está tratando de aprobar tienen la intención de privar a la Corte Suprema de su poder ilimitado del que ha disfrutado en las últimas décadas.

Incluso en este caso, no está claro si quienes hacen esta afirmación son inocentes o depravados. ¿Qué significa que la Corte Suprema tenga un poder ilimitado? Su poder es muy limitado. Juguemos a las “20 preguntas”. ¿Cuál de las guerras de Israel fue declarada por la Corte Suprema? ¿Qué operación militar comandaron los jueces de la Corte Suprema?, ¿Qué acuerdo de paz firmó la Corte Suprema? ¿Qué presupuesto anual preparó y aprobó la Corte Suprema? ¿Qué ciudad de Israel construyó la Corte Suprema? ¿Cuál es el plan de la Corte Suprema para resolver la crisis de la vivienda en Israel?¿Cuál es el plan de la Corte Suprema para resolver la crisis ecológica? Quizás no haya necesidad de las 20 preguntas, ya que el punto es claro. La Corte Suprema no tiene un poder ilimitado A diferencia del gobierno, el Tribunal Superior no puede declarar la guerra o hacer la paz; No controla el presupuesto y no construye ciudades; Y no puede resolver la crisis de la vivienda ni la crisis ecológica.

Es el gobierno el que controla el formidable aparato ejecutivo del estado. Cientos de miles de soldados, policías y funcionarios son reclutados y financiados por el gobierno y obedecen a sus órdenes. Este mecanismo ejecutivo otorga al gobierno el poder de declarar la guerra y hacer la paz; transferir presupuestos y construir ciudades; y resolver la crisis de la vivienda y la crisis ecológica (si así lo quiere). La Corte Suprema de Justicia no controla ningún mecanismo ejecutivo similar, no en vano a lo largo de la historia existen muchos ejemplos de dictaduras instauradas por gobiernos, y en contraste es muy difícil encontrar un ejemplo de dictadura instaurada por un tribunal. El tribunal simplemente no tiene el poder para hacerlo. Aquellos que insisten en que el tribunal tiene un poder ilimitado, probablemente no entiendan el significado de la palabra “poder”, o el significado de la expresión “ilimitado”.

En casos excepcionales, la Corte Suprema tiene el poder de obligar al gobierno a actuar, cuando no cumple con sus obligaciones legales para con los ciudadanos. Por ejemplo, en 2007, la Corte Suprema obligó al estado a completar la operación de construcción de refugios para aulas en la Franja de Gaza, aunque incluso en este caso fue el propio gobierno el que inició la acción, y la Corte Suprema solo se aseguró de que el gobierno implemente la decisión que él mismo había tomado. Pero en la gran mayoría de los casos, el poder de la Corte Suprema es solo preventivo. Cuando alguien en la poderosa maquinaria ejecutiva del gobierno, desde el primer ministro hasta el último funcionario, hace algo que consideramos injusto, podemos acudir a la Corte Suprema y pedirle que los detengan y nos protejan.

Aparentemente, parecería tener un poder casi ilimitado. Pese a aque la Corte Suprema de Justicia no pueda tener mucha capacidad de iniciativa, ¿no es excesivo que pueda detener cada acción y decisión del gobierno? ¿No le da eso la capacidad de paralizar completamente al país? Bueno, en honor a la verdad, no. El ministro Ben Gvir se jactó recientemente de que toma 90 decisiones por día. Quizás sea cierto. Pero supongamos por un momento que exagera, y que solo toma nueve decisiones al día. Al igual que Ben Gvir, también lo hace el Ministro de Relaciones Exteriores y el Director General del Ministerio del Interior, y el jefe del departamento de presupuestos, y cientos de miles de otros servidores públicos toman también nueve decisiones diarias. Eso se traduce en más de un millón de decisiones al día. En teoría, es posible presentar una petición a la Corte Suprema todos los días por todas y cada una de estas millones de decisiones, pero ¿alguien se imagina que esto es práctico?, y 15 jueces del Alto Tribunal pueden realizar un millón de audiencias todos los días que terminarán con un millón de presiones de frenos? La verdad es que el Tribunal Superior utiliza su capacidad para invalidar leyes o detener decisiones gubernamentales en raras ocasiones. En toda la historia de Israel, sólo 22 leyes o componentes de leyes han sido invalidados por el Tribunal Superior.

Entonces, si bien es cierto que en relación con otras cortes supremas, nuestra corte tiene todavía un gran poder, eso se debe a que el Estado de Israel no ha creado ningún otro mecanismo que limite al gobierno. Los estados muchas veces no llegan a la Corte Suprema porque se detienen en otro lugar, como el Senado o el gobernador de California o la Cámara de Representantes de Texas. Sería ideal que tuviéramos más frenos, pero antes de neutralizar a la Corte Suprema, instalémoslos primero.

¿Es la Corte Suprema el protector de las élites?

Otra historia que circula sostiene que la Corte Suprema es un mecanismo que preserva el poder de las élites e impide que se cierren las brechas sociales en Israel. No hay duda de que existen grandes brechas sociales en Israel y que deben cerrarse lo más rápido posible, pero ¿es la Corte Suprema la que está impidiendo el cambio? ¿Qué leyes se sabe que aprobó el parlamento para reducir las disparidades sociales, y vino la Corte Suprema y las invalidó? De las 22 leyes invalidadas por la Corte Suprema, la única que tal vez podría describirse como una ley cuyo propósito era reducir las disparidades sociales fue la Ley del Impuesto a la tercer propiedad inmueble, y el motivo de su inhabilitación fue por un procedimiento legislativo impropio.

Hubiera creído el cuento sobre la “Corte Suprema que protege a las élites” si el gobierno de Netanyahu no hubiera comenzado su mandato con un intento de eliminar a la Corte Suprema, sino con un paquete integral de leyes para reducir las disparidades sociales, y solo luego haya venido la  Corte Suprema a rechazar estas leyes. Si ese fuera el caso, entonces cientos de miles de personas saldrían a las calles a protestar contra la Corte Suprema, no contra el gobierno. Lo que parece mucho más probable es que el gobierno de Netanyahu esté tratando de eliminar a la Corte Suprema porque quiere obtener un poder ilimitado para sí mismo y está buscando alguna excusa para justificar su movida dictatorial.

¿Qué es la democracia?

En una visión más amplia, lo que está sucediendo actualmente en Israel se deriva de una falta de comprensión de lo que es la democracia. Demasiadas personas en el gobierno, en el parlamento, en los medios y en la calle piensan que la democracia es simplemente la tiranía de la mayoría. Piensan que una vez que el 51% de los funcionarios electos quieren algo, entonces no hay nada que los limite. Pero esto no es una democracia.

Si el 51% de los votantes quiere cerrar todos los medios de comunicación de la oposición, ¿es eso legal?

Si el 51 % de los votantes quiere privar del derecho al voto al otro 49 %, ¿se les permite hacerlo?

Si el 51% de los votantes, o incluso el 99% de los votantes, quiere enviar al 1% restante a campos de exterminio y exterminarlos, ¿es democrático hacer tal cosa? Hace unos días, Uganda aprobó una ley que impone la pena de muerte a las personas LGBT. La ley fue aprobada con una mayoría de 387 partidarios, contra dos opositores. ¿Es esta una ley democrática?

Tales medidas no son democráticas, porque la democracia no es la tiranía de la mayoría. La democracia es el gobierno del pueblo. Y el pueblo también incluye a la minoría. Los portavoces de la propaganda de este gobierno, y de los regímenes dictatoriales a lo largo de la historia, afirman que solo la mayoría es el pueblo, mientras que la minoría no es parte del pueblo. Afirman que la minoría es una élite descontenta, o un puñado de traidores, o agentes extranjeros. Esto no es verdad. Todo el pueblo del país es pueblo, tanto la mayoría como la minoría. Y en una democracia, incluso las minorías, incluso las minorías muy pequeñas, tienen derechos.

En una democracia, por supuesto, la mayoría tiene enormes derechos. La mayoría de las personas tienen derecho a establecer un gobierno como mejor les parezca y a establecer las políticas que deseen en una gran variedad de campos. Si la mayoría quiere la guerra, vamos a la guerra. Si la mayoría quiere la paz, hacen la paz. Si la mayoría quiere aumentar los impuestos, aumenta los impuestos. Si la mayoría quiere bajar los impuestos, baja los impuestos. Si la mayoría quiere aumentar el presupuesto de educación a expensas del presupuesto de defensa, eso es lo que hacen. Si la mayoría quiere lo contrario, hace lo contrario. Está en manos de la mayoría decidir muchas cosas. Pero hay dos lugares a los cuales las manos de la mayoría no deben penetrar. Hay dos canastas de derechos que se protegen de la mayoría.

Una canasta tiene derechos humanos, como el derecho a la vida. Incluso si el 99% de la población quiere destruir el 1% de la población, en una democracia esto no está permitido, porque viola el derecho humano más básico: el derecho a la vida. Hay otros derechos en la canasta de los derechos humanos, como la libertad de expresión, la libertad de religión y la libertad de circulación.

Una segunda canasta es la canasta de los derechos civiles. Estas son las reglas básicas del juego democrático. Un claro ejemplo es el derecho al voto. Si a la mayoría se le permitiera negar el derecho al voto de la minoría, entonces en una democracia sólo habría un sistema electoral. Los ganadores de esa elección negarían inmediatamente el derecho al voto a los perdedores, y que la paz sea con Israel y se pase a otra cosa. Para que haya democracia, la mayoría no debe tocar la canasta de los derechos civiles, a menos que la minoría también esté de acuerdo en hacer algún cambio allí.

Por supuesto, en una democracia es posible llevar a cabo largas discusiones sobre la cuestión de cuáles son los límites de los derechos humanos y los derechos civiles. Incluso el derecho a la vida tiene límites. Hay países democráticos donde hay pena de muerte. En casos extremos el Estado se permite negar el derecho a la vida criminal. Y cada país se permite declarar la guerra y enviar gente a matar y ser matada. Entonces, ¿dónde pasa exactamente la línea del derecho a la vida?

También hay largas discusiones sobre la cuestión de qué derechos están incluidos en las dos canastas. ¿Quién determinó que la libertad de religión es un derecho humano básico? ¿Debería definirse el acceso a Internet como un derecho humano en estos días? ¿Y los derechos de los animales? ¿O los de la inteligencia artificial?

No resolveremos aquí estas cuestiones. El mundo es un lugar muy complejo. Precisamente porque el mundo es complejo y no existen respuestas simples y absolutas a preguntas tan fundamentales, una democracia sana es un completo sistema de pesos y contrapesos, en el que ningún partido puede decidir por sí solo qué son los derechos humanos y qué los derechos civiles.

¿De dónde vienen los derechos?

También puede preguntarse de dónde provienen todos estos derechos. No vienen del cielo, ni de las leyes biológicas. Los derechos humanos y civiles no están escritos en nuestro ADN, los derechos humanos y civiles son algo que los propios seres humanos inventaron, en un largo proceso de prueba y error, para formar la base de una sociedad pacífica y próspera. acuerdo amplio entre la mayoría y la minoría. Pero, ¿por qué la mayoría estaría interesada en un acuerdo tan amplio? Incluso si necesitamos algún tipo de derechos humanos y civiles, ¿por qué la mayoría simplemente no ignora la opinión de la minoría y decide por ella misma lo que se incluirá en la canasta de los derechos humanos y la canasta de los derechos civiles? Hay tres razones para ello.

En primer lugar, toda persona en su sano juicio entiende que el hecho de que en un determinado tema forme parte de la mayoría, no garantiza que en otro tema no se encuentre en minoría. Cierto, hay minorías de las que nunca seré parte. Pero todos nosotros, si vivimos lo suficiente, envejeceremos y heredaremos, y formaremos parte de la minoría de personas con discapacidades. Por lo tanto, aun cuando seamos jóvenes y saludables, debemos garantizar los derechos de las personas con discapacidad. Y si bien este es un ejemplo predecible, hay muchos ejemplos menos predecibles. Quizás durante años fui parte de la mayoría en mis puntos de vista sobre el conflicto israelí-palestino, pero de repente, cuando estalló la epidemia de coronavirus, inesperadamente me encontré como parte de una pequeña minoría. ¿Y qué sucederá en los próximos años a medida que se perfeccione la tecnología de inteligencia artificial y las computadoras tomen cada vez más decisiones sobre la vida humana? ¿Quizás me encontraré en minoría en la discusión política sobre inteligencia artificial? Entonces, incluso si hoy soy parte de la mayoría, debo establecer fuertes protecciones para los derechos de las minorías.

Una segunda razón por la que en discusiones sustantivas a menudo vale la pena respetar la opinión de la minoría es la profunda sabiduría humana. Al calor del debate, la mayoría siempre quiere pisotear a la minoría y a los derechos de la minoría. Pero en momentos de tranquila introspección, cada persona debe ser consciente de que a veces se equivoca y que debe haber límites a su poder. Aquellos que quieren poder ilimitado son malvados o estúpidos o ambos. Los tontos creen que nunca se equivocan. A los malvados no les importa que puedan estar equivocados. Los hombres sabios saben que a veces se equivocan, les importa y, por lo tanto, les interesan las limitaciones de su propio poder.

La tercera y quizás la razón más importante de todas por la necesidad de la mayoría de obtener el consentimiento de la minoría cuando se trata de las reglas básicas del juego, es el deseo de asegurarse de que la minoría realmente obedezca estas reglas. Cuando la minoría es superada, no tiene por qué aceptar la voluntad de la mayoría. Cuando dos lobos persiguen a una cierva con el objetivo de devorarla, la cierva no se dice a sí misma: “Ellos son la mayoría, yo soy la minoría, así que debo obedecerlos”. Así también cuando la gente trata de atropellar a los demás, y cuando la gente se odia, la minoría no tiene razón para someterse a la voluntad de la mayoría. Si hay muchas personas que me odian, ¿es esa una razón para obedecerlas?

Y conviene recordar que en las guerras civiles muchas veces gana la minoría. Una guerra civil no se lucha con papeletas de voto. En la guerra civil de Siria ganó la minoría Halawi. En la guerra civil de Ruanda, ganaron los pocos Tutsi. En la guerra civil que tuvo lugar en Palestina al final del mandato británico, la minoría judía derrotó a la mayoría palestina.

Por tanto, suele haber muy buenas razones para no atropellar a la minoría, sino para llegar a un acuerdo amplio con ella sobre las reglas básicas del juego y el contenido de la canasta de los derechos humanos y de la canasta de los derechos civiles.

El camino a seguir

Entonces, ¿cómo terminará todo esto? No se sabe, pero una cosa es cierta: no hay forma de volver a noviembre de 2022. En las últimas semanas, descubrimos dos cosas importantes sobre el Estado de Israel que no sabíamos antes. Descubrimos que hay un factor importante en Israel que quiere desmantelar los frenos y contrapesos de la democracia y tomar un poder ilimitado. Y también descubrimos que una gran parte de los ciudadanos israelíes no entienden realmente qué es la democracia y la confunden con la tiranía de la mayoría.

Por lo tanto, hay dos conclusiones importantes ante la crisis actual. Primero, no solo que no debemos debilitar las frágiles defensas de la democracia israelí, sino que debemos agregar defensas más fuertes. Segundo, necesitamos una reforma integral y profunda en el sistema educativo, para que al menos el sistema educativo estatal comience a educar sobre los valores de la democracia y los derechos humanos. Si no, la democracia no permanecerá aquí por mucho tiempo.

¿Como se puede llegar allí? ¿Cómo se puede garantizar la educación para la democracia y cómo se pueden establecer mecanismos de defensa más fuertes para la democracia israelí? Sólo por amplio acuerdo. Será difícil llegar a tal acuerdo sobre la base de una discusión apresurada entre los representantes de la coalición y los representantes de algunos partidos de la oposición, cuando los vientos son turbulentos y cuando el gobierno agita la mano con el arma cargada. La orden del momento es convocar una asamblea constituyente que dé adecuada representación a todos los sectores en Israel y que redacte un nuevo contrato para nuestro país. El gobierno, el parlamento y los tribunales seguirán manejando los asuntos de Israel, y la Asamblea Constituyente creará un nuevo contrato para los próximos 75 años. Si no logramos llegar a un acuerdo amplio sobre un nuevo contrato de este tipo, los días de la democracia israelí están contados. Y sin una infraestructura democrática profunda, los días del Estado de Israel también pueden estar contados.

Hay un paso que muchos de nosotros podemos dar en la preparación de la Asamblea Constituyente. La próxima semana, la mayoría de los israelíes celebrarán el Día de la Independencia y la noche del Séder de Pesaj. Esta es una noche en la que muchas, muchas familias se reúnen para leer textos sobre la libertad. Me gustaría sugerir que en la noche de este séder, todas las familias de Israel lean juntas nuestra declaración de independencia. Y también me gustaría sugerir que además de las cuatro preguntas tradicionales, cada familia en Israel se enfrente con cuatro dificultades adicionales y hablará de ellas tanto como sea necesario, incluso hasta la lectura de los rezos de la madrugada:

¿Qué limita el poder del gobierno?

¿Es sólo la mayoría el pueblo?

¿Qué no le está permitido hacer a la mayoría con la minoría?

¿Y por qué suele valer la pena comprometerse con una minoría?

Que todos tengamos unas felices fiestas de la libertad y que celebremos muchas más fiestas de la libertad en el Estado de Israel. ¡Que el próximo año seamos libres!

Notas:

[1] Reyes, 1, 21. Es una crítica al caso en que una injustica sebasa en otra injusticia anterior.

[2] Se refiere a la intención del nuevo gobierno de dar efecto retrospectivamente, después de que la Corte Suprema haya invalidado una legislación sobre la base de que contradice una ley básica para evitar tal descalificación por la  corte por adelantado.

[3] La pronunciación de discursos dilatorios para evitar se llegue al voto, ya que está permitido al orador hablar cuanto le plazca. Cada partido tiene su candidato a pronunciar tales discursos. Una vez en un reportaje a uno de ellos, dijo que cuando se quedaba sin argumentos, leía el libro de los Salmos. También contó que una vez soñó que estaba ante el podio hablando y cuando se depertó comprobó que realmente estaba prounciando un discurso…

 

Traducción »