Cuatro veces veinte, como designan los franceses en su idílico y gutural idioma, 80 años. Idioma y país de mis ensueños, desde que me enamoré del cine francés y de su exuberante diva, Khaterine Deneuve, en Bella de Día.
Ciertamente, este primoroso 10 abril de 2023, arribamos a esa abultada y entera existencia, repasando los beneficios cuantificables de traviesas y temerarias rutinas, de tantos sueños, miles de recuerdos, nostalgias, alegrías, compromisos. 80 años, una edad a la que nunca creímos llegar, pero el tiempo pasa para todos. Y aquí estamos, arrastrando querencias, sentimientos, esperanzas, antojos. Como diría un filósofo: “procurando experimentar el éxtasis y la exaltación de nuestro propio espíritu, que es la meta final de nuestras metas”.
Un retrospectivo viaje de vida, acercan a mi memoria, hermosas evocaciones de la infancia y primera juventud, allá en Rancho Grande, de mi Mene Grande natal. Fascinante lugar de los primeros pasos, e incursiones de zagaletón de volantines, perinolas, yoyos, trompos, metras, pelota de goma, caucheras, cotizas. Un aluvión de sueños, y cálidos destellos de lejanos arrebatos.
De esos momentos que van y vienen, grafico el trabajo sindical de mi señor padre, Gabino Querales, junto a un aguerrido grupo de compañeros, para la fundación del primer sindicato petrolero de Mene Grande (SOEP-MG- 1960), del cual fue su primer secretario general y un activo forjador de la historia de la clase obrera zuliana.
Rememoro, que de su unión con María Elisa Viloria, mi recordada madre, llegamos al mundo ocho vástagos: Argenis, Ezequiel, Gisela, Rafael, Hugo, Marina, Edgar y Gabino, de los cuales sobrevivimos, mis hermanas Gisela y Marina, y mi persona. Elevo una plegaria al cielo, por el descanso de sus almas, y para agradecerles, por habernos llenado de ese genuino calor de hogar, principios de humildad, de bondad, de tantas vivencias.
De esos recuerdos, me ubico jugando, beisbol, básquet, volibol, fútbol, en el estadio Misoa, o sentado entre amigos, ojeando “Tópicos Shell”, apreciada revista de la compañía Shell de Venezuela, que era esperada con ansias cada fin de mes, por los trabajadores y sus familiares, para enterarse de los eventos de su entorno. Sobre todo, de los juegos e intercambios deportivos Shell, que por años, hizo de Mene Grande, San Lorenzo, Bachaquero, Lagunillas, Tía Juana, Cabimas, y otros campos petroleros zulianos, de Falcón y oriente del país, cantera de atletas de primera línea: El “dream team” del atletismo venezolano.
Recuerdo con nostálgica emoción, la fascinante vista de las sabanas del río Raya, captadas desde el cerro La Estrella, o bajando por la antigua “ peleelojo”, obligada y empinada subida y bajada, que había que cruzar, para poder acceder a la inmensa llanura, e ir a disfrutar de los chapuzones en las refrescantes aguas del río.
Pero no es solo el cielo de París, el que eternamente invita al amor. También los cálidos marullos lacustres, de nuestro lago maracucho contagian y motivan a los cupidos de la tierra del sol amada, al el idílico romance.
De su efervescente contagio, germinó y creció el amor con una hermosa joven de temple y candor: Manuela Rodríguez Luzardo, una maracucha de desbordante dulzura, profundo apego a la devoción de la virgen Chinita, y un recio carácter para doblegar y superar adversidades.
A su amparo, germinó, creció y floreció el regalo más preciado de nuestra unión conyugal: el robusto árbol familiar, Querales Rodríguez, con el prodigio de tres talentosos hijos, que demuestran que valió la pena el largo sacrificio de 10 lustros: Karelly Katiuska, profesora universitaria, con doctorado en Patrimonio Cultural, Karina Idelcy, abogada, y Ezequiel de Jesús, ingeniero de proyectos, nacionalizado noruego, radicado en Stavanguer. Se adhiere al frondoso árbol, la candidez de los nietos Kamila Valentina, Elisa y Matías.-Y por afinidad, la hermandad de los Rodríguez Luzardo, en su señorial residencia de la avenida La Limpia con 77, hoy multiplicada, con una vibrante descendencia dispersa por el mundo.
Tras ese rápido recorrido de vida, estimo como el viejo tango, que 80 años no es nada, apenas una mirada, un espejismo pintado de recuerdos. Que la vida es un regalo que hay que vivir, sufrir, asimilar, y empezar de nuevo cada día. ¡Gracias vida!, por tantas, y maravillosas alegrías. “Je pense que sous le ciel de Venezuela des vents de liberté soufflent” (Pienso que bajo el cielo de Venezuela soplan vientos de libertad).
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