El líder religioso tiende a actuar como si poseyera poderes que lo vinculan con lo mágico y el creer sin cuestionar hace que sus postulados sean aceptados sin mucha resistencia. Al intentar realizar un cambio en el terreno de la praxis, inexorablemente se abraza a la política y el acto político, que representa una transformación práctica, se debe escudar con los elementos propios de una ideología para poder adquirir un estatus de respeto y credibilidad en un contexto social. De ahí que: Religión = magia = política = ideología.
Recorridos en espiral
Una ideología es una chaqueta de fuerza que pone límites al pensamiento, o sea, a la libertad de pensar. Lo ideológico, cuando trata de ser expresado en hechos, se transforma en un acto de carácter político, que puede desarrollar tal nivel de expectativas o esperanzas en las personas, que la promesa política actúa como un intento de materializar soluciones mágicas ante escenarios complejos, en los cuales cualquiera cae por incauto. Esa dimensión fantasiosa y mágica que se desprende de la secuencia que aparece al exponer un conjunto de ideas y tratar de hacerlas reales en el contexto de una expectativa fantasiosa hace que lo político y lo religioso tiendan a ser asumidos y procesados de la misma manera. De ahí que: Ideología = política = magia = religión.
Liderazgos rectos y desviados
Es muy poco lo que se ha avanzado en relación con tratar de dividir lo laico de lo religioso. La razón parte de que son naturalezas similares. Mientras lo religioso usa lo mágico como forma de convencer, por su parte, lo político recurre a la estructura ideológica para que los actos que se ejecuten logren tener sentido de trascendencia y validación, Viéndolo de esta forma, se es propenso a pensar de manera religiosa y de manera política en forma simultánea porque en las profundidades del ser más son las similitudes que las diferencias entre estas instancias. El nivel de responsabilidad social de los liderazgos (políticos o religiosos) es muy alto. De gurúes y salvadores ha estado plagada la civilización. Los maestros espirituales han estado presentes en los más disímiles grupos sociales y muchos se sienten representados y toman decisiones basados en los lineamientos o enseñanzas de estos liderazgos. Por su parte, el liderazgo político, capaz de empoderarse de las carencias y resentimientos atinentes a la condición humana suele hacer promesas que podrían ser irreales, pero en su mundo interior, la persona o los grupos humanos, al verse representados por lo discursivo, lo apoyarán a pesar de que le vean los defectos. Todo lo anterior tiene que ver con el manejo del poder y la forma como se practica en la vida colectiva. El asunto es que el poder tiende a corromper lo humano y el poder absoluto corrompe de manera absoluta.
Maldiciones y bendiciones
En esta cuádruple representación: Religión = magia = política = ideología, como también en su planteamiento reverso: Ideología = política = magia = religión, podemos identificar el problema, pero lo más importante y es el espíritu de asomar estas ideas, hay una representación que, si la miramos con cautela, nos podría ayudar a solucionar aparentes enigmas propios de la condición humana y lo enrevesado que muchas veces se torna la existencia. Tal vez si tratamos de entender que hay fugas hacia adelante que lejos de ayudarnos a serenarnos nos hunden en nuestras propias miserias, podríamos atrevernos usar lentes correctivos para enmendar aquellos aspectos dudosos con las cuales tratamos de atrapar y entender el entorno sin pensar mucho, pero con altas posibilidades de repetir nuestros errores.
El gran salto
Por lo pronto parece muy improbable que el ser humano logre dar un gran salto que lo cohesione en lo relacionado con la manera de asumir las realidades que lo circundan. Los atajos y el camino fácil de no pensar parecieran tender a salirse con las suyas. La aspiración y apuesta por la tecnología, lejos de humanizar al hombre, sigue contribuyendo a su despersonalización y alejamiento de esa cosa que todavía nos hace tener sensibilidades y dar muestras de solidaridad aun en los escenarios más agrestes. Lo tecnológico, producto humano al fin, también tiene aspiraciones en las cuales se intenta acoplar lo político, lo ideológico, lo religioso y lo mágico. No es raro que lo que creíamos pensar que sería la solución, termine por convertirse en el problema. De esas banalidades y barbaridades va de la mano el siglo que corre, a veces con la apariencia de una carrera vertiginosa hacia un futuro de incertidumbres y en otras ocasiones como una suerte de apuesta por lo más insulso de lo civilizatorio. Esa doble sensación de avance y caricaturización de los logros no tiene nada de original. En sentido estricto, podríamos pensar que, salvo por la velocidad, la originalidad de lo humano es nuevamente un gran fraude al cual se intenta abrazar un conglomerado ávido de respuestas y soluciones. Para allá vamos.
@perezlopresti