Como las noticias se solapan unas a otras de forma vertiginosa sin dar tiempo a analizarlas con calma y, mucho menos, a valorar los resultados posteriores, pues hablar de algo ocurrido la semana pasada está desfasado. Sin embargo, me parece interesante hacer hincapié de nuevo en la visita de Pedro Sánchez a China, invitado por Xi Jinping.
Más bien, me parece relevante el papel internacional que el presidente Sánchez está realizando, porque, con total seguridad, es el presidente español que tiene mayor presencia internacional. Seguramente, se deba a que es un líder político de la actualidad, de nuestro siglo global e internacionalizado, con dominio de idiomas, que no le asusta moverse fuera de nuestras fronteras, y que no siente pereza “estratégica” de tener que conversar, dialogar y negociar con otros líderes. Me perdonarán, pero no imagino a Feijóo realizando ese papel internacional, y más, cuando su salto de la política autonómica gallega a la nacional le está creando bastantes desajustes.
Lo cierto es que, se quiera reconocer o no, Sánchez terminará esta legislatura con una magnífica nota en política internacional: desde la energía con la tan brillante “excepción ibérica” y el control del mercado energético, la deuda común de fondos de recuperación, el esquema de los ERTE, la coordinación en pandemia, a la celebración de cumbres como la OTAN (reconocida por todos los mandatarios), a la negociación del gasoducto Midcat, entre otras cosas.
Aún recuerdo la invitación especial del canciller Olaf Scholz para que Sánchez participara en la reunión del Consejo de Ministros de Alemania.
En España, hemos vivido políticamente habituados a que cualquier visita internacional nos pareciera un éxito. Un poco al estilo “Bienvenido, Mr. Marshall”. Por eso, me parece ahora tan necesario reivindicar que los papeles se han invertido y, en un momento que Europa está pasando una difícil situación, tenemos al frente de España un presidente de gobierno que saber moverse en los círculos internacionales como pez en el agua. De ahí, las palabras de afecto y de reconocimiento de tantos líderes internacionales.
Mientras Sánchez junto al rey Felipe asiste a la XXVIII Cumbre Iberoamericana, a Feijóo solo se le ocurre contraatacar con una predicadora, y aprovechar para insultar, como siempre, la acción de gobierno y a su presidente.
Lo mismo ocurrió en la visita a China, donde Feijóo salió de inmediato a decir que Sánchez “despreciaba la cultura china por no visitar la exposición que se organiza en Alicante”, ¿de verdad se puede ser tan cutre?
Su visita a China tiene más importancia de lo que puede parecer, le pese a Feijóo y al PP (y deberían saberlo sus asesores eurodiputados).
En primer lugar, se conmemoran los 50 años de las relaciones diplomáticas entre China y España, reforzando sus relaciones bilaterales. Un detalle de Xi Jiping invitar al primer presidente europeo a Sánchez. Posteriormente, está prevista la visita de otros mandatarios, pero Sánchez ha sido el primero marcando además su posición.
En segundo lugar, el orden mundial está excesivamente alterado y monopolizado, como no puede ser de otra manera, por la invasión a Ucrania. Fue el tema estrella, y Sánchez no lo eludió, sino al contrario. Dijo bien claro (no necesitó que fuera más alto) “el rechazo total y rotundo” al uso y amenaza de armamento nuclear, y “el respeto de la integridad territorial”, que está “violentando Putin con su guerra”. De la misma forma, le insistió a Xi Jinping para que acepte la visita a Kiev emitida por el presidente de Ucrania.
En tercer lugar, no olvidemos que Pekín está también realizando pasos en la convivencia internacional como la firma del acuerdo entre Irán y Arabia Saudí, así como la presentación en Moscú de un plan de doce puntos en busca de terminar con la guerra. Y, aunque los puntos no sean del total agrado de la UE y menos de Ucrania, lo cierto es que el diálogo y la negociación son necesarios, y España es uno de los países de la UE que más defiende la negociación.
En cuarto lugar, China es el principal socio comercial de la UE desde 2021, como señala El Orden Mundial. Los países europeos importan de China el doble de lo que exportan, por lo que para la UE es esencial adecuar convenientemente las relaciones mutuas, y aquí, el papel de Sánchez está siendo importante.
Dicho todo eso, ¿por qué se quiere menospreciar la trascendencia del papel internacional de Sánchez dentro de nuestro país?
Hay varias razones, si se les puede llamar “razones” porque más bien corresponde a estrategias o emotividades. Al PP no le interesa reconocer nada de los éxitos de Sánchez, aunque sean buenos para el país y sean cuestiones de Estado; además, el PP, salvo el bochornoso papel de Aznar con Bush en la guerra de Irak en contra de toda la comunidad internacional, no se ha destacado nunca por su papel europeo, más bien parece que los Pirineos siguen siendo una frontera infranqueable.
A esto le acompaña siempre las voces mediáticas de derechas, cuya imaginación para retorcer a veces las noticias son sorprendentes.
Sin embargo, no es tan solo una cuestión estratégica política sino fundamentalmente cultural. Podemos remontarnos a principios del siglo XX para ver los encendidos debates acerca de si debíamos ser europeos o recluirnos en nuestras costumbres. Y la llegada del franquismo fue toda una ruptura con la Europa democrática.
Ese acervo cultural que aún mantienen bastantes líderes políticos de la derecha española no solo muestra desconocimiento y falta de preparación ante un mundo globalizado y ante una generación de jóvenes sin fronteras, sino que denota mucho complejo.