La rivalidad entre los dos gigantes planetarios, Estados Unidos y China, pasa uno de sus peores momentos. Taiwán es el motivo. Pekín acaba de dar un paso contundente: Demostrar en la escena global su determinación a cercar y bloquear militarmente a la isla en el caso de que Taipei active y acelere su aspiración independentista.
Lo que los enfrenta esta vez es el encuentro programado de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, y una delegación parlamentaria de los dos partidos representados en el Congreso de Estados Unidos junto con el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy.
La mandataria taiwanesa fue la primera en declarar a la prensa que Taiwán “no está sola gracias al apoyo estadounidense”, pero fue más lejos aún al decir: “Encontraremos vías para que los pueblos de Estados Unidos y Taiwán colaboren para promover la libertad económica, la democracia, la paz y la estabilidad”.
China ya había advertido el malestar que tal encuentro les producía por ser Taiwán una de las prioridades nacionales. Inmediatamente después del impasse, tanto la Cancillería como el Ministerio de la Defensa dejaron saber que la reunión citada «vulneró gravemente el principio de una sola China«, de acuerdo con el cual ningún país puede mantener relaciones simultáneamente con Taipei y Pekín.
Por su lado, los americanos no solo auparon y programaron la reunión desde su Poder Legislativo. El Ejecutivo esta vez también se pronunció a través de su canciller, quien argumentó que “Pekín no debería utilizar este encuentro como excusa para tomar medidas que incrementen las tensiones, que presionen un poco más para ir cambiando el status quo” entre China y Taiwán. Las represalias chinas no tienen para Washington, pues, un asidero razonable.
La hora no es buena para que otro desaguisado venga a ahondar las diferencias entre las dos potencias. Nada está ocurriendo por obra del azar. Washington tiene bien claro que el tema de la independencia de Taiwán es el núcleo de los intereses fundamentales de China. Más de una vez la alta oficialidad del coloso de Asia ha manifestado que se trata de una línea roja que no debe cruzarse en las relaciones sino estadounidenses. En Norteamérica se hace caso omiso de este requerimiento.
Taipei, desde su trinchera, se vale del serio malestar que viene fraguándose en el ánimo norteamericano por la posición de apoyo que China adelanta a Vladimir Putin para poner a los partidos a jugar peligrosamente de su lado.
Y en Washington no dejan pasar la ocasión para hacerle saber a Pekín que a pesar de que no apoyan abiertamente la independencia de Taiwán, le seguirán proporcionando armas para la defensa de su integridad territorial. No es un secreto que en enero de 2022 fueron tan lejos como aprobar su Taiwan Security Assistance Initiative para acelerar la capacidad de respuesta militar asimétrica de la isla e impedir una eventual invasión de China.
No cabe duda de que en esta ocasión el Partido Comunista ha querido ir más lejos que nunca. El actual simulacro es considerado por los expertos militares como un ensayo general de un bloqueo territorial desde el mar. Este busca convencer a Taipei de la inutilidad de un despliegue militar de su lado y a terceros de la inconveniencia de interferencias externas en lo que consideran un tema puramente doméstico.