Si lo pensamos con sentido común y con objetivos de solidaridad global, de comercio internacional y de cooperación entre continentes, la lógica está a favor de Pedro Sánchez en su intento de buscar un acuerdo comercial con Latinoamérica con el tratado UE-Mercosur.
A quién le digas qué le parece este tratado, dirá inmediatamente que por qué no se ha hecho ya. En cambio, cuando lo piense dos veces, desde la óptica nacional, empezará a ver problemas, como ya ha hecho Francia u otros países europeos, y entonces surgirá la reflexión: “qué hay de lo mío y cómo me afecta a mí”.
El egoísmo nacional es legítimo y comprensible. Hay que defender a “los nuestros”, pero esta posición no nos lleva a construir un mundo más equilibrado y justo.
¿Sabemos realmente cuál es la situación de Latinoamérica?
El Instituto Elcano ha hecho un estudio detallado y exhaustivo sobre la situación de este continente, del que podemos destacar, a grandes rasgos, algunas cuestiones:
Es un continente compuesto por 20 países, con unos 20.000 km2 (dos veces más lo que supone China y la Unión Europea).
Con una escasa conexión entre el Norte y el Sur porque los Andes la separan, lo que dificulta mucho el contacto y comercio interior en el propio continente.
Ni un solo país de América Latina está en el top 20 a nivel comercial-político, es decir, no tienen presencia exterior. Son irrelevantes. No condicionan, ni preocupan, ni “molestan” en la política exterior.
Su población está estancada, y salvo Brasil y México, ninguno aparece en el top 20 de población.
Es una región problemática, donde la economía no acaba de progresar, que se ha globalizado poco.
Dispone de grandes reservas naturales, por ejemplo, Chile tiene el 43% de las reservas mundiales de litio. Es el continente con más reservas del mundo. Pero esto no le otorga ninguna capacidad económica y política.
Sus problemas son: la corrupción, la violencia y la desigualdad. Es la región más violenta del mundo. De las 50 ciudades más violentas del mundo, 42 están en América Latina.
Es la región más desigual del mundo. La desigualdad ha crecido esta década pasada, hundiéndose la clase media y repuntando la pobreza entre los indígenas.
Su gran problema: no disponen de Estados fuertes. Sus Estados son débiles y fallidos. Eso hace que, aunque exista un fuerte sentimiento a favor de la democracia, aumente de forma considerable la opinión ciudadana en las que ya no importa un gobierno no democrático si es eficaz (más de la mitad de la población lo piensa así).
Conclusión:
Bajo estas condiciones, habrá quien piense que no es nuestro problema atender a América Latina ni negociar con ellos. En cambio, muchos pensamos que, como ciudadanos del mundo, no podemos seguir negando una realidad dramática y condenando al ostracismo, la indiferencia, el aislamiento, la pobreza y la desigualdad, al infierno, a todo un continente.
Tampoco nos equivoquemos porque, junto a un sentimiento de responsabilidad, existe también la contrapartida para la Unión Europea.
Un acuerdo comercial con América Latina será beneficioso a medio plazo para Europa. Quizás en el primer momento suponga una reestructuración en determinados sectores económicos, pero, a medio plazo, Europa necesita también suministradores de ciertas materias primas, al tiempo que poder exportar servicios y bienes elaborados. Los acuerdos comerciales tienen sus beneficios mutuos.
El primer gran beneficio sería el ahorro para la UE del pago de aranceles de más de 4.000 millones de euros, según estimaciones oficiales.
Mercosur puede suponer una ventana de oportunidad para Europa y América Latina: para garantizar, como otras veces ha sido a lo largo de la historia, la prosperidad y la paz social bajo la base del comercio y el intercambio.
Europa necesita oxígeno y nuevos socios internacionales. Y América Latina necesita una oportunidad.