Juventud, divino tesoro… Pablo Neruda no se equivocó cuando afirmó que los jóvenes conforman la riqueza más significativa en cualquier rincón del planeta Tierra, y además, en cualquier tiempo. La historia igualmente lo reseña. Y mire usted la cantidad de talento jóvenes que han existido y existen en el esférico. Innumerables. Las acciones de millones de jóvenes han significado, para sus respectivos países, un cúmulo de satisfacciones. En cualquier área del conocimiento humano, los jóvenes han mostrado una capacidad enorme de talento. Se han destacado en la economía, en lo social, en la política y hasta en la lucha por defender su Patria. Han derramado su sangre a costa de liberar el territorio que les vio nacer. Allí están los docentes y trabajadores públicos exigiendo lo que la ley establece: “un salario digno”. Y solo reciben mentiras, “bonos”, “bonos” y más “bonos”. Acompañados de un inmisericorde “cesta ticket”, o una “bolsa clap” con alimentos sin nutrientes efectivos. Muchos son las naciones donde nuestros jóvenes han marcado la diferencia. En todos los Continentes está la presencia de esa juventud pensadora, capaz, vertiginosa, emblemática, segura de sí misma. La batalla por alcanzar la gloria aun no ha terminado. Ya lo señalaba nuestro Libertador: “La gloria está en ser grande y en ser útil”. Es decir, el mensaje de Simón Bolívar es claro. Si no somos útiles a la Patria, a la sociedad, la gloria es efímera, temporal. Y sin ir muy lejos, tenemos, por ejemplo, a Gustavo Dudamel, que ha llevado por el mundo sus dotes de gran músico. Mostrando que en Venezuela si hay talento.
No obstante, el deber ser de cualquier ciudadano que haya entendido que para lograr lo que significa ser útil al País, es necesario y obligatorio, preparase académicamente. Es decir, la academia y la familia son la vía para desarrollar actitudes y capacidades cognitivas que lo hagan trascender. Pienso que no solo es la familia, sino el Estado, el régimen de turno, quien tiene el deber y la obligación de velar por el ciudadano. Somos los últimos en los peldaños de esa gran escalera como es la educación. Lástima. A propósito de ello y lo repito para la reflexión, hace poco tiempo estuve de visita en la ciudad de Peribeca (Táchira) y observé a un gran número de jóvenes libando licor. Igualmente, vimos deambulado por la plaza y por sus calles, a un grupo de jóvenes amanerados, homosexuales pues. Los conté. 14 en total. Un promedio de 15 a 16 años de edad. Las miradas de las personas se centraban en esos adolescentes. Estaban acompañados por un grupo de muchachas con igual promedio de edad. Alguien comentaba que eso era “el pan de cada día” en muchas ciudades del país. Cabe preguntarse entonces: ¿Y qué hace el estado venezolano para erradicar o al menos minimizar ese mal? ¿Quién es el ente responsable del rescate de la juventud en apuros? Sabemos que la familia debe cumplir su rol. Pero cuando ya es demasiado tarde, ¿a quién le corresponde “salvar” a esa juventud en despistada? Sin duda alguna, al régimen de turno. Pero se empeña buscar disque el “hombre nuevo”. Por Dios.
Pero vamos más allá. En la juventud que cursa estudios en las instituciones educacionales del País, igualmente existen problemas. Unos menos que otros, pero los hay. Entonces cabe la pregunta de rigor: ¿Quién es el o los responsables de que algunos de nuestros jóvenes estudiantes tengan un comportamiento si se quiere mediocre? Claro que hay excepciones como las que escribí al principio de este escrito. Me comentaba un amigo profesor la siguiente reflexión: “que gana un maestro con enseñarle valores morales a sus estudiantes, si éstos, al llegar a su hogar, se encontraban con escenas desgarradoras: padres borrachos, madres reclamándole al marido airadamente; programas televisivos con mujeres cuasi desnudas; palabras obscenas y los mismísimos políticos halándose de las greñas con palabras soeces que perturban mucho más la mente de nuestros jóvenes”. Quien esto escribe, y parafraseando al Libertador, pienso que cualesquiera que sean los días que la providencia me tenga aún destinados, hasta el último de ellos, serán empleados al servicio de la educación venezolana. Y que la modestia no me cubra. Falta una profunda reflexión para que en nuestra juventud no esté en aprieto.
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