En estos artículos hemos venido desarrollando una propuesta de cambio en el sistema político venezolano, que materialice un Estado Ciudadano, lo cual nos obliga a revisar las corrientes modernas que han surgido con ocasión a los cambios que exige el espíritu de estos tiempos de siglo XXI (Zeitgeist), en cuanto las nuevas formas de relacionamiento social y de gobernar. Nuevas corrientes donde se encuentran los actores políticos, cuando me refiero a políticos no es sólo los partidos políticos, exclusivamente, son: asociaciones, grupos, consejos comunales, gremios, sindicatos, universidades, iglesias… las fuerzas vivas, que llaman; en la acción social. A los cuales hacen referencia las corrientes académicas que lanzan alertas a las administraciones públicas para que sean más abiertas a la sociedad, de allí menos corruptas y más transparentes, como son: Capital Social, Gobernanza, Gobiernos Abiertos, Buen Gobierno, Administración Deliberativa...
De ellas queremos comenzar con el Capital Social, en razón a que allí radica el sustento de nuestro planteamiento. Un concepto que ha puesto su atención en el beneficio que se obtiene de las relaciones interpersonales o grupales. Iinicialmente identificadas por Lyda Judson Hanifan, al detectar que los graves problemas sociales, económicos y políticos en las comunidades en las que trabajaba sólo podían resolverse reforzando las redes de solidaridad entre los ciudadanos.
Entonces de eso se trata: redes de solidaridad interpersonales y grupales. El problema es que esa tela de araña no se produce por generación espontánea, requiere de condicionantes valorativos y culturales para que la construya.
Cuando hablamos de valores centramos la atención en la solidaridad y el reconocimiento y cuando nos referimos a lo cultural debemos comenzar en el ejercicio de acciones que se repitan, que constituyan hechos sociales. Se trata de cambiar el chip al abandonar el individualismo y la viveza criolla, para comenzar a transitar la senda del colectivo, de lo que nos importa a todos. Siguiendo, con ello, la posición de Fukuyama, quien ha establecido que la cultura impacta pues “…ciertos rasgos culturales determinan la estructura económica de una sociedad…”. Así, que el Capital Social “…no surge de la idea de una persona sino de las costumbres…”, donde se impone la fuerza de las tradiciones, modo de hacer las cosas en el seno del grupo. Es la actividad ciudadana de vigilancia y control, en el bien común, para el logro de objetivos comunes.
La otra piedra en los zapatos de la sociedad venezolana es la confianza. En razón a que los niveles de desconfianza son históricamente: muy altos. Y para demostrarlo traigo a colación los estudios de latinobarómetro que a la afirmación de “uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con los demás” 1996: 85.7%; 1997: 87,0%; 1998: 83,0%; 2000: 81,8%; 2001: 81,7%; 2002: 80,4%; 2003: 85,6%; 2004: 81,7%; 2005: 70,3%; 2006: 65,3%; 2007: 68,5%; 2008: 74,7%; 2009: 76,1%; 2010: 74.7%; 2011: 71,4%; 2013: 75,0%; 2015: 84,1%; 2016: 84,8%; 2017: 89,6%; 2018: 91,1% y 2020: 93,9%; resultados alarmantes.
¡Realmente alarmantes! ¡En Venezuela nadie cree en nadie! Lo cual me llevó a reflexionar sobre ¿qué debe ocurrir para que esa realidad cambie? Por lo que comencé a revisar la opinión de los participantes en los proyectos de formación que hemos ejecutado desde la Cátedra de Construcción de Ciudadanía, de donde extraigo opiniones muy importantes a cerca de los niveles de compromiso y de comprensión en cuanto a la importancia de la participación ciudadana y de los sentimientos de solidaridad y confianza. Expresiones como: “saber escuchar” “liderazgo no es jerarquía” “todos unidos podemos lograr soluciones”, “olvidemos el tinte político para avocarnos a los problemas”, “en el trabajo comunitario hay satisfacción”, “me he sentido bien en el grupo y somos de diferentes tendencias políticas”, “confió en ellos” “aportar soluciones a los problemas”, “si hacemos las cosas juntos salen mejor” y “lo que queremos es soluciones”.
Pero además, oír de ellos que la formación que han recibido no sólo son herramientas técnicas sino que sintieron la importancia que el trabajo social tiene para ellos mismos, que los hizo mejores personas; no tiene precio. Entonces comprendí que la gente no participa y es desconfiada porque no entiende de ¿qué se trata? porque históricamente los han utilizado.
Por ello, con certeza podemos concluir que si al venezolano se le educa, se le forma para la participación y se hace de ello un ejercicio sano y respetuoso: se inculcaran y confían. Por lo tanto, es indispensable una dirección política – social despartidizada, lo cual sólo se lograría en un Estado que tenga como norte la organización de la sociedad, en forma libre, democrática y plural, un Estado Ciudadano.
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