A puertas de unas elecciones municipales y autonómicas, cuando estamos inmersos en propuestas y debates, también nos conviene ver qué ocurre fuera de nuestras fronteras como aprendizaje político.
Los resultados de Chile con un triunfo de la ultraderecha frente al gobierno de Gabriel Boric indica, en un primer momento, un movimiento pendular de la ciudadanía. Lo cierto es que las políticas radicales generan posiciones extremas.
La aparición de Boric y su investidura como presidente hace tan solo un año me recuerda mucho al éxito creciente de Podemos (jóvenes universitarios que protestan, con toda la razón, ante la realidad social) y su jibarización política posterior (por creerse que son los únicos que tienen la razón y su éxito electoral es incombustible). Espero que eso no le ocurra a Boric y sepa escuchar lo que realmente le dice la ciudadanía, que no se puede gobernar creando enemigos continuamente, desde la radicalidad y el enfrentamiento, y planteando “la verdad absoluta” como modelo ideal.
Como señala Antoni Gutiérrez Rubí, el populismo reaccionario ya no da miedo. Y, en mi opinión, eso se produce cuando, desde el otro extremo, las posiciones en vez de ser dialogantes se convierten en prepotentes, arrogantes desde la atalaya moral y poco empáticas, buscando siempre el enfrentamiento para justificarse como “salvadores de los pobres y la clase obrera”.
El descalabro que se viene produciendo con la reforma de la Constitución chilena no está, en mi opinión, en el hecho de que la ciudadanía no quiera reformarla. Todo lo contrario, hay una demanda de reforma, de cerrar la etapa pasada, de ser fuertemente democráticos. Seguramente, el error estuvo en las formas, en la imposición de criterios, en la falta de consenso, en la polarización y extremismo que representó Boric. No se puede realizar una nueva Constitución a imagen y semejanza del ideario político propio. Porque el hecho de haber ganado unas elecciones no es suficiente para imponer un ideario extremo frente a la pluralidad de voces.
El rechazo en septiembre del 2022 de la reforma constitucional por un 62% no fue decir NO a la reforma, sino decir NO a esas formas de actuación política.
La polarización de las fuerzas políticas fomenta un excesivo péndulo del voto, eliminando las posiciones moderadas, como ha ocurrido en Chile con la derecha y el centro izquierda que se han visto difuminados en este “choque” de elefantes.
¿Quiere eso decir que los chilenos se han hecho de ultraderecha? En absoluto. Lo que ocurre es que su presidente está perdiendo la confianza depositada.
Con Podemos ocurre algo similar. Su extremismo y polarización hace crecer al otro extremo. Llega un momento que una parte de la ciudadanía se insensibiliza ante el grito de “que viene el lobo”, y lo que se produce es que se invierte el miedo y molesta ver a líderes y lideresas que siempre gritan, están enfadados, con el ceño fruncido, y riñendo permanentemente. Sus modos y sus palabras trasmiten un continuo adanismo: hasta que ellos llegaron nunca hubo feminismo ni democracia, ni justicia social o defensa de los más vulnerables. Parece que todo lo han inventado ellos, sin reconocer ni un ápice del trabajo anterior y de quienes lo han realizado. La historia no comienza con la fundación de ese partido ni con sus miembros en el gobierno.
No se puede hacer política en negativo, buscando enemigos con quien enfrentarse, en una sociedad caricaturizada entre buenos y malos, valientes y cobardes. Una visión desmesurada y sin matices invita a la cerrazón. Eso también genera miedo y rechazo.
Creo que las formas son tan importantes como el fondo. Dialogar, explicar, razonar, persuadir son acciones necesarias en la política.
Siempre hay excepciones, como la que representa Díaz Ayuso, situándose en la polarización más extrema y con un estilo basado en el simplismo, el insulto, el enfrentamiento, la trinchera, la confrontación. … y parece que le funciona.
No olvidemos que el origen de la lideresa se consolidó en las elecciones anteriores cuando Pablo Iglesias, vicepresidente del gobierno, bajó a medirse con ella. Quizás no le quedaba otro remedio a su partido, pero eso supuso el choque de trenes: a ver quién era más extremos, más atrevido, y daba más miedo. Entre ambos, se estableció un diálogo de sordos, sin matices. La pérdida de Iglesias y Podemos supuso el triunfo de Díaz Ayuso, porque era un juego de suma cero.
Estas elecciones municipales y autonómicas serán un aviso para todos los partidos políticos.
*El descalabro definitivo de Ciudadanos, un partido que fue ganador en Catalunya en una posición centrada y que ha sido capaz de perder todo su crédito hasta llegar a la desaparición más absoluta por irse a un lado del espectro político renunciando al origen de su creación como partido.
*Vamos a ver cuánto recorrido tiene Vox o si realmente, como pienso, ya ha tocado techo. Ellos ya nacieron en un extremo del arco político. Pienso que su crecimiento solo puede darse por la pérdida de otros partidos que no alcancen la representación parlamentaria.
*Será un termómetro para las posiciones de Podemos quienes tengo la sensación de que su futuro pasa, sí o sí, por coaligarse con Sumar y ceder su protagonismo que pierde fuelle a pasos agigantados. Y espero que sepan descubrir el porqué de su caída en picado de votos pese a que continúan con su mirada de superioridad moral.
*Y, según los resultados autonómicos, sabremos si el manual de resistencia de Sánchez sigue intocable o el PP se aventura a pisar la alfombra roja de Moncloa.