Juan Antonio Sacaluga: Un verano caliente en el mediterráneo

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Se teme un nuevo verano trágico en el Mediterráneo por la deficiente gestión oficial de los flujos migratorios. La tendencia apuntada en los primeros meses del año así lo anticipa. En lo que va de año, el Mediterráneo ha vuelto a ser la tumba de miles de africanos que intentan llegar a la orilla norte, por las costas italianas y griegas, sobre todo (1).

En 2017 la UE alcanzó un acuerdo de control migratorio con Libia, que desde la gran crisis de 2015 había sido el principal foco reciente de procedencia de los migrantes africanos y asiáticos (2). El contenido de aquel acuerdo presentaba ribetes oscuros, como en su día denunciaron no pocas organizaciones humanitarias.

Las potencias europeas, muy divididas y enfrentadas entre ellas, “externalizaron” el control de la migración africana a un país sumido en una guerra interna y con escasas, por no decir nulas, garantías democráticas. Se documentaron numerosos casos de torturas practicadas por la guardia costera libia (3).

Si bien la llegada de inmigrantes irregulares procedentes de Libia se había reducido en más de un 50% hasta finales de 2022, el flujo total en el Mediterráneo ha registrado nuevos aumentos desde 2020.

Túnez, el actual foco de mayor preocupación

A pesar de seguir actuando con un alto grado de impunidad, las mafias que controlan el tráfico de personas decidieron desplazar el lugar de origen a Túnez que, por entonces, parecía un lugar más tranquilo. Ha dejado de serlo.

De enero a abril de este año, más de 26.000 personas procedentes de Túnez han llegado a las costas italianas, mientras que en todo 2022 la cifra de arribados fue de 30.000. Por tanto, es razonable pensar que asistiremos a un desbordamiento de la situación, sin que parezca existir un plan de actuación. Más bien al contrario (4).

Este nuevo repunte de la crisis migratoria coincide con un gobierno italiano de nuevo muy represivo en materia migratoria y social. La primera ministra, Giorgia Meloni, como era de esperar, ha optado por la “manera fuerte”, bloqueando la llegada de embarcaciones y dificultando las tareas de socorro de las ong’s que intentan evitar los naufragios. A la mayoría de los emigrantes que, pese a todo, consiguen alcanzar puertos italianos les espera un incierto viaje de vuelta. A mediados de abril, el gobierno de Roma decretó el estado de emergencia nacional, en virtud del cual se facilitan y agilizan las medidas de repatriación de los migrantes

A los miles de subsaharianos que inician cada año el éxodo, debido a la violencia endémica o una miseria sin remedio en sus lugares de origen, se añaden ahora los propios tunecinos. El país que alcanzó gran notoriedad por ser el primero en el que se produjo un levantamiento popular contra los regímenes dictatoriales árabes a comienzos de la pasada década, se encuentra sumido en una crisis múltiple. Un régimen autoritario, ya sin ambages, parece incapaz de resolver una situación económica ruinosa. La pandemia hundió el sector turístico, principal fuente de riqueza y divisas del país. El PIB se ha desplomado casi un 9%. El desempleo oficial supera el 10%, pero la economía informal crece sin parar y la desesperación social se hace insostenible. La deuda atenaza a las arcas públicas. Las autoridades negociaron hace poco un préstamo de unos 2 mil millones de $ con el FMI, pero el presidente Saïed  lo rechazó por considerarlo un “diktat inaceptable” (5).

Entre los observadores internacionales no hay unanimidad a la hora de evaluar la estrategia negociadora tunecina. Hay quien estima que el FMI ahogará al país como ya ocurrió en otras crisis anteriores (6). La conducta arbitraria y dictatorial del presidente complica las cosas. Saïed, un profesor de Derecho, llegó al poder con un mensaje populista de saneamiento general de las instituciones, tras el fracaso de los gobiernos que sucedieron a la dictadura del general Ben Ali. Su fórmula de democracia directa se ha resuelto en su simple y llana voluntad. Ha disuelto el Parlamento, ha puesto bajo su control directo a la judicatura, gobierna por decreto e ignora o desautoriza con frecuencia a sus ministros (7). Su última decisión polémica ha sido detener a Rachid Gannouchi, líder del movimiento islamista moderado Ennahda (Renacimiento), que es la formación política mayoritaria (8). El atento de ayer en una sinagoga de Djerba vuelve a reavivar el peligro de radicalismo musulmán. Europa y Estados Unidos han sido pasivos cuando no benignos con Saïed, de forma similar a cómo han actuado con el general Al Sisi en Egipto, ambos represores, aunque en distinto grado, de los islamistas.

En este contexto tan desfavorable, el fenómeno migratorio se antoja explosivo. Las autoridades europeas están intentando un acuerdo con las tunecinas para asegurar un cierto control fronterizo. Pero si de los libios no se podía esperar un trato muy humano, algo parecido está pasando en Túnez. Saïed es un factor de riesgo añadido. Recientemente se ha despachado con comentarios racistas sobre los subsaharianos que llegan a las playas y costas tunecinas para abordar la travesía mediterránea. La arbitrariedad de Saïed no es la única razón del pesimismo.

Tensión interna europea

La cuestión migratoria ha provocado, de nuevo, un nuevo foco de tensión intracomunitario, especialmente agudo entre Francia e Italia. La situación se arrastra desde otoño de 2022, cuando el gobierno italiano negó el abordaje en sus puertos del barco Ocean-Viking, de la ONG SOS-Mediterráneo, que acabó recalando en Toulon. París reprochó a Roma su conducta en términos severos. En los dos países, la extrema derecha aprovechó a fondo la crisis. Marine Le Pen acusó al gobierno de “dejadez”. Meloni actuó en parte por instinto y en parte por presión de sus socios xenófobos de la Liga, que están muy atentos al menor signo de “debilidad” de la jefa de gobierno para arrebatarle una base social por la que compiten ambas formaciones.

Este mismo mes, la tensión franco-italiana ha alcanzado un nuevo pico. Después de nuevas actuaciones restrictivas italianas en el Mediterráneo, ante el referido incremento migratorio, el el ministro galo del Interior, Gérald Darmanin, acusó directamente a Meloni de ser “incapaz de gestionar los problemas migratorios”. Las declaraciones fueron deliberadamente provocativas, no sólo por su dureza, poco habitual, entre socios europeos, sino por el momento. Al día siguiente estaba prevista una reunión de los ministros de exteriores de ambos países, que por supuesto fue cancelada (9).

Como es sabido, la inmigración es uno de los principales asuntos de fricción social y política en  Francia. La derecha y la ultraderecha presionan a Macron para que endurezca su posición. El nuevo líder de los antiguos gaullistas (Los Republicanos), Eric Ciotti, pertenece al ala radical del partido, hasta el punto de coincidir básicamente con Le Pen en esta materia.

Después de superar muy malamente el trago de la reforma del sistema de pensiones, la siguiente pesadilla del gobierno Borne iba a ser la nueva ley migratoria. Pero las exigencias exhibidas por LR han aconsejado a la primera ministra aplazar la iniciativa hasta después del otoño. Las elecciones, este mismo mes, en Grecia y Turquía, ambos países claves en el tráfico migratorio, son signos adicionales de un verano muy caliente en el Mediterráneo, y no solo por motivos meteorológicos.

Notas

(1) https://missingmigrants.iom.int/region/mediterranean – https://data.unhcr.org/en/situations/mediterranean – https://www.msf.org/mediterranean-migration-depth

(2) https://www.consilium.europa.eu/en/infographics/migration-flows-to-europe/

(3) https://ecre.org/mediterranean-eu-blamed-for-increase-of-departures-from-tunisia-and-loss-of-lives-ngo-rescue-ship-blocked-un-report-notes-systematic-torture-by-eu-supported-libyan-authorities/

(4) Why are migrants to Europe fleeing from and through from Tunisia?. THE ECONOMIST, 3 de mayo.

(5) Le président tunisien dit ‘non’ au FMI. MONIA EN HAMADI. LE MONDE, 6 de abril.

(6) Tunisia was right to reject the IMF deal. ALISSA PAVIA (Centro Hariri, del Atlantic Council). FOREIGN POLICY, 19 de abril¸ Don’t bail out Tunisia’s would be dictator. SHADI HAMID

(Brookings Institute), FOREIGN AFFAIRS, 28 de marzo.

(7) A wave of repression. Tunisia’s President turns back the clock to authoritarism. THORE SCHRÖEDER. DER SPIEGEL, 30 de abril.

(8) Tunisia can rebuild its democracy. Only its president stands in the way. RACHED GHANNOUCHI. THE WASHINGTON POST, 25 de abril.

(9) Les propos de Gérald Darmanin sur Giorgia Meloni provoquent une nouvelle crisis franco-italienne sur le question de l’inmigration. ALLAN KAVAL (corresponsal en Roma). LE MONDE, 5 de mayo.

 

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