La escena política y social del siglo XX venezolano fue pródiga en críticas a los gerentes y técnicos petroleros venezolanos, críticas que contribuyeron a una percepción negativa sobre su condición ciudadana. Muchas de estas críticas llegaron desde el sector político de izquierda (Desde AD hasta el marxismo universitario) y hasta de la derecha (COPEI). Esta postura hostil al petrolero venezolano se incrementó durante la etapa pre-nacionalización, 1972-1975, cuando el país político se dividió en dos grupos: quienes pedían una nacionalización a sangre y fuego, los ultranacionalistas, y aquellos quienes abogaban por una nacionalización en la cual las ex-concesionarias tuvieran aún un papel que jugar en los campos de la comercialización y la tecnología, en los cuales Venezuela aún se encontraba en clara posición de debilidad.
Aún recuerdo los artículos incendiarios (y conservo algunos en mis archivos) del grupo de profesores marxistas universitarios, Francisco Mieres, Ramón Losada Aldana, Francisco Esteban Mejía, Gastón Parra, Carlos Mendoza Potellá y algunos otros, quienes hablaban de los técnicos y gerentes petroleros venezolanos como vendidos al imperialismo. Inclusive figuras políticas respetables como Juan Pablo Pérez Alfonzo, Hugo Pérez La Salvia, Jaime Lusinchi, Álvaro Silva Calderón y hasta Rafael Caldera, así como los más exaltados, como Radamés Larrazábal, Siuberto Martínez y Eleazar Díaz Rangel no perdían oportunidad de advertir al país en contra de “venezolanos de mente colonizada”, como nos definió Jaime en enero de 1974 Jaime Lusinchi.
La gran influencia que tenía el mundo político en la Venezuela de esa época hizo que se fuese configurando una leyenda negra sobre el petrolero venezolano, tanto sobre las acusaciones de complicidad con las empresas multinacionales como con una supuesta indiferencia del empleado petrolero venezolano hacia lo que ocurría en el país, es decir, su falta de participación en la vida ciudadana. Estas últimas críticas tenían un cierto fundamento debido a lo que se percibía como arrogancia petrolera y un relativo silencio de los petroleros en el debate político (hasta que se decidieron a hablar en 1974 y 1975, a través de AGROPET). Ese relativo encierro de los petroleros en los confines de su industria, por cierto, no era tanta indiferencia sino conciencia de la importancia de sus tareas, lo cual los llevaba a meterse de lleno en su tarea.
El petrolero humanista
El petrolero venezolano, aunque de relativo bajo perfil en el campo social, siempre mantuvo una fructífera actividad ciudadana. Cuando la Orquesta Sinfónica Venezuela apenas existía en los sueños del maestro Vicente Emilio Sojo, en 1920, un geólogo de Shell – Johan Witteveen fundó en Caracas una orquesta de cámara. Años más tarde, un ingeniero petrolero y dos geólogos, Humberto Peñaloza, Aníbal Martínez y el suscrito, colaboraron en la creación de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo. Peñaloza, ayudado por Martínez también fundaría la Emisora Cultural Caracas. Daniel Bendahan compartía sus labores de abogacía en la industria petrolera con la actividad operática y la creación literaria, incluyendo una biografía de Reynaldo Hahn y una novela petrolera. Eugenio de Bellard Pietri era motor principal de la Sociedad de Espeleología de Venezuela, además de ser abogado ilustre. Lindolfo León, ingeniero petrolero, se dedicó a la arborización. Los geólogos José Méndez, Héctor Ross y el médico José del Vecchio se dedicaban a promover y organizar el béisbol infantil. El ingeniero petrolero Rafael Tudela era el alma del movimiento nacional en pro del ajedrez. Gorgias Garriga Y Vladimir Gamboa Salazar, geólogos, se convirtieron en autoridades de primera línea en el sector de la numismática venezolana. Esteban Inciarte promovió el cultivo del alpinismo en Venezuela. César Prato se convirtió en uno de nuestros mejores compositores de música venezolana. Ramón Cornieles fue el principal motor del desarrollo de Paraguaná por años. Carlos Domínguez se dedicó a la música coral. Luis Marcano Coello, Alfredo Gruber y Eddie Ramírez, tienen sus nombres en el hall de la fama de la agricultura venezolana. Alberto Quirós Corradi fue director del Diario de Caracas, primero, de El Nacional después, en muestra de gran versatilidad. Quien esto escribe fundó una ONG, la Agrupación Pro Calidad de Vida y la presidió por 10 años, llevando a cabo programas de educación ciudadana, liderazgo cívico y tareas anticorrupción que llegaron a miles de niños y adultos venezolanos. José Giacopini Zárraga fue una institución en el sector político venezolano del siglo XX. Escribo esto de memoria.
Estoy seguro de que si examinamos la nómina petrolera de nuestro siglo XX encontraremos miles de ejemplos de quienes laboraron en el sector y fueron al mismo tiempo destacados buenos ciudadanos activos. El mismo hecho de estar haciendo eficientemente su trabajo en la industria era ya, de por sí, una labor ciudadana respetable, pero muchos de ellos y ellas fueron al mismo tiempo actores de primera línea en la vida social de sus comunidades.
La historia del petróleo venezolano durante el siglo XXI se ha encargado de poner las cosas en su sitio. Los petroleros del siglo XX, tan criticados y vilipendiados por el sector político llevaron a Petróleos de Venezuela a los sitiales más altos de la industria petrolera mundial, mereciendo la aprobación de la sociedad venezolana y la consolidación de una leyenda dorada.
Los petroleros del siglo XXI, representantes ideológicos de quienes tanto criticaron tanto a los gerentes y técnicos petroleros de mi generación tomaron a Petróleos de Venezuela por asalto y se han encargado de destruirla.
Los gerentes petroleros del Siglo XX de la leyenda negra a la leyenda dorada
¡Y esto si no es leyenda!