Luis Fuenmayor Toro: La confusión política continúa

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El grado de confusión política existente en Venezuela, para sólo circunscribirme a esa parte de la actividad humana, es tan grande, tan profundo, tan intenso, que las coincidencias y los acuerdos, aún entre quienes se supone muy cercanos, lucen cada vez menos probables, a menos que un pragmatismo desenfadado, estimulado por las cada vez peores condiciones de vida, obligue a los distintos actores, gubernamentales, opositores y neutros, a alcanzar alguna decisión mínima, pero suficiente, que acabe con la muy lastimosa situación actual, con el marasmo existente y abra aunque sea una pequeña rendija por donde se deslice la acción política de todos en aras del interés de la nación.

Uno lee los comentarios de los seguidores de la PUD (quien escogió siglas tan desagradables debe ser su principal enemigo), y se encuentra con un odio y un sectarismo enorme en relación a la oposición que llaman colaboracionista. Uno se pregunta entonces: ¿Cómo quienes han sido los primeros responsables del atornillamiento de Maduro en el poder, con todas las locuras cometidas desde 2016, pueden tener la desfachatez de llamar colaboracionistas a quienes los desenmascararon desde el principio? Luego escuchamos los comentarios de los de Primero Justicia, AD y Un Nuevo Tiempo, sobre Voluntad Popular, Guaidó, Leopoldo y María Corina, y los de éstos sobre aquéllos, y encuentra igual o mayor odio que contra el gobierno de Maduro.

Del lado de la otra oposición también existen grandes diferencias internas que, si bien no alcanzan la descalificación existente a lo interno de la PUD, tienen también un carácter negativo, incluso entre quienes transitaron la difícil pero exitosa ruta del diálogo, que fue el inicio de cambios positivos que nos permiten hoy hablar casi todos de elecciones presidenciales en 2024, independiente de la sinceridad de quienes se expresan. Los partidos de la tan cuestionada y llamada con burla “mesita” de la Casa Amarilla, lejos de haber seguido unidos como lo estuvieron hasta aquel momento, se disgregaron rápidamente y montaron “tienda aparte”. A este escenario desunido se añaden luego parte de quienes recapacitaron y dejaron las vías violentas inconstitucionales.

La confusión existente les permite a algunos creer que se pueden apropiar de conceptos como el de la unidad, así como de la designación del candidato “unitario”. La PUD (vaya nombrecito) cree ser mayoría, aunque no sé de dónde lo sacan ni cuánto le llevan al resto de la oposición. Una de las razones de no querer el apoyo del CNE es que podrán mentir en cuanto al número de votantes en las elecciones primarias. Ya lo hicieron en el pasado, en aquella consulta avalada por unos cuestionados rectores universitarios, donde afirmaron que votaron 7 millones de personas. Recuerden que el PSUV, ni corto ni perezoso,  y sobre todo en eso de montar escenarios irreales, convocó inmediatamente a elegir una Constituyente, y afirmó, mentirosamente también, que habían votado 8 millones de personas.

El campo gubernamental no está libre de confusiones, ni de luchas entre distintas fracciones, sólo que en este sector las discusiones y enfrentamientos rara vez son públicas, y el miedo a quienes controlan el aparato de poder es muy grande, lo que hace que no se manifiesten abiertamente o que, cuando lo hagan, sea ya cuando se ha producido la decantación de los “alzados”, con los resultantes distanciamientos, expulsiones, sanciones y prisiones. Una forma un poco más cruenta de redefinir los campos. A esto se añade que la situación económica sigue empeorando, no aumentan los sueldos desde hace más de un año (lo hecho recientemente fe simplemente avanzar en la eliminación del salario mínimo) y explota una bomba de corrupción por monto tan fantástico que hace que la gente diga: “No es el bloqueo, es el saqueo”.

La incógnita de las elecciones de 2014 es si la gente votará masivamente o no. El gobierno y un sector de la oposición trabajan para mantener la desesperanza, que logre una participación mejor que la de 2018, pero insuficiente para producir sorpresas de cambio. Así, ambos mantienen indemnes sus negocios.

 

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