La repelencia discursiva a los partidos políticos se ha acrecentado con el paso de los años. Es verdad que algunas de estas indispensables instituciones ayudan a acrecentar la imagen negativa, junto a sus líderes, y se percibe un momento sumamente complicado para la vida política nacional, justo cuando se acercan nada menos que las elecciones presidenciales.
Dos ejemplos muy cercanos me sirven para demostrar esa distancia generada desde el poder, por supuesto, pero que ha avanzado también a paso de vencedores, como decía el militar y militarista gobernante fallecido y gestor de toda esta tragedia. El primero de ellos tiene que ver con las protestas callejeras por los sueldos y los derechos laborales. En más de una ocasión escuché y leí declaraciones de líderes sindicales o gremiales al señalar que no querían ver en los reclamos laborales el involucramiento directo de los partidos políticos con sus franelas o sus banderas. Algunos de ellos, por cierto pertenecen a partidos políticos o son impulsados por estos.
Uno se pregunta: ¿Como es la cosa? ¿Desde cuando los sindicatos y los gremios andan con ese hosco batallar con la realidad en contra de la política? ¿La política contamina gremios y sindicatos? ¿Si? ¿Quienes controlaban la CTV cuando esta era una más fuerte institución gladiadora? y de allí hacia más abajo: ¿Quienes controlaban los sindicatos petroleros, los de educación, los de las empresas de Guayana? Ah, pero ahora se andan con remilgos no contaminantes. Esta es una lucha social por reivindicaciones laborales, no políticas, dicen. ¿Para congraciarse con el poder establecido? ¿De verdad creen que de ese modo conseguirán mayores alcances en la lucha? Todo terminó – ¿Terminó? – cuando el primero de mayo necesitaban bulto que mostrar. Entonces los partidos políticos eran indispensables.
Luego está la situación universitaria. Acciones y elecciones se quieren sustraer de la supuesta contaminación de los partidos políticos. ¿Qué? ¿Se nos olvida de donde provino la llamada Generación del 28? Esa que orientó la democracia desde 1958 hasta que llegó el destructivo Socialismo del Siglo XXI se nos parece olvidar. Desde luego que a las dictaduras, a los autoritarismos, a los totalitarismos, a los terrorismos, los partidos políticos les resultan un estorbo que hay que doblegar. ¿Podemos hacer memoria? ¿Podemos verlo? Asomemos a nuestro alrededor la nariz para otear, sin ir muy lejos. ¿Esta batalla discursiva, en la acción, la está ganando todavía el poder? ¿De verdad todos queremos congraciarnos de este modo con el régimen de Nicolás Maduro, al punto de recular ante los partidos políticos?
Sería cruel extenderme. Parto de un principio: no hay, no habrá democracia si no fortalecemos a diario los partidos. No habrá salida posible a esta crisis si no se canalizan las fuerzas vivas sociales en la política. Así que dejemos la vaina de estar repitiendo constantemente que la política enferma, que la política es sucia, que la política no va conmigo. Porque después, a la hora de la verdad, y no por hacer bulto, vamos a terminar recurriendo a las instituciones que hacen política para todo. No le sigamos haciendo el juego a quienes siguen en la idea de imponer el “pensamiento único”.