El expresidente interino Juan Guaidó, temiendo por su seguridad, salió de Venezuela rumbo a Colombia, donde las autoridades le ordenaron salir del país y terminó en Miami, gracias a la intervención del gobierno estadounidense.
Allí ha tenido varias reuniones y participado en diversas entrevistas y foros. En casi todos ellos, el tema clave ha sido la negociación con Maduro para lograr condiciones justas en las elecciones presidenciales en 2024.
Las negociaciones y sanciones
La situación en Venezuela ha sido una crisis constante durante años, con poca o ninguna resolución a la vista. Al momento se están intentado negociaciones en México, pero hasta ahora no han tenido éxito. Lo que pone en duda el papel de las sanciones en la restauración de la democracia en Venezuela.
Guaidó cree que las negociaciones en México han fracasado hasta ahora porque no ha habido suficiente presión sobre la dictadura. Para un proceso de arreglo exitoso, tiene que haber suficiente presión para que una dictadura ceda, nos dice.
Él cree que las sanciones son necesarias para hacer que la dictadura rinda cuentas. Así como que las sanciones, como toda herramienta, se pueden mejorar y que se les debe dar seguimiento para que sean efectivas.
Para él, las sanciones contra las dictaduras son una de las pocas herramientas que tiene el Mundo Libre para hacer que este tipo de regímenes rinda cuentas.
El problema es que no se puede creer en una dictadura. Insiste que, hasta que no se libere a los 300 presos políticos, se fije un cronograma y una misión de observación electoral, no se puede decir que hayamos avanzado.
El gran temor del expresidente interino es que lo que está pasando en México y lo que se discutió en Colombia tenga el impacto de normalizar la dictadura.
Biden debilita al gobierno interino
Guaidó va más allá al señalar que en marzo del año pasado hubo una visita oficial de Estados Unidos a Venezuela. La delegación incluía a Jim Story, el embajador para Venezuela con sede en Bogotá, Colombia- quien pronto será reemplazado-; Juan González, asistente especial de la Casa Blanca para asuntos del Hemisferio Occidental; y Roger Carstens, enviado presidencial especial para asuntos de rehenes.
Se trataron dos temas: el aumento de la producción petrolera en el contexto de la guerra en Ucrania, y más relevante en el contexto de las sanciones impuestas por la anterior administración de Donald Trump; y la liberación de varios estadounidenses encarcelados.
Estos dos temas se resolvieron, se liberó a dos prisioneros estadounidenses y se permitió a la petrolera estadounidense Chevron aumentar su producción, con miras a permitir que el crudo venezolano regrese al mercado internacional abierto, dijo EE.UU.
A esto se suma que en octubre de 2022 hubo un intercambio de “prisioneros” donde los sobrinos de la esposa de Maduro salieron de las cárceles gringas y los famosos cinco altos funcionarios estadounidenses de CITGO, encarcelados en Caracas, los “cinco de CITGO”, viajaron a EEUU;
Para Guaidó esta acciones mostraron un canal y un compromiso directo con la dictadura que socavó al gobierno interino e incluso cualquier posibilidad de negociación.
Él recordó que hay dos caminos: o la negociación directa desde Estados Unidos, o empoderar a los que están en el terreno y trabajar en una solución. “Teníamos que ser consultados, y no fuimos consultados sobre esa visita” afirmo el exmandatario.
Aunque Juan Sebastian González, consejero de temas de América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional declaró en 2021 que “la conversación que debe tener Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez, no es con nosotros, es con Guaidó”, todo parece indicar que la administración Biden desarrolló una estrategia de acceso directo a Maduro, que dejó por fuera al gobierno interino. Incluso, según el exEmbajador venezolano Pedro Mario Burrelli, el equipo de Biden asumió que Maduro y Jorge Rodriguez “negociarían de buena fe si, y solo si, EE. UU. dejara de reconocer a Guaidó como el jefe de estado legítimo”.
Ganadores y perdedores
Por ahora las ganancias se le arriendan a Maduro con la liberación de sus familiares y el levantamiento parcial de sanciones petroleras; y a EE.UU. por la liberación de sus nacionales y el acceso al petróleo venezolano; pero lo que no parece avanzar en nada son las negociaciones para unas elecciones presidenciales en 2024.
Lo de la buena fe, tampoco ha sido cumplida, a juzgar por las condiciones sine qua non que el régimen exige públicamente para negociar, como soltar a Alex Saab, en juicio en los EE.UU., o paralizar el proceso judicial ante la Corte Penal Internacional a los funcionarios del régimen, en especial a Maduro.
EE.UU. ha tenido otra victoria pues ha reconocido a una Asamblea Nacional, que ahora por boca de su representante diplomático en EE.UU. se alinea con la pronta flexibilización de las sanciones.
Sin dudas, por ahora, los que parecen haber ganado algo en este proceso son el gobierno de EE.UU. y el régimen venezolano. Los avances en lo relativo a las elección
es de 2024 no aparecen por ninguna parte.
Si es cierto que el equipo de Biden creyó en la buena fe de Maduro y Jorge Rodríguez, en realidad es el régimen quien ha triunfado.
Que el equipo de Biden crea en la buena fe de Maduro y Rodríguez es una cosa, que lo crea la oposición venezolana que apoyó la disolución del gobierno interino es otra y grave.