Es cierto, la renovación política requiere algo más que una cara nueva repitiendo viejas propuestas, un rostro fresco remedando las muecas comunicacionales que le enseñó el abuelo, unos rasgos frescos que de perfil procuran traslucir que se viene de una misma cepa milenaria. La continuidad, aun en medio del más tenaz desacierto, causa cierta seguridad, “a mí me dirán lo que quieran, pero allí están, a estos sí los conocemos, son los nuestros”.
Muchos libros sobre el exilio español resaltan la dependencia que había de la militancia con la dirección política del PSOE en el exilio, enquistada por años en el sur de Francia, ensimismada en sus rituales, en el ejercicio de una actividad política nostálgica y nemotécnica, sorda a los cambios -casi imperceptibles- que se iban dando en el humor de la sociedad española en las postrimerías de la dictadura y los signos vitales de Franco.
Dicen que los compañeros del exilio no daban pie con bola ni querían darlo, cómodos con su condición de dirección opositora, el relativo prestigio que otorgaba, y los congresillos de “Solidaridad internacional con España” que se organizaban alrededor del mundo. Tal como relata Sergio Molino en su libro Un tal González (Alfaguara) tendría que llegar un rostro de niño, pero con intuición política de veterano y un discurso desapolillado, a poner desorden en la siesta política que dormía su partido y atreverse a querer gobernar: Felipe González. (Por cierto, la providencia puso su granito de arena trasladando al Caudillo a mejor vida, pero estos chicos sí que no desaprovecharon esa intervención divina).
Y en el plano de la realeza, que también muta. Qué decir de Carlos III del Reino Unido, quien fue preparado con esmero durante 74 años para ocupar el trono. No le dieron la oportunidad de envejecer en el cargo, ni tampoco de adquirir mucha experiencia ejerciéndolo, hoy sus retratos oficiales son los de un veterano mandatario que pareciera haber ejercido el mando con el mismo rostro envejecido desde que nació, no hay novatadas, ni improvisaciones. No así Felipe VI de España, quien sigue con la misma cara nueva de cuando era príncipe, gracias a un rey emérito, gozón y cazador, cazador y gozón -su padre- que dejó el camino libre justo a tiempo para salvarse ambos, la monarquía española y doña Leticia que es la única que parece estar disfrutando como Chucky siendo reina de España.
Y no faltaba más, en el ámbito republicano destaca la Pequeña Venecia, sobrepoblada de caras nuevas, nuevos rostros que se hicieron veteranos, cultivaron grietas en el empeño de sacarse del paso los unos a los otros en nombre de la restitución democrática. Si visita usted su Galería oficial de retratos, rostros nuevos y otras curiosidades y recorre la colección permanente, verá los mismos rostros de hace más de dos décadas, observando el paso del tiempo, sin que nada nuevo suceda, como congelados en el tiempo. Están expuestos bajo la categoría: Caras nuevas… gestos del pasado.
(N.B. La casa de subastas Sotheby’s anuncia para octubre una subasta de los principales retratos de la serie, Nosotros los de ahora, somos los mismos de siempre, en beneficio de Fundetememoria).
@jeanmaninat