La utopía es una visión recurrente a través del tiempo en la que se considera posible construir una sociedad perfecta y justa, donde todos viven en armonía y sin conflictos.
Cada vez que se ha intentado imponer, no convencer, a una determinada sociedad que era posible crear un estado que garantizaría el maximo de felicidad de sus habitantes, el resultado ha sido por lo general un baño de sangre, como lo fue en Francia con la revolución de 1879, o en Rusia con la de 1917 o, para mostrar algo más cercano a nosotros, en Cuba, en 1959. En cambio, en Chile, la situación es la inversa.
Si bien se registraron acontecimientos violentos, como los que ocurrieron en el llamado despertar ciudadano de 2019 , que llevaron a la quema de alrededor de 70 estaciones de metro y numerosas muertes, Chile encontró un camino electoral en el que Boric triunfó con un estrecho margen, contra un candidato de la extrema derecha y asumió la bandera de la refundación de Chile a través de un proceso constituyente que pretendía implantar, legalmente, una utopía. El resultado es conocido, el pueblo rechazó el proyecto de una nueva Constitución y se procedió a volver a crear una Asamblea Constituyente, que, ahora, quedó conformada por una mayoría de derecha, que evidentemente hará modificaciones a la constitución vigente, más no implantará una utopía.
¿Qué se puede deducir de esa reacción del pueblo chileno?. Que han comprendido a dónde los puede llevar la materialización de una utopía, y que ven los ejemplos fallidos de Cuba, Venezuela y Nicaragua y lo que pudiera ocurrir en Colombia, sí Petro comienza a hacer desmanes.
El caso es que, por las razones que sean, la idea que tenían en mente Boric y los que lo acompañaban, no se materializó, y más bien la ola reviró y el rumbo pasó de la izquierda a la derecha.
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