Todo está escrito y dicho. Nada que agregar en condiciones normales sobre lo que la Madre significa. Pero Venezuela vive una etapa anormal, de desmoronamiento legal y moral que nos obliga a actuar con decisión en defensa de principios y valores que son fundamentales, al menos, para algunos de nosotros. No tengo ninguna duda al afirmar que la dispersión familiar derivada de la migración existente es el mayor de los problemas que tiene el país. Entre muchas otras circunstancias, hoy más que nunca, el valor de la Madre es insustituible.
Nunca imaginamos que la destrucción del país fuera tan profunda y, lo más grave, que los responsables de la situación actual sigan al frente de un régimen para el que no tenemos etiqueta ideológica en términos tradicionales. Se trata de una estructura del crimen organizado que responde a intereses transnacionales con propósitos definidos. Están en plena acción especialmente en el mundo democrático de occidente.
Nuestro deber es sostener y defender, como hemos dicho, los valores y principios con los cuales hemos sido formados. La familia es clave y, por supuesto, la Madre como cabeza de la misma. Es necesario tenerlo siempre presente como objetivo básico de nuestra existencia como hombres públicos.
Lo dramático de la situación es que no hay solución posible para ninguno de los problemas del país mientras exista el actual régimen. Es de verdadera urgencia concretar el cambio radical que se necesita y responder a los anhelos y esperanzas de ese cerca del noventa por ciento de compatriotas que lo rechazan. Todos los caminos están abiertos para lograrlo, pero falta entendimiento real del problema y coraje para darle un carácter definitivo a esta batalla existencial.
Este Día de la Madre debe ser punto de inspiración para profundizar la lucha. A ella y por ellas debemos consagrar nuestros esfuerzos sin concesiones imperdonables. El tiempo pasa y es como el agua de los ríos. No regresa. Hay que aprovecharlo al máximo. Tenemos muchas asignaturas pendientes por cumplir para alcanzar los objetivos. Para fortalecer nuestro ánimo y la disposición a luchar tengamos como inspiración el recuerdo de nuestras Madres y de la familia de la que formamos parte.
El triunfo es posible. La liberación de Venezuela está al alcance de nuestros esfuerzos. Nadie hará por cada uno lo que a cada cual le corresponde. No habrá soluciones mágicas. Tampoco intervención de terceros. Vendrán tiempos mejores si en el presente cumplimos a cabalidad con nuestros deberes.
El Continente y buena parte del mundo están pendientes de lo que sucede en Venezuela. No permitamos que la enorme solidaridad existente se enfríe y desaparezca progresivamente. La historia condenaría de manera irreversible a la dirigencia contemporánea.
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