De los maravillosos relatos épicos de los poemas homéricos, uno de los más famosos es, en la Odisea, el del caballo de Troya, gigantesco aparato de madera bajo las órdenes del astuto Ulises, como ofrenda dedicada a Atenea y así escrito en uno de sus flancos. Fue construido por Epeo, el mejor carpintero del campamento, durante la guerra que ya duraba más de nueve años, para engañar a los troyanos y esconder en su estructura interna a los mejores guerreros aqueos a fin de tomar la ciudad y someter la fortaleza a sangre y fuego al atravesar las murallas de Troya, reino de Príamo.
En el canto II de la Eneida de Virgilio es donde aparece más detallado el episodio final contra los teucros. Estos derribaron parte de los muros porque el caballo dejado por los griegos no cabía debido a su tamaño. Lo metieron hasta el centro de la ciudad mientras celebraban su aparente victoria, pese a la voz de advertencia del sacerdote Lacoonte, quien exclamaba ante la multitud que debatía qué opciones decidir sobre el caballo, si destruirlo por un despeñadero, quemarlo o aceptarlo para ofrecerlo a los dioses y escogieron esta última alternativa que selló fatalmente el destino de Troya: «¡Qué locura tan grande, pobres ciudadanos! ¿Del enemigo pensáis que se ha ido? ¿O creéis que los dánaos pueden hacer regalos sin trampa?» Porque los guerreros inspirados en el difunto Aquiles simularon incendiar sus tiendas de campaña y zarpar con sus barcos mar adentro, abandonando la batalla.
Y agregó el sacerdote: «¿Así conocemos a Ulises? O encerrados en esta madera ocultos están los aqueos, o contra nuestras murallas se ha levantado esta máquina para espiar nuestras casas y caer sobre la ciudad desde lo alto, o algún otro engaño se esconde: teucros, no os fieis del caballo…». Dicho esto, se abalanzó con una lanza contra el supuesto animal en su afán de destruirlo.
Análogamente, la situación de Colombia revela indicios inquietantes de enemigos camuflados en el corazón mismo de su democracia; más grave aún, pareciera ser que quien la torpedea es el propio primer mandatario, lo cual fue denunciado y desenmascarado en forma reiterada por diversas voces respetadas y lúcidas antes de la elección del actual presidente de la república.
Los manejos laxos desde el punto de vista ético que la ambición de ganar puso en evidencia a través de algunos personeros de la campaña de Petro como candidato. Los ataques perversos de descalificación y calumnias contra contendores que podían poner en peligro su triunfo, de los cuales algunos detalles bochornosos se encuentran en los llamados «petrovideos», como fueron los casos de Sergio Fajardo o Federico Gutiérrez.
El asesinato de líderes indígenas democráticos de historia limpia y probidad comprobada en su práctica y preferencias políticas, como el cacique caucano de la comunidad Misak Jesús Antonio Montano, quien tuvo la valentía de sostener públicamente su apoyo a la candidatura de Gutiérrez a la vez que denunciaba desde el 23 de mayo de 2022 las amenazas en contra de su vida por su decisión de no votar a favor del candidato del Pacto Histórico: «Me van a matar, pero no me van a callar», dijo.
Desapareció durante ocho días y el 13 de junio fue hallado muerto y torturado, en una zona rural cercana a Popayán, seis días antes de los comicios presidenciales. De ello, ni una sola palabra dijo el presidente electo en su discurso para celebrar la victoria, rodeado como estaba de la guardia indígena en esa noche triunfal.
No han sido suficientes la frivolidad e indelicadeza que han revelado ciertos eventos ocurridos, el primero en la víspera del viaje de Estado al reino de España del presidente de la república de Colombia, al hablar en forma despectiva contra el yugo español y el esclavismo de quienes serían sus anfitriones al día siguiente, sin ninguna contextualización histórica, cual propagandista de la leyenda negra antiespañola; el segundo, durante su estadía en Madrid, al no tener empacho alguno para hospedarse en el palacio del Pardo, residencia del tenebroso militar dictador Francisco Franco y utilizar para transportarse en la capital española el lujoso Rolls Royce que fue el vehículo del generalísimo caudillo de caudillos; el tercero, al recibir la más alta condecoración otorgada a mandatarios extranjeros, el collar de la orden de la Reina Isabel La Católica, que también recibió en su gran cruz su esposa Verónica Alcocer, en sobrio y hermoso vestido largo de gala, mientras que Petro se negó a usar un frac, dizque por tratarse de «un símbolo que tiene que ver con las élites, con la antidemocracia». Es la vestimenta oficial según el protocolo y las reglas de etiqueta para las cenas de gala formal del más alto rango diplomático, a donde la ministra de energía y minas, licenciada en filosofía Irene Vélez, se presentó con zapatos deportivos blancos.
Tienen sustanciosas implicaciones tres hechos recientes que abonan el terreno para incrementar la incertidumbre: el discurso del 1 de mayo de 2023 del presidente Gustavo Petro desde el balcón de la Casa de Nariño en la plaza de armas. Allí sostuvo que no bastaba al pueblo salir a protestar a las calles; tenía que empezar a gobernar. Es decir, tomar el poder sin respeto de las formas, procedimientos ni canales institucionales propios de un sistema democrático.
Agregó, además, que el intento del Congreso a coartar las reformas, podía llevar a una revolución. Imposible que no resonara en nuestro imaginario la toma por asalto de La Bastilla en la Francia revolucionaria del 14 de julio de 1789.
Sus declaraciones en la Universidad de Salamanca durante su visita a España cuando, al definirse como jefe del Estado, se proclamó igualmente jefe del fiscal general de la nación, amparándose en la lectura inconclusa y errada interpretación del artículo 115 de la Constitución Política de 1991. Una vez más, la figura cimera del absolutismo monárquico con el rey francés Luis XIV de fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII resonó en nuestra memoria: «L’Etat, c’est moi» («El Estado soy yo»). Esto motivó una respuesta respetuosa, pero firme y valiente del fiscal Francisco Barbosa, el pronunciamiento del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Fernando Castillo, quien pidió sindéresis y sensatez al presidente colombiano, precisándole que el fiscal general no tiene superior jerárquico y solo está sometido al imperio de la ley; lo contrario significaría la ruptura de la institucionalidad vigente y del Estado de derecho.
También, el pedido reiterado de las Cortes del respeto irrestricto a la separación y autonomía de los poderes públicos, cláusula fundacional de la democracia colombiana y pilar esencial del Estado Social de Derecho. Por último, la concentración de militares, policías y veteranos de la reserva de nuestra fuerza púbica, que tuvo lugar en la plaza de Bolívar de la capital el 10 de mayo de 2023.
Fue un llamado de atención a toda la ciudadanía para preservar y defender el ordenamiento jurídico democrático y la paz basados en el pluralismo y el cumplimiento de los deberes y derechos ciudadanos.
Entre sus objetivos plantearon solicitar apoyo incondicional a la misión y al sacrificio de las fuerzas del orden, rechazo a los proyectos de reformas que pueden impactar la libertad y el orden y el Estado que debe prevalecer; repudio a los abusos de poder del gobierno; respeto por la autoridad legítima de las fuerzas militares y la policía nacional, cuya función está trazada con nitidez en la Constitución colombiana; acatamiento en las decisiones de las instituciones democráticas del Estado Social de derecho y respeto de la independencia de las ramas del poder público.
¿Quiénes representan hoy el caballo de Troya al emboscar y poner en peligro la democracia en Colombia?
Investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora en UCAB y USB – @martadelavegav