Luis Esteban G. Manrique: La era de la sequía y el regreso de los Estados hidráulicos

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En 2023 Argentina dejará de ingresar 21.000 millones de dólares en exportaciones por la sequía que ha arrasado gran parte de las cosechas de soja y maíz y reducido al antes caudaloso Paraná en algunos tramos al tamaño de un arroyo que se puede cruzar a pie. En 2022 en Corrientes, una de las provincias que riegan sus aguas, los incendios consumieron más de un millón de hectáreas, el 12% de su superficie.

En Bolivia, desde 1985 la cobertura de nieve de los glaciares andinos se ha reducido un 56,2 %. Unas 39.000 hectáreas de hielo han desaparecido por el cambio climático y el impacto, más cercano, de la deforestación. Los bosques de la llanura amazónica regulan la temperatura al incidir en la humedad del aire y contribuyen a la estabilidad de los acuíferos al retener el agua de las lluvias.

El avance de la frontera agrícola boliviana duplicó en 2022 la tasa de deforestación en relación a la media de 2016-2020. En 1985, las áreas cultivadas cubrían 2,8 millones de hectáreas. En 2021, 10,8 millones debido a la expansión de los cultivos de soja y de la ganadería. En el altiplano, el lago Poopó, el segundo más grande del país ha desaparecido por la evaporación y la sobreexplotación de sus afluentes. Los pueblos de etnia uro que vivían a sus orillas han tenido que migrar.

Los Alpes se derriten

En las fotos de satélites, Europa aparece más verdes que la mayor parte de África. Pero las zonas de tonos pardos y amarillos son cada vez más grandes. En 2010, una ola de calor estival destruyó el 17% de los cultivos rusos de cereales.

Según un estudio de la Universidad Técnica de Cataluña, en la península Ibérica las temperaturas veraniegas duran hoy en promedio cinco semanas más que en los años setenta. Después de 30 meses consecutivos de sequía, los reservorios españoles están al 50% de su capacidad.

En Francia, 22 comunas del departamento de Ardeche, en la región Ródano-Alpes, han prohibido construir nuevas viviendas en sus términos municipales por las crecientes restricciones de agua. En enero y febrero durante 32 días no llovió una gota en ningún lugar del hexágono, en el invierno más seco desde 1959.

En Italia, el Po está llevando un 61% menos agua que la habitual en esta época del año. De las cumbres de los Alpes procede entre el 25%-50% del caudal llevan los mayores ríos de Europa: el Danubio, el Rin, el Po y el Ródano.

Sequías africanas

Tras la peor sequía en 40 años, en Google Earth el color del África oriental es cada vez más parecido al de la vecina península Arábiga. La falta de lluvia ha desplazado a más de un millón de personas. Al alterar el ciclo de los monzones del Índico, el cambio climático ha modificado los patrones pluviales de Etiopía, Kenia y Somalia. Desde 1981 no llovía tan poco en la mayor parte del Cuerno de África.

El World Food Program de la ONU estima que en 2022 alrededor de 23 millones de personas en esos tres países pasaron un día o más a la semana sin comer. El calor acelera la evaporación, que seca los campos y pastos, dejando sin alimento al ganado. Por cada grado que aumenta la temperatura, la atmósfera puede capturar hasta un 7% más de humedad, que extrae de corrientes de agua, suelos y plantas.

En las zonas tropicales, cuando no llueve el calor ecuatorial seca el suelo con devastadora rapidez. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) advierte que si no se frena, el cambio climático hará que sequías como las actuales de las pampas argentinas o las del cuerno de África se hagan cien veces más probables.

Del Holoceno al Antropoceno

Según la web de la NASA, en los últimos 800.000 años han ocurrido ocho ciclos climáticos que intercalaron glaciaciones y eras geológicas cálidas. La última edad de hielo terminó hace 11.700 años, dando lugar al Holoceno, cuyas estaciones regulares permitieron la aparición de la agricultura.

Hasta el advenimiento de la revolución industrial, que muchos creen inició el Antropoceno, la mayor parte de los cambios climáticos los producían leves oscilaciones en el eje de rotación de la Tierra, que varía la cantidad de energía solar que recibe. Con el Antropoceno, es la civilización la que modifica los ciclos de la naturaleza. La OMM estima que en 2022 las concentraciones de los tres principales gases de efecto invernadero –dióxido de carbono, metano y óxido nitroso– alcanzaron los niveles más altos jamás observados.

La historia comienza en Sumer

En Water: A biography (2021), Giulio Boccaletti señala que el agua es la res publica por excelencia: una sustancia imprescindible para la vida y cuyo control requiere considerables esfuerzos colectivos. El 97% del agua está en los océanos. El resto se divide entre los glaciares y acuíferos.

De todas las formas en las que existe, la más importante para la biosfera es el agua que existe en estado gaseoso, Las nubes hacen habitable el planeta. En determinadas condiciones climáticas, los ríos atmosféricos pueden llevar tanta agua como el Amazonas entero y hasta 10 veces el caudal del Mississippi.

De hecho, el agua controla el clima. Pero no solo eso. Boccaletti recuerda que la historia del control humano del agua es la de las propias instituciones políticas. El Gran Canal de china, el más largo del mundo, fue construido entre los siglos VII y XIII a.C. La Cloaca Máxima, que aun forma parte del alcantarillado de Roma, data del siglo VI a.C. El canal de Lagash, entre el Tigris y el Éufrates, aun lleva agua, 4.000 años después de que lo construyera la ciudad Estado más antigua de Sumeria.

 

Estados hidráulicos

En Oriental despotism (1957), Karl Wittfogel (1896-1988) sostuvo que en la Antigüedad la gestión del agua requirió crear grandes burocracias centralizadas que terminaron dominando la vida política y religiosa y la economía. El “despotismo hidráulico”, caracterizó según él al antiguo Egipto y Mesopotamia, la Grecia helenística, la Roma imperial, el califato Abasí, la China imperial, el imperio Mongol y el Perú incaico.

Domar ríos, construir canales y acueductos, redujo en ellos la resistencia ante el despotismo. Wittfogel, sinólogo alemán que se exilió en EEUU huyendo del nazismo, creía que Asia produjo las “sociedades hidráulicas” más opresivas, un modelo que heredaron la Unión Soviética y la República Popular China.

Sus infraestructuras hidráulicas fueron la concreción tangible de su arquitectura política. Para convertir a Moscú en un “puerto” con acceso a cuatro mares –el Báltico, el Caspio, el Blanco y el Negro–, Stalin ordenó construir el canal Moscú-Volga, que fue excavado a mano por más de 100.000 trabajadores forzados. Más de 10.000 de ellos perdieron la vida durante su construcción.

El mar de Aral, el cuarto mayor lago interior del mundo entre Kazajistán y Uzbekistán, fue otra de las víctimas de la megalomanía estalinista, que desvió sus ríos tributarios para irrigar cultivos de algodón, desecándolo hasta su virtual extinción.

Los templos de la India moderna

Entre 1958 y 1959, el régimen de Mao movilizó a 100 millones de campesinos para construir canales y otros proyectos de irrigación en el marco del “gran salto adelante”, que terminó cobrándose entre 20 y 25 millones de vidas.

Pero en el siglo XX, todo tipo de sistemas políticos se aficionaron a las grandes represas hidroeléctricas a las que Nehru llamaba “los templos de la India moderna” pese a que su construcción inundó aldeas, desplazó a millones de personas, sumergió bosques y propagó la malaria.

No todas las grandes obras hidráulicas necesitan el látigo. En los Países Bajos, el esfuerzo colectivo que requirió ganar tierras al mar construyendo diques, dio origen a asociaciones voluntarias que generaron instituciones democráticas.

Las llaves del Mekong

Hoy casi dos tercios de las corrientes fluviales pasan por encima o a través de algún tipo de dique o represa. Centrales hidroeléctricas generan hoy el 20% de la electricidad mundial. En China, la represa de las Tres Gargantas, en el Yangtsé, el mayor río de Asia, es de lejos el mayor proyecto hidráulico de la historia.

En 1992, el primer ministro chino Li Peng, que estudió ingeniería hidroeléctrica en la Unión Soviética, dio luz verde al gigantesco proyecto, que iba a desplazar a 1,5 millones de personas. En 40 años, la capacidad hidroeléctrica instalada de China aumentó 20 veces, hasta los 350 Giagawatts, más que en ningún otro país.

Desde 2000, la inversión anual china en seguridad hídrica pasó de 5.000 millones de dólares a siete veces esa cifra en 2010. El Mekong, del que depende el suministro de agua de cuatros países asiáticos densamente poblados, entre ellos Camboya y Vietnam, nace en Lancang, China.

Pekín está represando el río en 23 puntos desde el Tíbet a Yunán, lo que le da las llaves de las esclusas que regulan sus flujos. China está exportando ese modelo al África subsahariana, financiando represas como la del Renacimiento sobre el Nilo azul en Etiopía. Con esos antecedentes, no es extraño que Boccaletti crea que los Estados hidráulicos de este siglo harán palidecer a los del siglo XX.

 

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