Thierry Coville: Factores económicos de las protestas en Irán

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Aunque, sin duda, no es posible reducir las recientes manifestaciones a las tensiones generadas por las dificultades económicas, tampoco podemos negar la relación que existe entre la crisis económica que vive Irán desde 2018 y la ola de protestas que sacude este país desde la muerte de Mahsa Amini, en septiembre de 2022. En primer lugar, una serie de consignas contra la pobreza y la corrupción han demostrado que los problemas económicos alimentaban la ira de los manifestantes. Por otro lado, también se puede suponer que la acumulación de dificultades económicas y sociales desde 2018 ha exacerbado las tensiones sociales y políticas que ya existían.

 

Una violenta crisis económica desde 2018

En términos de actividad, la economía iraní parece estar en una fase de recuperación desde 2020. En efecto, después de sufrir una recesión en 2018 (-2,2%) y 2019 (-2,6%), Irán se benefició de un repunte de la actividad en 2020 (+3,3%) y 2021 (+4,7%). Como veremos más adelante, la recesión de 2018 y 2019 se explica esencialmente por el impacto de la reimposición de las sanciones estadounidenses y, sobre todo, del embargo del petróleo. El repunte de la actividad desde 2020 se puede vincular sobre todo al final del confinamiento en mayo de ese año. Sin embargo, la información disponible hace pensar que esta recuperación no se ha traducido, de momento, en la creación de puestos de trabajo suficientes para hacer frente al deterioro de la situación del mercado laboral desde 2018-2019. La tasa de desempleo ha caído oficialmente del 12,6% en 2016 (último máximo) al 9,2% en 2021. Sin embargo, se observa un gran retroceso en el índice de participación (relación de la población activa con la población en edad de trabajar) del 44,1% en 2019 al 40,9% en 2021. Esto significa que, desde 2019, casi un millón de personas han abandonado el mercado laboral en Irán, probablemente debido al deterioro de la situación económica y luego al impacto de la Covid. La situación es especialmente preocupante para los jóvenes de 15 a 24 años y las mujeres, cuyas tasas de participación cayeron entre 2017 y 2020, respectivamente, del 27,7% al 22,5% y del 17,5% al 13,9%. La situación tampoco es brillante para quienes han permanecido en el mercado laboral, con una tasa de desempleo en 2021 del 24% para la franja de 15-24 años y del 19% para las mujeres (OIT).  Asistimos así a una aceleración de la emigración de jóvenes, especialmente licenciados (Iran, une puissance en mouvement, Thierry Coville, Editions Eyrolles, 2022). La tasa de participación de las mujeres ya era muy baja antes de esta crisis (en comparación, en los países de la OCDE es del 51,9%, cuando en Irán era del 17,5% en 2017) mientras que precisamente el nivel educativo de las mujeres (el 51% tiene un título universitario) acerca a Irán a los países de la OCDE (Managing Economic Uncertainties, Iran Economic Monitor, BM, primavera de 2022). Este desfase entre el dinamismo de las mujeres como grupo social y su lugar en el sistema económico está relacionado, evidentemente, con la reciente crisis política.

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Al mismo tiempo, las tensiones sociales se han visto exacerbadas por la aceleración de la inflación. La subida de los precios ha pasado desde un mínimo del 8% en 2016 al 43% en 2021. Una vez más esta evolución se explica esencialmente por la reimposición de las sanciones estadounidenses. Esto ha llevado a un mayor empobrecimiento de la población: el porcentaje de personas que viven con menos de 6,85 dólares al día (calculado a precios de 2017 mediante la PPA) ha pasado del 22% de la población en 2016 al 28% en 2019 y, sin duda, ha aumentado desde entonces dada la persistencia de las presiones inflacionarias. Esta aceleración también contribuye a aumentar las desigualdades en la distribución de los ingresos, al pesar relativamente más sobre los más pobres, que disponen de menos capital para limitar la pérdida de poder adquisitivo. El índice Gini pasó de 40 en 2016 a 40,9 en 2019, y es probable que esta tendencia al alza haya continuado desde entonces. Cabe señalar que esta situación se da en un país ya caracterizado por un alto grado de desigualdad: Argentina, cuyo grado de desigualdad es tradicionalmente elevado, tenía un Gini de 42,3 en 2020.

Causas de la crisis económica

El deterioro de la situación económica desde 2018 se explica por dos factores: la reimposición de las sanciones estadounidenses y la crisis de la Covid.

– La reimposición de las sanciones

No se trata de decir que todas las dificultades de la economía iraní se deben a las sanciones. Así, sabemos que el carácter rentista del sistema económico instaurado desde la revolución ha dado lugar a numerosas disfunciones (op.cit.). Sin embargo, está bastante claro que el deterioro del entorno macroeconómico desde 2018 se explica esencialmente por la reimposición de las sanciones estadounidenses, y en particular de un embargo del petróleo, con la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear en mayo de 2018. En 2010, antes de que Irán sufriera una década de sanciones debido a su programa nuclear, las exportaciones de petróleo representaban el 70% del total de sus exportaciones y el 60% de los ingresos del Estado (FMI). En estas condiciones, el embargo del petróleo impuesto por Estados Unidos a partir de 2018 provocó el desplome de las exportaciones petroleras y un retroceso de la actividad en Irán. Ante una disminución de los ingresos presupuestarios inducida por las exportaciones de petróleo, el gobierno tuvo que reducir sus gastos presupuestarios y, en particular, sus gastos de inversión. Al mismo tiempo, el hundimiento de la moneda iraní frente al dólar en el mercado libre de divisas –y, por tanto, el aumento inducido en los costes de importación– ha llevado a muchas empresas iraníes importadoras de bienes intermedios a limitar, si no detener, su producción. Además, el embargo estadounidense del petróleo también ha provocado una aceleración de la inflación. El gobierno iraní, privado de parte de sus ingresos presupuestarios, ha incrementado su endeudamiento con el sistema bancario (el Banco Central y los bancos comerciales), lo que ha acelerado la creación de moneda y, por tanto, la subida de precios. Al mismo tiempo, la moneda iraní, debido a la disminución de los ingresos de divisas, se ha derrumbado en el mercado libre de cambio: el dólar que se cotizaba a 46.000 riales a principios de 2018 alcanzó en febrero de 2023 el nivel récord de cerca de 480.000 riales. Esta depreciación de la moneda ha contribuido al aumento de los precios de importación y las tensiones sobre los precios en los últimos años.

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Por último, cabe señalar que las exportaciones iraníes de petróleo en valor volvieron a aumentar en 2021. Esto está vinculado al impacto de la subida de los precios del petróleo a partir de mayo de 2020 como consecuencia del aumento de la demanda mundial de petróleo a medida que los países levantaban restricciones y se recuperaba la actividad. Además, las exportaciones de petróleo de Irán en volumen han repuntado desde finales de 2020. De hecho, este repunte en volumen se explica por un aumento de las compras de petróleo por parte de China y por la aceptación tácita de esta situación por parte de Estados Unidos. Podemos pensar que este cambio de estrategia de la nueva administración estadounidense formaba parte de las “señales” enviadas para indicar que su política hacia Irán había cambiado y que Estados Unidos estaba dispuesto a renegociar para revisar el acuerdo nuclear firmado en 2015. Hay que señalar a este respecto que, en caso de paralización definitiva de estas negociaciones, es probable que Estados Unidos intente ejercer una presión adicional sobre Irán tratando de limitar las compras de China de petróleo procedente de ese país.

Es importante recordar el carácter extraterritorial de las sanciones estadounidenses reimpuestas a la economía iraní en 2018. El mensaje enviado por EEUU a los socios comerciales de Irán en ese momento fue que las empresas que persistieran en comerciar con Teherán ya no tendrían acceso al mercado estadounidense. En estas condiciones, las empresas europeas prácticamente dejaron de comerciar con Irán, especialmente en el sector del petróleo. Es comprensible que en ese momento la UE no quisiera involucrarse en un enfrentamiento económico y político con EEUU. Sin embargo, los europeos, a pesar de su deseo declarado de “salvar” el acuerdo nuclear pese a la retirada estadounidense, en realidad han sido muy tímidos en sus intentos por mantener relaciones comerciales con Irán y, por tanto, por preservar la lógica del acuerdo en el que Teherán se comprometió a desarrollar un programa nuclear civil a cambio del levantamiento de las sanciones bilaterales y multilaterales.

 El impacto económico de la crisis de la Covid

Irán, con casi 145.000 muertos, es el país de Oriente Medio más afectado por esta crisis (OMS). El impacto económico de la Covid se ha producido a través de dos canales. En primer lugar, el colapso de la actividad en el mundo a principios de 2020 provocó una caída en la demanda mundial de petróleo, lo que llevó a un desplome del precio del petróleo. Esta bajada de los precios tuvo un impacto especialmente grave en las exportaciones de petróleo de Irán, que ya desde 2018 registraban una caída muy severa en volumen: pasaron de 61.000 millones de dólares en 2018 a 21.000 millones en 2020 (Banco Central de Irán). El segundo canal fue, como en la mayoría de los países, la caída de la actividad en los sectores que tuvieron que parar total o parcialmente debido a la pandemia. El sector servicios (y sobre todo el comercio minorista) que emplea a casi el 51% de los trabajadores iraníes, tuvo una contribución negativa al crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2020. Además, las clases sociales más desfavorecidas fueron las más afectadas por estas medidas, porque son también aquellas cuyos miembros trabajan principalmente en estos sectores y con menos frecuencia como empleados del sector público (“Distributional Impact of Covid 19 in the Middle East and North Africa region”, Mena Development Report, Johannes G. Hoogeveen y Gladys López-Acevedo, Ed., BM, 2021.). Cabe señalar que, a partir de finales de mayo de 2020, las autoridades, sin duda por las consecuencias económicas del confinamiento, procedieron a una reapertura relativamente rápida de la mayoría de las actividades, con cierres temporales hasta 2021 por nuevas olas de contagios. El gobierno ha puesto en marcha una serie de medidas de apoyo a la población y las empresas (estimadas por el FMI en casi el 13% del PIB) para paliar el coste económico y social de la pandemia (FMI, Policy Responses to Covid 19). Sin embargo, estas medidas se vieron limitadas por el hecho de que, al mismo tiempo, las sanciones estadounidenses privaban a Irán de parte de sus ingresos (EEUU se negó a finales de 2020 a que Irán se beneficiara de un préstamo de 5.000 millones de dólares del FMI para luchar contra la pandemia).

Posibles respuestas a la crisis en política económica

En primer lugar, podemos señalar que las autoridades iraníes, contrariamente al discurso oficial, que se jactaba de la “economía de resistencia” para hacer frente a las sanciones estadounidenses, se han mostrado relativamente impotentes ante esta situación. Ya hemos mencionado el hecho de que Irán ha utilizado diferentes redes para exportar su petróleo ocultando su origen (US blacklists tankers linked to Iran oil-smuggling network, Tomer Raanan, Lloyd’s List, 4 de noviembre de 2022). Pero el impacto de las sanciones estadounidenses ha sido muy claro. Las consecuencias del embargo del petróleo pueden medirse por su impacto en el comercio exterior, ya que Irán se ha visto obligado a reducir considerablemente sus importaciones de bienes para hacer frente a la caída de sus ingresos en divisas: las importaciones de bienes cayeron un 34% entre 2017 y 2020 (Banco Central de Irán). Con todo, podemos considerar que la resiliencia de la economía iraní se debe más a la solidaridad familiar y al papel de la economía informal. Las actividades de contrabando, principalmente en las regiones periféricas del país, como las provincias de Hormozgan, Juzestán, Kurdistán y Sistán-Baluchistán, han permitido a las clases más pobres limitar la caída de sus ingresos (op. cit.). Sin embargo, al final, todos estos factores no han impedido que Irán caiga en una profunda crisis económica y social.

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También podemos considerar que el nuevo gobierno se ha visto atrapado en su propia trampa tras la elección de Ebrahim Raisi como presidente de la República en julio de 2021. De hecho, los movimientos más radicales que apoyaron al nuevo presidente no han dejado de criticar al gobierno anterior, dirigido por Hasan Rohaní, acusándolo de ocultar sus fracasos al invocar constantemente el impacto de las sanciones estadounidenses. Además, Ebrahim Raisi multiplicó sus promesas económicas durante su campaña electoral sin mencionar la necesidad de poner fin a las sanciones estadounidenses. Sin embargo, dada la persistencia de las dificultades económicas y, sobre todo, del elevado nivel de inflación, se puede suponer que las autoridades han tomado conciencia de la dificultad de estabilizar el entorno macroeconómico de Irán sin el regreso de Estados Unidos al acuerdo.

En este contexto, son muchas las críticas internas a la política económica en los últimos meses. La decisión de las autoridades de suprimir, a partir de la primavera de 2022, las asignaciones de divisas a la tasa subvencionada de un dólar por 4.200 riales para importar productos considerados esenciales, como medicamentos, ha tenido el efecto de acelerar la subida de precios en un clima ya inflacionario. Pero, sobre todo, el proyecto decidido por el Líder Supremo Ali Jamenei de llevar a cabo nuevas privatizaciones ha suscitado un gran rechazo. De hecho, se espera que no haya control jurídico sobre estas operaciones, lo que hace temer que la política clientelista que favorece a los grupos socioeconómicos cercanos a los medios más radicales, como las fundaciones revolucionarias y los Pasdaran, que en el pasado se habían beneficiado en gran medida de las “falsas” privatizaciones, siga siendo el eje principal de las políticas económicas

En resumen, es difícil negar la relación directa entre la reimposición de las sanciones estadounidenses y el deterioro del entorno macroeconómico de Irán desde 2018. Y, a pesar del discurso oficial sobre “la economía de la resistencia”, la sociedad iraní es la que ha soportado la peor parte del impacto económico y social de estas dificultades.

 

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