Lo que significa para Occidente el futuro de Asad

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La Liga Árabe, una organización compuesta por 22 miembros e infructuosa en gran medida, había tomado la insólita decisión de suspender la membresía de Siria en 2011, cuando Asad inició una guerra despiadada contra los manifestantes que exigían el fin de su régimen autoritario.

La readmisión de Asad es un síntoma importante de la creciente impotencia de Europa y Estados Unidos en una región plagada de inestabilidad, desplazamientos internos, autoritarismo y una generación joven carente de perspectivas económicas y políticas.

Este evento podría también servir de consuelo y precedente para otros líderes autoritarios, incluido el presidente ruso Vladimir Putin. Sometido a una batería de sanciones occidentales y aislado en Europa por su brutal guerra contra Ucrania, Putin tiene una puerta abierta en el mundo árabe. El violento papel militar de Rusia en Siria y su apoyo a Asad han proporcionado a Moscú un importante punto de apoyo y aliados en Oriente Próximo.

Pero la rehabilitación de Asad también tiene que ver con la impunidad y la cruda realidad de la realpolitik. “Los Estados árabes han puesto su cínica realpolitik y agendas diplomáticas por encima de la humanidad”, en palabras de Laila Kiki, directora ejecutiva de The Syria Campaign, un grupo de defensa internacional. La medida, añadió, ha “traicionado cruelmente a decenas de miles de víctimas de los crímenes de guerra del régimen y ha dado luz verde a Asad para que siga cometiendo violaciones de derechos humanos con impunidad”.

La magnitud de la violencia y la destrucción es sobrecogedora. Desde 2011, al menos medio millón de personas han muerto y 23 millones han sido desplazadas. Los refugiados han huido a Líbano, Jordania, Turquía y Europa. Además, toda una generación de niños carece de educación.

En este contexto, la Liga Árabe ha utilizado el daño colateral a la región en general para justificar su decisión, a pesar de que algunos miembros siguen oponiéndose a la medida.

“La crisis siria ha tenido efectos muy negativos en los países vecinos. Los países fronterizos y regionales, especialmente los países árabes, sienten que es necesario resolver esta situación. Por eso hemos llegado a este punto”, declaró a Al Jazeera el secretario general adjunto de la Liga Árabe, Hossam Zaki.

“El entendimiento que ha ido creciendo durante los últimos meses, especialmente tras la catástrofe del terremoto (en Siria y Turquía), es que no hay una atención internacional clara que se suponga que está impulsando una solución en Siria», añadió.

EEUU se mostró escéptico sobre la posibilidad de que Asad ponga fin a la guerra. “No creemos que Siria merezca ser readmitida en la Liga Árabe en este momento”, dijo un portavoz del Departamento de Estado estadounidense. Añadieron que las sanciones a Siria seguirían en vigor, aunque no disuadieron a Asad.

La historia está plagada de ejemplos en los que líderes que han ejercido una represión despiadada a sus ciudadanos han sido rehabilitados, o han escapado de la justicia buscando la protección de otros regímenes afines o simplemente han conseguido aferrarse al poder mediante la fuerza (y cierto grado de realpolitik occidental).

Ha habido casos, como la guerra en la antigua Yugoslavia o en Ruanda, tras los que se crearon tribunales especiales con el objetivo de buscar justicia. También se trataba de dar a las víctimas cierta esperanza de que dichos tribunales ad hoc sirvieran como elemento disuasorio contra futuras atrocidades y asesinatos indiscriminados.

En el caso de Siria, hasta ahora, la Corte Penal Internacional no ha emitido ninguna orden de detención contra Asad, aunque sí contra Putin. Asad puede estar agradecido a la Liga Árabe por legitimar y prolongar su régimen. En cuanto a la mayoría de los miembros de la Liga Árabe, han acabado con los movimientos prodemocráticos que surgieron durante la corta y malograda Primavera Árabe y han reprimido a los islamistas. Las reformas políticas no parecen estar en sus agendas.

También es difícil ver cómo el regreso de Asad a la Liga Árabe tendrá un impacto en este país dividido y disputado. Rusia e Irán, Arabia Saudí y Turquía han bombardeado Siria en su pugna por la influencia y una posición estratégica en la región. Sin embargo, hay un nuevo elemento que está entrando en la región: China. Su reciente papel, sobre todo mediando entre los archienemigos Irán y Arabia Saudí, aporta una nueva dimensión a la cambiante dinámica geoestratégica de Oriente Próximo.

De hecho, la presencia de Pekín pone de manifiesto la ausencia de Europa –que nunca fue un gran actor y que ahora se ha visto aún más reducida a la irrelevancia– y la debilidad política del papel de Estados Unidos.

Sus pobres estrategias –si es que alguna vez las tuvieron– fueron explotadas al comienzo de la guerra en Siria por los enemigos y aliados de Damasco. Esos vecinos y actores del país tendrán que calcular ahora sus próximos movimientos para poner fin a la guerra.

Varios miembros de la Liga Árabe ven la decisión de readmitir a Siria como una bofetada a Occidente. Irán, que también ha sido testigo de meses de oleadas protestas, felicitó a Siria por haber recuperado su puesto en la organización.

Rusia se deshizo en elogios: “Partimos de la premisa de que el restablecimiento de la participación de Siria en las operaciones de la (Liga Árabe), siendo uno de sus países fundadores, facilitará un ambiente más sano en la región de Oriente Próximo y la superación más rápida de las consecuencias de la crisis siria”, declaró la portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova.

Es bastante improbable que en esta atmósfera haya lugar para la justicia. Así de improbable como que se dé pie al compromiso e intervención occidental.

 

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