Alicia Álamo Bartolomé: El mayo argentino

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La Revolución de Mayo fue una serie de acontecimientos revolucionarios ocurridos en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, dependiente del rey de España, que sucedieron durante la llamada Semana de Mayo, entre el 18 de mayo de 1810, fecha en la que se publicaron noticias de la caída de la Junta Suprema Central, y el 25 de mayo, fecha en que juró la llamada Primera Junta de gobierno.

La nueva Junta declaraba actuar «a nombre del Sr. D. Fernando Séptimo, y para guarda de sus augustos derechos», la que es considerada por algunos historiadores como una maniobra política para ocultar las intenciones independentistas, y que lleva el nombre de máscara de Fernando VII.

Si bien inició el proceso de surgimiento del Estado argentino, no hubo una proclamación de la independencia formal, ya que la Primera Junta aún gobernaba nominalmente en nombre del rey de España Fernando VII, quien había sido depuesto y su lugar ocupado por el francés José Bonaparte. La declaración de independencia de la Argentina tuvo lugar seis años después durante el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816. (Wikipedia)

1810 fue un año agitado en Hispanoamérica. Si en mayo se alzaba en cierta forma el cabildo de Buenos Aires, el de Caracas ya se había alzado el 19 de abril y por la misma aparente causa: defender al rey de España, Fernando VII, cuyo lugar había sido ocupado por José Bonaparte. Sin embargo, detrás de estas protestas estaba ya germinando la semilla de la independencia de la Madre Patria. Poco más de un año más tarde, el 5 de lulio de 1811, se firmaba en Caracas el Acta de la Independencia. Tardó más en Argentina, no fue sino hasta el 9 de julio de 1816 cuando se firmó la independencia en el Congreso de Tucumán. Pero quedó como fiesta nacional el 25 de mayo.

Podemos decir que la independencia de América comenzó por un cabildeo y, en cierta forma, eso no ha dejado de ser en nuestro quehacer político: nos la pasamos cabildeando.

En Argentina, cuya fecha nacional celebramos hoy, prevaleció en importancia la fecha del cabildeo. Y, en cuanto al mes de éste -mayo- quedó para siempre grabado en lo que podríamos llamar el corazón político aregentino: la Plaza de Mayo, que se abre frente a la Casa Rosada, sede del gobierno.  En esta plaza se ha desarrollado gran parte de la historia del gran país sureño: protestas, aclamaciones, revueltas, ejecuciones, marchas y manifestaciones, es decir, regocijos, malestares y logros. Famosas, sobre todo, las valientes protestas de las madres con hijos desaparecidos durante la dictadura de Videla. Estas mujeres, que empezaron sus manisestaciones en1977, fundaron una asociación de Madres de la Plaza de Mayo. En 1979 la presidía Hebe de Bonafini, a quien la dictadura había hecho desaparecer a dos de sus tres hijos y a una nuera. Mayor dolor es difícil de concebir, la Bonafini fue respetada por éste y admirada por su lucha.

Sin embargo -y aquí viene la fragilidad humana- con el tiempo la heroica madre cayó en la explotación de su prestigio y su dolor. Hubo algo sucio en el manejo de los fondos de la asociación que presidía. Por eso la incluí en una categoría que yo llamo Traficantes del dolor, donde la acompañan tres latinoamericanas más: la guatemalteca Rigoberta Menchú, luchadora por los derechos humanos de los indígenas, que hasta Premio Nobel de la Paz es, Ingrid Betancourt, candidata a la presidencia de Colombia, secuestrada por la guerrilla colombiana junto a su asesora Clara Rojas, quien tuvo un hijo con un guerrillero, no “por violación”, como ella misma aclaró. Las tres sufrieron en sus circunstancias -algunos sufrimientos inventó Rigoberta- pero superadas éstas, salieron a escribir sobre sus dolores, a dar conferencias por el mundo, muy bien pagadas -o no las daban- y recibir homenajes de gobiernos conmovidos por sus historias. Explotaron sus penas -ciertas o aumentadas- y yo las inscribo en la lista de Traficantes del dolor.

No nos escandalicemos de estas debilidades humanas, si no las tenemos nosotros, seguramente ya tendremos otras de mezquindad, envidia, cobardía, indiferencia o comodidad egoísta, sobre todo porque a menudo nos olvidamos de nuestra filiación divina y actuamos dando la espalda a Dios. Entonces somos débiles.

La Plaza de Mayo, denominada desde 1996 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque creo que nadie la va a llamar así, ha albergado tantos acontecimientos y debe su nombre a esta fiesta nacional que conmemora la independencia argentina, ha sido, es y será siempre, símbolo de libertad.

 

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