Ciudadanos pasan frente a un par de locales de venta de divisas en La Paz, en marzo pasado. El Banco Central no informa de sus reservas desde hace cuatro meses, lo que ha empezado a alimentar el temor de los ahorristas y la especulación de los importadores
“Compro dólares”. Muchos comercios de las grandes ciudades bolivianas han fijado este cartel en sus vidrieras. La divisa estadounidense se ha convertido en el bien más escaso en el país. Tanto, que el Banco Central no informa de sus reservas en divisa desde hace cuatro meses. Se supone que son exiguas, y como todo lo que es escaso sube de precio, el dólar se ha empezado a comprar por fuera del sistema financiero. En ese mercado paralelo cuesta un 15% más que el precio oficial.
Vender y comprar dólares por encima del valor fijado por el Estado está prohibido y varias personas han sido detenidas temporalmente por hacerlo. Aun así, nadie en las tiendas con los carteles piensa en comprar a un precio que ya no es real para los ciudadanos comunes. La devaluación está oficialmente descartada, pero ha ocurrido de hecho. Nadie espera que el tipo de cambio y, con él, la dinámica económica, vuelvan a ser los de antes.
Los economistas de oposición conjeturan que Bolivia seguirá el camino de su vecina Argentina, que sufre un constante deterioro de su tipo de cambio, con un mercado paralelo afianzado desde hace más de una década que dobla la cotización oficial. En Bolivia no hay inflación, pero la falta de dólares está elevando los precios de los productos importados, que son muchos en un país muy poco industrializado. No es la única dificultad para los importadores. Para evitar la fuga de dólares al extranjero, que en parte explica la caída de las reservas internacionales del Banco Central, las transferencias de divisas deben pagar el 10% del monto enviado, un porcentaje que hay que sumar a los costos de importación.
Hasta ahora, el golpe le ha llegado sobre todo a la clase media y no a los amplios sectores populares que respaldaron al presidente Luis Arce en las elecciones de hace dos años y medio. Pero los problemas se están acumulando. Los medicamentos, por ejemplo, que vienen de Chile, Colombia y la India, están subiendo y, algunos, escaseando. Es cuestión de tiempo para que el alza de facto del dólar se traslade al costo de vida. Las autoridades aseguran que eso no pasará.
Otro bien clave que está racionado en determinados rangos de consumo es el diésel. El Gobierno afirma que esto se debe a la necesidad de controlar el contrabando de este combustible, que, aunque se importa en su mayor parte, está subvencionado. El litro cuesta 50 centavos de dólar en Bolivia, más de un dólar menos que el promedio mundial. El contrabando de combustibles a los países vecinos sangra el presupuesto público en unos 250 millones de dólares anuales. La oposición cree que el racionamiento se debe a la falta diésel que el Gobierno ya no tiene cómo importar. Hay denuncias de que la administración de Arce está dejando las facturas de las empresas importadoras sin pagar. Se sabe que algunas grandes empresas mineras y agropecuarias están importando diésel directamente, a pesar de que el precio internacional es mayor.
Otra dificultad de la balanza de pagos boliviana es la caída de las exportaciones desde agosto del año pasado. La causa está en la bajada del valor internacional de varias materias primas que produce Bolivia y por una menor producción de gas. El país está extrayendo un 33% menos de gas de lo que producía en 2014. El déficit comercial resultante (más importaciones que exportaciones) se ha prolongado por ocho meses, así que, con el Banco Central sin reservas, el Gobierno no tiene de dónde sacar divisas. Encima, algunos exportadores privados no repatrian sus divisas porque temor a que queden “atrapadas” en unos bancos sedientos de dólares y por la alta tasa que tendrían que pagar para sacarlas de nuevo del país.
El presidente Arce fue el ministro de Economía de los tres Gobiernos de Evo Morales, entre 2006 y 2019. Arce es el gran rostro del “milagro boliviano”, el periodo de mayor prosperidad de la historia del país, cuando, entre otros récords, se acumularon reservas internacionales por el 50% del PIB. Arce ha llegado a ser considerado el mejor economista del país, pero ahora parece estar desprovisto de soluciones.
Arce ha negado en los últimos meses que Bolivia enfrente una crisis interna. Prefiere hablar de los efectos, en su visión pasajeros, del mal momento económico mundial. Como, por razones ideológicas, aún no considera recurrir al Fondo Monetario Internacional, su Gobierno ha empezado a buscar soluciones. La última, para atacar las restricciones cambiarias, fue aprobar la “ley del oro”, que autoriza al Banco Central vender 22 toneladas de sus reservas para obtener unos 1.200 millones de dólares. Esta ley, afirma el Gobierno, evitará que Bolivia caiga en cesación de pagos este año. Pero el país necesita una cifra igual o mayor, con la que no cuenta, para tratar de cambiar las expectativas de los bolivianos, que hoy son las que expresan los carteles de “compro dólares”.
El País de España