La guerra Rusa-Ucrania cruza otra línea roja, la incorporación del caza F-16 para el combate aéreo

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Aviones F-16 portugueses participan en la Misión de Vigilancia Aérea Báltica de la OTAN en el espacio aéreo lituano cerca de Siauliai.

Con buen criterio operativo, el estado mayor general ucraniano debe estimar que, sin aviones, la contraofensiva tendría pocas posibilidades de prosperar: los carros de combate necesitan cobertura aérea en sus operaciones.

A lo largo de los quince meses transcurridos desde la invasión de Ucrania, se han ido desbordando paulatinamente todas las líneas rojas que los países occidentales se habían autoimpuesto en su ayuda militar a aquel país.

Límites con los que se pretendería evitar la escalada del conflicto. Incluso se llegó a hablar de transferir solo «armas defensivas» ―término difícil de entender y respaldar, enunciado por Margarita Robles, para evitar que las hostilidades derivaran en una conflagración mayor.

Hace pocos meses, parecía imposible que se cedieran, por ejemplo, carros de combate –arma ofensiva y de choque por excelencia– y, sin embargo, los Leopard 2 ya están sobre suelo ucraniano, a la espera de ser empleados en la machaconamente anunciada contraofensiva, que pretendería derrotar a Putin y obligarle a retirar sus tropas de todo el territorio ucraniano.

Con su gira europea, Zelenski ha buscado incrementar tanto el apoyo económico y militar como el respaldo político internacional en favor de ‘su’ potencial victoria en la guerra

Con esa deriva, Ucrania es ahora, quizás, en el plano convencional terrestre, el país vicariamente más armado de Europa. Descartado el combate naval ―aunque a la vista de lo expuesto ya casi nada sea descartable, queda una última línea a desbordar: el combate aéreo.

Biden tiene la llave

Con buen criterio operativo, el estado mayor general ucraniano debe estimar que, sin aviones, la contraofensiva ucraniana tendría pocas posibilidades de prosperar, porque los carros de combate necesitan cobertura aérea para poder desarrollar todas sus capacidades en el campo de batalla.

De ahí la tenacidad con la que Zelenski, que al principio de las hostilidades demandaba incluso la declaración de los cielos ucranianos como zona de exclusión aérea, ahora exija a sus aliados (OTAN y UE) que le proporcionen poder aéreo actualizado (los F-16), que le doten de una cierta paridad cualitativa contra el caza Sukhoi Su-35 ruso.

El líder ucraniano ha logrado que lo que era denegado categóricamente por Biden que retiene en su puño la llave de acceso a los aviones F-16, de fabricación norteamericana, ahora parezca plausible, tras aceptar el presidente estadounidense la previa formación de los pilotos ucranianos en ese tipo de aviones. Y así, valorando la transferencia de los F-16 como factible, se la convierte en inevitable.

Hasta once países de la OTAN lo tienen en su flota aérea. España no lo tiene, solo F-18 y Eurofighter. En sus anclajes lleva variedad de armamento: bombas, misiles, cohetes.

¿Qué ha cambiado para que, en pocos días, Biden haya aceptado el desafío que supone entregar o permitir la entrega de F-16 a Ucrania? Posiblemente, la reciente caída de Bajmut, ―que alienta a Moscú y descorazona a Kiev, haya sido la gota propiciadora de tal mutación.

Aún a costa de asumir el riesgo de que Zelenski, ya con los aviones en su poder, decidiera, en algún momento, utilizar el arma aérea transferida, para atacar objetivos militares o civiles en Rusia. Y, con ello, quizás, tras agotarse cualitativamente la escalada convencional, derivara la guerra hacia un conflicto en el umbral de la opción nuclear.

Se necesitará mucho esfuerzo colectivo para acordar quién, cómo, cuándo y cuántos aparatos se transferirán. La reunión de ministros de defensa de la UE, desarrollada en Bruselas, el pasado martes, con la asistencia del secretario general de la OTAN, abordó el tema. Se pretende organizar una suerte de «coalición de los F-16», y comenzar la formación y el entrenamiento de los pilotos, y es de suponer que también de los especialistas ucranianos, de ese tipo de avión.

Objetivo: acelerar los plazos

En tiempos de paz tal habilitación, meramente para volarlos, llevaría alrededor de nueve meses, a los que habría que añadir el tiempo necesario para poder combatir con él, aunque ahora, posiblemente, se acelerarían tales plazos.

Polonia, siempre en la vanguardia escalatoria, se postuló en esa ministerial para liderar y coordinar tal empeño. Curiosamente, explicitando que su aportación en aviones F-16 sería mínima, como consecuencia tanto de sus tareas de policía aérea en el área báltica como de sus propias necesidades de seguridad.

El F-16 es un avión de caza polivalente, muy ágil, de velocidad máxima supersónica (Mach 2, unos 2.400 km/h) y de relativa simplicidad de manejo para pilotos bien adiestrados. Es un auténtico caballo de batalla del aire que puede operar tanto en combate aire-aire, como aire-superficie, apoyo aéreo próximo y reconocimiento.

De fabricación norteamericana, desde 1979 está de dotación, con sucesivos perfeccionamientos, en más de 25 países por todo el mundo. Además de en EE. UU. (2.000 cazas) y Turquía (270) está en servicio en las fuerzas aéreas de varios países europeos: Países Bajos (213), Grecia (170), Bélgica (160), Dinamarca (77), Polonia (48), Portugal (45) y Rumanía (12). La decantación de Kiev por este tipo de cazas resulta, por tanto, cabal.

La elección de las bases o la cadena de mantenimiento también es clave: su empleo será un símbolo del apoyo de la UE y la OTAN a Kiev

Pero, quizás, no se valoren adecuadamente las condiciones reales que esos aparatos pudieran aportar a Ucrania. La primera de ellas, ya comentada, es el tiempo que se necesitará en instruir para el combate a los pilotos ucranianos. Lo que sugiere la posibilidad de que la anunciada contraofensiva ucraniana, si hubiera que contarse con los F-16, no se desarrollaría, en su caso, hasta la primavera de 2024.

La segunda es el número de aviones a recibir por Ucrania, para poder articular una masa significativa que sirviera a los propósitos ucranianos.

Otra, muy difícil de valorar a priori, residiría en la capacidad de las propias fuerzas aéreas ucranianas para integrar en ellas los nuevos aviones, así como su conducción y gestión en el seno de la batalla aérea.

Asimismo, habrá de definirse dónde desplegarán los F-16 para garantizar su protección, enmascaramiento y dispersión, ya que es sobre el terreno donde los aviones resultan más vulnerables. Requieren bases aéreas limpias y bien mantenidas, así como pistas largas (para los despegues cargados de armamento).

Se necesitarán también trabajos de acondicionamiento de infraestructuras aéreas, fácilmente detectables por el sistema satelital ruso y que serían blancos perfectos para los misiles de precisión, especialmente los de crucero, rusos. Y, naturalmente, entre otros, habría de articularse un nuevo sistema de mantenimiento, función logística esencial para la operatividad del poder aéreo; porque, dicho llanamente, no es lo mismo la contingencia que puede deparar un mantenimiento deficiente de un obús (que no dispararía) o de un vehículo terrestre (que se pararía), que la de un avión de combate que se iría a tierra produciendo la pérdida del avión y, probablemente, también la de su piloto.

Los sistemas S-400

En su caso, la batalla aérea con intervención de los F-16, en un teatro atestado de medios antiaéreos, plantea más incógnitas que certidumbres. Posiblemente, prime el vuelo a bajo nivel, para ocultar trazas en radares y esquivar las defensas enemigas. Será interesante observar cuál será la eficacia de los F-16 frente a los sistemas antiaéreos rusos, especialmente los S-400, de alcance incluso superior al armamento de esos aviones.

Particularmente crítica será la elección de bases de despliegue, mantenimiento y municionamiento, que se suponen estarían en territorio ucraniano. ¿O es que acaso los cazas F-16 desplegarían y serían mantenidos y municionados fuera de Ucrania, en territorio OTAN para, desde allí, despegar para cumplir sus misiones en el interior de Ucrania y, posteriormente, regresar para refugiarse en territorio OTAN? O, ¿qué pasaría si, en el fragor de la batalla aérea, por ejemplo en una persecución, los aviones rusos desbordaran el espacio aéreo ucraniano?

En fin, lo más agobiante es la sospecha de que el interés de Kiev por los F-16 no provenga tanto de las capacidades reales que esos aviones aportarían al poder aéreo ucraniano, como de su significado como símbolo del compromiso occidental (OTAN/UE) con la guerra en Ucrania. Así las cosas, el riesgo de la temible escalada suprema parece hoy imparable.

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