Alicia García Herrero: La bifurcación tecnológica

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La competencia estratégica entre Estados Unidos y China comenzó a principios de 2018, cuando la administración Trump aplicó aranceles de importación no selectivos y reorientó la mayor parte de sus esfuerzos comerciales hacia la ampliación de la brecha tecnológica entre China y EEUU, con especial atención a la “tecnología profunda” (deep tech), como los semiconductores. La administración Biden ha presionado aún más en esa dirección. Sin embargo, no hay que olvidar que mucho antes de que Trump llegara al poder, China empezó a bloquear las tecnologías occidentales que intentaban entrar en su mercado, especialmente en el contexto de los cielos abiertos de Internet y las plataformas digitales. La situación no es solo la de EEUU intentando contener la tecnología china, sino también la de China eligiendo dónde comprometerse y dónde desentenderse.

La cuestión no es tanto si esta tendencia continuará, sino cuáles pueden ser las consecuencias. La situación entre China y EEUU se describiría normalmente como desacoplamiento tecnológico, pero la realidad es más compleja. El desacoplamiento es un concepto que los economistas han tomado prestado de la ingeniería y es lo contrario del acoplamiento estrecho. Implica una acción repentina de separación, pero esto no es lo que está ocurriendo en el ámbito económico, ni siquiera en el espacio tecnológico. De hecho, la idea de pasar repentinamente de la hiperglobalización a la no-globalización mediante una acción política, a saber, el desacoplamiento, no refleja la realidad. Lo que estamos experimentando es un proceso lento pero constante de bifurcación de las tecnologías, así como de las normas tecnológicas.

¿Se está produciendo la bifurcación más rápido de lo que pensamos? A juzgar por lo que los responsables políticos estadounidenses afirman querer conseguir, la respuesta podría ser afirmativa. En su reciente discurso sobre el nuevo consenso de Washington, el Consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Jack Sullivan, declaró que el objetivo es construir una “valla alta en un patio pequeño” en lo que se refiere a China. Esto significa, en efecto, controlar estrictamente la transferencia de tecnología, pero solo en el caso de las tecnologías clave, especialmente las de doble uso y uso militar.

Por el contrario, los responsables políticos europeos tienen una narrativa diferente, centrándose sobre todo en reducir la dependencia estratégica más que en bloquear el acceso de China a las tecnologías clave. Tal y como describió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en un discurso antes de su viaje a China en abril, cualquier impulso a la reducción de riesgos debe centrarse en diversificar el origen de las importaciones europeas, especialmente para la transición energética de la Unión, de lo que ahora es una enorme concentración en China. Esto podría leerse como si la UE no fuera a seguir a EEUU en su impulso por contener tecnológicamente a China.

Sin embargo, la drástica medida de contención, es decir, la prohibición de los chips que Washington introdujo en octubre de 2022, hizo que un Estado miembro concreto de la UE, los Países Bajos, tuviera que tomar la decisión de seguir a EEUU en su decisión. El motivo es que Holanda es el único país de la UE integrante de la parte más alta de la cadena de valor de los semiconductores, ya que exporta máquinas litográficas para producir chips avanzados.

La prohibición de los chips no abarca tan poco como puede dar a entender la idea de un “patio pequeño”. Comenzó con la prohibición de vender la mayoría de los equipos que pueden fabricar semiconductores de 10 nanómetros o menos (es decir, aún más avanzados), pero esa barrera se trasladó a los 14 nanómetros, ampliando básicamente el “patio”.  Además, Puede que el “cerco” no sea tan alto como parece debido a las numerosas lagunas que existen para que China siga importando semiconductores de gama alta de terceros.  Por último, no se puede subestimar la capacidad de Pekín para ascender en la cadena de valor debido al enorme número de subsidios dedicados a potenciar tecnologías clave, incluidos los semiconductores.

Tanto si China consigue reducir -o incluso eliminar- la brecha tecnológica como si no, lo que parece claro es que tanto Washington como Pekín están intentando crear el mayor bloque cohesionado posible desde el que dirigir su ecosistema tecnológico. Aunque esto es un problema para todos los países, ya que tomar partido sólo puede ser perjudicial, es mucho más difícil para los bloques o países más grandes, como la UE o India. La elección no solo depende de los valores o las preferencias políticas, sino también del grado de tecnología al que pueda tener acceso un país.

Aunque todavía existen dudas sobre si China logrará alcanzar la frontera tecnológica, las economías emergentes y fronterizas pueden tener la impresión de que China, como líder autoproclamado del Sur Global, estará más dispuesta a compartir su propia tecnología. Las pruebas sobre la transferencia tecnológica de China al Sur Global son aún limitadas, pero hay esperanzas, sobre todo teniendo en cuenta las quejas históricas del Sur Global sobre la falta de voluntad de Occidente para compartir libremente sus recetas tecnológicas. El caso de las patentes de vacunas durante la pandemia aún permanece en la memoria de muchos responsables políticos de estos países.

EEUU y China parecen estar bifurcándose hacia dos ecosistemas tecnológicos, es cierto que solo para unas pocas tecnologías clave, pero una vez que se inicia el proceso de creación de alianzas, es difícil detenerlo. La UE parece reacia a empezar a contener a China tecnológicamente, pero necesita reducir riesgos diversificando sus fuentes de importaciones lejos de China. ¿Cómo conseguir esto último sin apoyar a EEUU en lo primero?  Parece seguro decir: ¡Bienvenidos a la bifurcación tecnológica!.

 

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