En el cadalso de las ideas fatuas ancla el socialismo. Es una sombría ave de vuelo nocturno, revoloteando en la fragilidad infantil de las mentes dóciles. Estuvo en las entrañas de la añosa parturienta filosofal, que creyó que su útero estaba bendito por traer al mundo una concepción absurda del hombre y la sociedad. Esa antiquísima expresión tiránica mutó hasta nuestros días, se disfrazó en conceptos que tratan de ocultar su genealogía totalitaria.
En el Curriculum histórico del socialismo real existen muchas más muertes que el nazismo en toda su expresión. Una de sus características fundamentales es el secuestro de la libertad para crear un sistema que pretende coartar la disidencia. Los órganos del estado terminan siendo todo un andamiaje, que desea imponernos un modelo castrador de la democracia.
El ADN que compone al gobierno de Nicolás Maduro es la del anhelo absolutista. Es la misma semilla que comienza a germinar en Colombia. Gustavo Petro observa a Cuba para implementar sistemas coercitivos que buscan desvalijar a las instituciones. Antojados del mismo bocado que prueba el hermano desde hace veinticuatro años, eso responde al amor de las viudas por el comunismo hoy envuelto entre reminiscencias y formol.
Son verdaderos depredadores de la razón, su afán es destruir las democracias para inocularnos unos regímenes que respondan a la sed de venganza. Hablan desde la frustración. En su sangre sigue viajando la arbitrariedad, así sean electos en procesos democráticos, solo utilizan este recurso para ir tras la resurrección de un modelo esquizoide.
El socialismo es la negación de todo átomo de libertad. Los pobres son su artimaña. Después de la narrativa heroica, los harán aún más desdichados, eso sí los necesita como aditivo para su discurso rampante. Al final dejaran realidades esqueléticas después de endorsarles a los demás sus propios yerros. Es un mecanismo perverso de retorno a las miserias. Allí yacen los ejemplos de una performance errática. No hay una experiencia que podamos tomar como buena.
No debemos temer al enfrentarlos. Es la eterna lucha entre la institucionalidad y la barbarie. En la piel de la historia están sus obras. El socialismo sabe disfrazarse de bueno, pero sus dientes afilados esperando el mejor momento para atacar.
Periodista, locutor, presentador, poeta y escritor -alexandercambero@hotmail.com – @alecamber