Ana Noguera: ¿Quién vota por Vox?

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Los resultados electorales son siempre imprevisibles. Ahora mismo nos encontramos subidos a una noria de emociones y contrastes, realizando análisis rápidos porque los acontecimientos se precipitan.

La victoria del PP, en las elecciones autonómicas y municipales, ha sido incontestable. Aunque no tanto en votos; su aumento ha sido muy significativo e importante pero no tanta la diferencia frente al PSOE. Lo que ocurre es que entra en juego un nuevo actor: Vox. Y ha salido de la escena política otro: Ciudadanos. El PP ha recogido el voto de Ciudadanos y cuenta ahora con el apoyo de Vox para gobernar.

En mi opinión, no se puede despachar de forma ligera la consolidación de Vox. Ese es el elemento, más relevante que hay que analizar con detalle por varias razones:

*Vox ha entrado ya en todos los parlamentos y, prácticamente, en todos los ayuntamientos. Lo que significa que ya no hay miedo a la ultraderecha, sino que, poco a poco, con el beneplácito del PP, se ha “blanqueado” a Vox y a su ideología ultraconservadora y peligrosamente antidemocrática. No hay ningún medio de comunicación que cuestione que el PP necesita de los votos de Vox; no hay líneas rojas ni prevenciones. Han conseguido consolidarse.

*Vox no ha mostrado ningún programa ni autonómico ni municipal, tampoco ninguno nacional, sino que sus lemas sencillos y contundentes tienen que ver con la identidad de España, el ataque a los independentistas, y combatir a la izquierda radical.

*Ese es otro elemento a reflexionar: Vox ganaba votos a medida que la izquierda más radical los perdía, debido a sus formas intolerantes e impositivas, su talante siempre bronco, y una superioridad moral excluyente.

*No hace falta que haga un análisis sobre la ideología, valores y principios de los dirigentes de Vox; muchos de ellos herederos del más puro franquismo y de partidos como Fuerza Nueva. Pero lo que me interesa son las motivaciones de la ciudadanía que los ha votado. ¿Son fascistas, racistas, machistas, misóginos? O, sencillamente, es una ciudadanía enfadada desde hace mucho tiempo, da igual quien gobierne, porque son los perdedores de la globalización y el capitalismo más voraz.

Esa ciudadanía que hoy vota a Vox es muy diversa y con motivaciones plurales. Pero, una gran parte, son los mismos desencantados que votaron al populismo de “arriba y abajo” que presentó Podemos en su momento y que, enfadados con el bipartidismo, hacen un voto “antisistema”. Hoy, el péndulo se ha ido hacia el otro lado. Se unen varios factores para ello: la ultraderecha se ancló también en EEUU con Trump o en Brasil con Bolsonaro, por lo que ya no resulta un fenómeno nuevo; esos aires neoconservadores que agitan Europa han llegado a los gobiernos, por ejemplo, de Hungría y de Italia, y ruge con fuerza en Francia, por lo que no queda más remedio para la propia Unión Europea que aceptar tales elecciones democráticas, un hecho que le pone el camino más fácil al PP, sobre todo, con un conservadurismo europeo que ha perdido figuras esenciales y sólidas como Ángela Merkel, que sí era capaz de mantener a raya a la ultraderecha.

Otro factor es la pérdida de miedo ante un partido que, de momento, solo patalea, pero no ha podido ejercer gobiernos con seriedad (salvo algunas estupideces y malas intenciones en Castilla-León), por lo que no han sufrido todavía desgaste. Los votantes de Vox solo oyen un cruce de críticas y promesas, pero no han podido comprobar si es cierto todo lo que se cuenta de ellos, o no es tan fiero el fascismo como lo pintan.

Ese descontento social se ceba con una ciudadanía que no comprende muchas acciones políticas llevadas a cabo con imposición, con velocidad de vértigo y con radicalidad. Sobre todo, por parte de una izquierda radical que desde su lenguaje hasta sus formas son continuamente una permanente confrontación “o conmigo o contra mí”, solo que ahora ya no están en la trinchera sino en el gobierno, y eso los sitúa entre la casta que ellos mismos criticaban.

¿Quién vota a Vox? No nos equivoquemos; toda clase de personas, de toda condición social, de clases medias y altas, pero también muchos trabajadores, así como muchas mujeres (pese a las críticas de machismo contra Vox), jóvenes que no disponen de “memoria histórica”, y todos los preocupados por la cuestión territorial.

Se busca identidad, patria, tradición, orden, estabilidad, reconocimiento, una vuelta a la estabilidad. Porque una de las cosas que influyen es lo que Zygmunt Bauman decía con acierto “las estructuras líquidas” de la sociedad actual. Y así es: ya no reconocemos igual ni al trabajo ni a la familia ni a la nación. Son los sufridores de la incertidumbre y de la complejidad.

El ideario de Vox ante sus votantes es la utilización del “pueblo” como concepto, la “patria” como identidad, la “familia” como protección, “nosotros” frente a los de fuera.

Vox no da miedo porque sus votantes tienen más miedo a otras cosas. Sobre todo, a perder el único mundo que conocen.

 

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