Crisanto Gregorio León: La entidad del delito los identifica

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Si no hubiera estudiado a los psicópatas en prisión, lo hubiera hecho en la bolsa de valores. Dr. Robert Hare.

«Aunque la creencia popular apunta a una persona armada que asesina, los psicópatas viven y se camuflan perfectamente entre la gente empática. Un psicópata puede ser un amigo, un familiar, un compañero de trabajo o tu pareja, pero no podrás identificarlo fácilmente. Concuerda en gran medida con el actuar de los narcisistas, pero es peor. El psicópata no está enfermo, es su forma de actuar y de vivir. Actúan de forma sutil y encubierta, conscientes plenamente de lo que hacen para dañar a otros y obtener el combustible emocional que necesitan». Tal cual es Séptimo el coronel psicópata. Un delincuente escondido tras la fachada de un gerente.

Así como el Dalai Lama es aplaudido por los presentes por el asqueante y aberrante acto, en el que besa a un niño en la boca y le pide que le chupe la lengua. Los partidarios del 14º Dalai Lama afirman que el líder budista estaba «bromeando» con el joven. De igual modo mucha gente incauta, inocente, pendeja, o cómplices contestes y aduladores, aplauden en Séptimo el coronel narcisista  la habilidad de escabullirse de sus crímenes con la soltura de un experimentado psicópata. Y aunque unos celebren estos actos, se trata de hechos punibles  o actos criminales  pues son delitos tipificados que van en contra de las leyes, de la decencia y de la moral. Nada más imagínense de lo que personajes como estos pueden estar haciendo en privado, si son osados burladores de la moral y de las leyes en público. ¿Será acaso el Dalai Lama también un psicópata integrado?, toda vez que los psicópatas son generalmente pedófilos y  bisexuales y le dan rienda suelta a su erotopatía. No obstante, víctimas de abuso sexual infantil han señalado que ser sexualizado por un adulto poderoso no es cosa de risa. Y muchos sucesos nada santos ocurren todo el tiempo dentro de la institución que jefatura Séptimo el coronel psicópata, con su consentimiento y protagonismo.

Nos encontramos con toda clase de profesionales por ejemplo o de personas en el ejercicio de su oficio, cometiendo delitos que no son precisamente crímenes sangrientos, pero que son en todo caso conductas tipificadas como delitos, por ser antijurídicas y culpables, y eso aunque no sea un homicidio o un delito de lesiones, también son delitos. De modo que hay que dejar claro, que delito no es solamente asesinar, pues hay diversidad de delitos no sangrientos tipificados en los códigos penales de las naciones. Y  Séptimo el coronel psicópata se sabe camuflar y echarle tierra a sus crímenes. En tal sentido, contadores, abogados, médicos, ingenieros, obreros, militares, líderes religiosos; en fin cualquier persona puede cometer un crimen y no tiene que tratase de homicidio o lesiones; sino también de estafas, extorsiones, forjamiento de documentos, corrupción, robos, hurtos, delitos contra la moral y las buenas costumbres y tantos como contemplados hay en el ordenamiento penal. Entre delitos penales y delitos morales, todos son susceptibles de ser cometidos por un psicópata – haciendo abstracción de su clasificación – que en el caso del integrado prefiero llamar infiltrado porque no está integrado nada – y en efecto los consuma, como lo hace Séptimo el coronel psicópata. De modo que debo dejar claro que crimen es crimen, sea sangriento o de menor entidad, y quienes los cometen son criminales. Esto es una verdad de Perogrullo. Máxime el psicópata cualquiera sea su taxonomía o clasificación, pues tiene una estructura cerebral sui géneris y un daño en su amigada que lo libera de inhibiciones para cometer cualquier tipo de crímenes.

Cuando alguien arguye que un psicópata integrado  por su propia clasificación no puede incurrir en crímenes porque de suyo no lo haría y que no pagará con cárcel sus violaciones a las leyes penales, porque eso es un comportamiento característico del psicópata criminal; está totalmente equivocado, porque los psicópatas integrados también cometen crímenes. Y recuerdo de inmediato  a los delincuentes capaces de violar, asesinar, entre otros despiadados crímenes, pero que  no son diagnosticados psicópatas por el departamento psiquiátrico. Lo que llevaría entonces a esta clasificación, sería la entidad del delito cometido. Si comete delitos sangrientos es un psicópata criminal y si los delitos que comete no llegan a ser sangrientos estaríamos ante la presencia de un psicópata integrado.

Las características o rasgos esenciales que definen la psicopatía, el ­egocentrismo, grandilocuencia, narcisismo, auto justificación, impulsividad, falta general de inhibiciones comportamentales y necesidad de poder y control­ constituyen, según señala HARE (1993, 2003b), la fórmula perfecta para los actos antisociales y criminales. Visto así, podría decirse que los psicópatas presentan, en esencia y por sus rasgos definitorios, una mayor propensión que las demás personas a la realización de actos antisociales y/o que, en definitiva, son unos candidatos perfectos para delinquir (HARE, 2002a, 2002b), haciendo abstracción de dónde los encuadres o los clasifiques. Psicópata es psicópata.

Cualquier persona es capaz o es susceptible de cometer un crimen, no importa su clase social, ni su condición profesional, ni ningún aspecto de su aparente inofensiva habitualidad. Puede por tanto en un momento aciago, cometer un delito. Y la circunstancia de que se le adjetive como una persona santa o incapaz de cometer crímenes, eso no lo exonera, ni lo exceptúa de ejecutar un crimen en algún momento de su vida. Nadie se escapa de esa posibilidad. Y en el caso de los psicópatas, estos se encuentran en la más idónea condición de cometer crímenes porque tienen las habilidades para concebirlos, planearlos, y ejecutarlos con suma frialdad, sin sentir remordimiento y sin experimentar culpa, burlándose de cualquier control y sin estimaciones morales, legales o religiosas. Así la clasificación por la cual unos psicópatas son llamado criminales y otros “angelitos integrados”, por la propia anormalidad estructural de sus cerebros, de su corteza prefrontal; esa taxonomía usada no borra de sus amígdalas, ni de sus comportamientos la predisposición para ejecutar crímenes con toda premeditación, alevosía y ventaja; pues son maestros en el arte del engaño, del control y de la manipulación.

Hasta donde el ejemplo nos permite ilustrar. La psicopatía no tiene cura y la lucha continua, constante y personal en la que un psicópata integrado pueda interiormente mantener consigo mismo para no cometer crímenes sangrientos o de menor entidad, no le quita su diagnóstico de psicópata ni le restablece la óptima funcionalidad de su amígdala cerebral. Él psicópata así descrito sigue siendo un psicópata y no hay medicación que lo controle. Como la esquizofrenia o la diabetes que son enfermedades crónicas que no tienen hasta ahora cura pero que la medicación constante y continua la moderan. Así la propia voluntad extrema del psicópata integrado es el muro de contención del despliegue de su maldad y del resto de las características que lo identifican y definen. Pero como una inhabitualidad en el caso de los psicópatas integrados, es concebible  que no todos estos individuos lleguen a violentar formalmente las leyes, porque  excepcionalmente, pero muy extrañamente, y en una lucha constante y continua se han podido y sabido auto regular por una muy especial, particular y personal decisión y en ello va la educación, los buenos ejemplos, el amor en familia, el auto conocimiento y aceptación de la dimensión de este trastorno de la personalidad y un sin número de circunstancias que se han constituido hasta ahora en un aparentemente eficaz pero también en un débil muro de contención del psicópata que reina en ellos, que en cualquier instante puede presentarse un detonante y el sujeto cruzará la línea. Porque  al fin son psicópatas y la psicopatía no tiene cura. Dicho de otro modo, es como una cicatriz inoperable o no operada por falta de recursos, no porque la persona que la lleve o la sufra acepte que la tiene, no por ello la cicatriz desaparecerá. La cicatriz está allí, solo que se hace llevadera al tener conciencia de ella. Un psicópata integrado podría incluso expresarse así: “No he cometido delito porque no quiero, sino porque no se me ha presentado la oportunidad o no la he construido”. En el caso de Séptimo el coronel psicópata, él no desperdicia ninguna oportunidad para corromperse y corromper, para extorsionar y para chantajear y si no se presenta  esa posibilidad, entonces él la crea, para hacerse corruptamente de ingentes cantidades de dólares y de patrimonio. O lo que es lo mismo, apropiarse criminalmente  de dinero negro  y de cuestionables propiedades.  Y eso es criminalidad.

Los psicópatas no son locos. Ellos saben lo que hacen. Poseen conciencia cognitiva pero no tienen conciencia moral. Por tanto son imputables penalmente. Las cárceles están llenas de criminales psicópatas y de psicópatas criminales y aunque parezca una tautología en puridad no lo es. Como también hay una clasificación que diferencia entre el psicópata criminal y el psicópata integrado, haciendo parecer que este último no cometiera crímenes y nada más lejos de la verdad. Esta taxonomía se contrae a describir al psicópata integrado o subclínico como aquel psicópata que si bien comete delitos no son del tipo sangriento. Lo que supedita su clasificación a la entidad del delito que es capaz de cometer y a la posterior evaluación luego de descubrirse su mundo delictual. Si el delito que comete el psicópata no es del tipo sangriento entonces es un psicópata integrado y si el delito que comete el psicópata es del tipo sangriento entonces es un psicópata criminal. Pero acontece que el psicópata criminal puede escabullirse y acomodar su conducta para introducirse en la sociedad disfrazado de gente empática, de una persona “buena onda”, y el psicópata integrado lo hace todo el tiempo. Entonces es un modus operandi de ambos. Allí radica esencialmente esta terminología, pues adjetivado el psicópata de criminal, o  calificado de integrado, está subordinado a la entidad sangrienta o no del crimen cometido. Lo que en realidad los diferencia no es necesariamente la capacidad del segundo de camuflarse en los ambientes sociales para hacerse pasar por una persona inocua, común y corriente, porque el psicópata criminal también se vale de este artilugio. Y no es que el psicópata integrado haya decidido comportarse en sociedad para respetar las normas cualesquiera que estas sean, ¡no!. A estos mismos sujetos, otros autores los han denominado psicópatas “con éxito” o psicópatas “integrados”, porque no cruzan la línea. O como yo me atrevo a decir: no han hecho el crossover, pero su disposición para ser sangrientos criminales está latente en ellos. De modo que haciendo abstracción del calificativo que empleemos para denominarlos, este tipo de sujetos tienen siempre el mismo perfil y todos aquellos psicópatas adultos que hasta el momento de su detención o hasta que los desenmascararon pasaban por ciudadanos ejemplares, en realidad, no aparecieron ni aparecen de la nada: «eran las mismas personas antes y después de su detención y/o desenmascaramiento. Son psicópatas ahora y eran psicópatas antes» (HARE, 1993).

Como un depredador salvaje domesticado, el psicópata integrado  siempre tiene su alma salvaje y en cualquier momento hace de las suyas. Innumerables casos hay de caimanes, tigres, leones, osos, hipopótamos, entre otros depredadores salvajes,  que han sido criados en familias humanas, como un miembro más y como si fueran mascotas y en un momento detonante, han descuartizado a sus criadores o a su familia adoptiva.  El psicópata integrado igual es un depredador que se disfraza inicialmente de un inofensivo minino, para poco a poco dejar salir la peligrosa e indetenible bestia que realmente es. El psicópata es integrado  no porque haya decidido “integrarse”  en el mejor sentido de la palabra, a la sociedad para aceptar roles en un juego limpio en el desenvolvimiento de la habitualidad y los cánones sociales y legales, Pues no, el psicópata integrado, es integrado porque se ha podido domesticar, se logra colar entre la gente normal, tiene la capacidad de hacerse invisible por decirlo así. Pero ¿ invisible a qué o a quiénes?.  El psicópata tiene la habilidad de mimetizarse para que no se le detecte que es un trastornado que llegó para controlar y manipular; además de pasar inadvertido en el uso de  ese arsenal de “habilidades psicopáticas “que utiliza como eficiente armamento de engaño para imponerse y concretar  sus fines perversos, corruptos y criminales; y que el grupo social que ya lo adoptó como suyo, no examine su comportamiento como “anormal” porque ya ha sido asimilado , acogido, como parte natural de ese grupo, porque es un camaleón. Pero en realidad el consentimiento para formar parte del grupo, es un consentimiento viciado, por lo tanto no válido. Y entonces el psicópata integrado, imita el comportamiento del hombre social empático, para pasar inadvertido, no como alguien fuera de lo cotidiano, sino como alguien del grupo social al que se ha incorporado o pretendido integrar, no para sumarse en sus sanos fines sino para convulsionarlo, al que se ha sumado engañando a sus miembros, y que lo acepten como alguien natural al grupo, pero al poco tiempo destaca por sus habilidades de titiritero y embaucador de perversa cognición. Y allí se impone  como un troyano, como un malware que se instala en una computadora sin el consentimiento del usuario y  realiza acciones maliciosas pero pareciendo inofensivo se apodera del disco duro y contamina los archivos. Así hace el psicópata integrado,  al lograr calar en un grupo en el cual se infiltró. Se apodera de la voluntad de sus miembros y hace cuanta insania y perversión se le ocurra ante la inocencia de quienes lo han acogido, porque no están prevenidos porque a ellos se les ha sumado un actor, un histrión que aparenta ser inofensivo, pero no lo es.  Y rotundamente en ninguno de los dos casos, su condición de psicópatas les provee de alguna especie de eximentes o atenuantes desde el punto de vista psicológico y criminológico, ni mucho menos penal.

El caso de los psicópatas integrados, son integrados porque se disimulan o se presume que se integran a la sociedad como si fueran normales. Pero no son normales, ni tampoco son inocuos. Gran parte de los psicópatas integrados aparentan funcionar para no llegar a cometer crímenes, pero los cometen generalmente. Otros psicópatas integrados, hacen uso de su artillería psicopática para conseguir sus fines perversos o sus metas inmorales bordeando la criminalidad en apariencia pero siempre son transgresores de normas, porque hacen sin remordimiento y sin experimentar culpas  aquello que la  gente con valores y con principios no se atrevería a hacer para conseguir lo que aspira, toda vez que los métodos y las estrategias, así como los medios para obtenerlos son percibidos como incorrectos, como no legales, como inmorales y por tanto no lo hacen.

Una sui generis característica. En la clasificación de psicópatas criminales y psicópatas integrados, hay que hacer las pertinentes observaciones. El psicópata es integrado pero igual se vale de la criminalidad, cuando se propone materializar sus perversiones ilegales o inmorales. Por lo que  siempre está cruzando la línea y se deja ver de quienes sí lo pueden visibilizar. Luego se deja ver. Se distingue habitualmente el psicópata criminal del psicópata integrado, como si este último no cometiera crímenes. La delgada línea entre uno y otro estriba en que el psicópata integrado comete delitos de bajo perfil, hecho el huevón, a escondidas, furtivamente, con justificaciones muy elaboradas. Los psicópatas integrados son más de oficina, prefieren a las empresas como víctimas, aunque hay variantes y excepciones, los hay de todo tipo.   Los otros, son menos metódicos, más expuestos.

No vaya entonces a creer Séptimo el coronel que por ser un psicópata, entonces quedará exonerado de la cárcel. Pues la psicopatía no exonera ningún delito ni ninguna falta. Así que no te hagas el loco porque tú eres un psicópata.

Las controversias entre especialistas, son psicópatas y listo. Tomando las palabras de Hare, era psicópata antes y es psicópata ahora.  Por ejemplo tenemos el caso de Julio, un psicópata que antes de  empezar sus asesinatos o sus crímenes de sangre llevaba una vida integrada en sociedad aparentemente normal. ¿Es que acaso hizo el crossover, de psicópata integrado a psicópata criminal? ¿O desde cuándo y de manera oculta cometía crímenes sangrientos? Este trastornado también conocido como «El Psicópata de Alto Hospicio». Un asesino en serie chileno, actualmente condenado a presidio perpetuo por violación y homicidio de catorce mujeres jóvenes, además de un homicidio frustrado. Aunque este Julio Segundo Pérez Silva, prefería taxear, el psicópata de nuestras epístolas parasita y está enconchado en la administración pública, donde hace alarde de su camuflaje y además entre muchísimas vagabunderías, delitos, ilegalidades e inmoralidades también vende gasolina subsidiada obteniendo altas ganancias luego de tanquear repetidas veces en un mismo día los vehículos de la empresa prevaliéndose de los logos institucionales.   Es que es una rata que a todo le saca provecho criminal.

El psicópata integrado es casi indetectable, es capaz de pasar inadvertido, pero en todas partes los hay. Crisanto Gregorio León.

 crisantogleon@gmail.com

 

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