Fundada en 1725, ha tenido 125 rectores, el primero, Francisco Martínez de Porras y la última Cecilia.
Son 298 años, de lo cuales nuestra generación, como alumnos, docentes o jubilados, abarca los últimos setenta años de su existencia.
Rindo honor a los muchos rectores que hemos conocido y a quienes acreditamos el valor nuestra experiencia, formación y sentido del compromiso para ir a responderle a la comunidad que nos dio su apoyo.
En mi experiencia el referente y memoria eterna fue el rector Francisco de Venanzi 1958-1963. Maestro de sensibilidad y calidad humana y conocimiento científico difícil de repetirse.
Me jubilé de la UCV después de 65 años de estar allí, por distintos rumbos, siempre recordados de la docencia
En el lapso senté preferencias culturales. Aprendí de teatro con el Memorable TU. Y, arte a través del Instituto del profesor Santiago Magariños. Ciencia, filosofía y política con figuras como Guillermo Pérez Enciso, Juan David García Bacca y muchos otros de quienes mucho recibí. No creo, mi caso, único. Son muchos los colegas de mas años y experiencia de vida que yo en la UCV.
Y allí sumé el sentido y valor del mundo, al habitar la arquitectura y eterna humanidad del Maestro Carlos Raúl Villanueva. Me siento orgulloso de ser ucevista al tener la certitud de la honorabilidad y seguridad que nos brindaba contar con el liderazgo de una pléyade de ejemplos como el suyo
Hoy, para nuestra angustia, y mucha pena, esa fabulosa historia de 125 rectores se ha visto ensombrecida. Palmario, a esa legión de notables jamás se les hubiera ocurrido usurpar, ni por un segundo, el mandato de otro equipo rectoral.
Menos secuestrar, por 13 años consecutivos, nuestros derechos de sufragio para escoger autoridades.
Tenemos ira por el atropello a que nos sometió este equipo y su rectora. Ser de furia que nos lleva a la catástrofe.
De Cecilia y su equipo padecimos desvaríos, falta de cordura y por sus derrumbes demenciales serán recordados.
Todo en su rectorado nos hizo dudar de su claridad de juicio.
La filman enfrentando a sus estudiantes, hartos de su condenable conducta, exigían: “Renuncia Cecilia”.
Iracunda, amenazó a quienes solicitaban su renuncia. Y ella, con displicencia imperial, imprecaba que se iría del cargo “cuando le diera la gana”.
Sin lógica aceptable, suspende elecciones, promete otras y hoy declara que el J9 no podrá hacerlas. Con Cecilia y equipo, todo asombro deviene en descaro y su fatalidad es norte.