Podemos evaluar si la presencia china, rusa o estadounidense, en territorio nacional es éticamente aceptable o reprobable.
Primero fue, para una parte, una noticia “inexacta”, para otra parte es una “información mendaz e infundada”. Después, otra fuente la confirma. El tema de la noticia es una alegada base de espionaje china en Cuba. Además, todavía no se han acallado las noticias sobre la presencia rusa en Cuba. Mi reflexión de hoy no quiere quedarse en si la noticia es exacta o no, si es confirmada o negada. Quiero ir un poco más al fondo ético y político de la presencia de naciones extranjeras en suelo patrio.
La eticidad de la ocupación o utilización del territorio nacional
La dimensión ética de estas dos situaciones, es decir, de la presencia o utilización del territorio nacional, por parte de Rusia, China, los Estados Unidos, o cualquier otro país, es el primer tratamiento que le deberíamos dar a esta grave situación. Realmente es grave desde el punto de vista ético, patriótico e internacional. Creo que merece atención de todos.
La ética es el estudio de los principios que disciernen cuáles actitudes o hechos son morales o no. Es “un análisis sistemático y crítico de la moralidad, es decir, de los factores morales que guían la conducta humana en lo personal y social.” Nos explica qué es ser responsable y justo. La ética estudia los principios que nos hacen más humanos, más buenas personas, y que pueden humanizar y mejorar la convivencia social.
Dicho esto, podemos evaluar si la presencia china, rusa o estadounidense, en territorio nacional es éticamente aceptable o reprobable. En todo caso, deberían existir y funcionar, por lo menos, dos instancias: la ética y la política-jurídica. Al final, solo el pueblo debería decidir cuando sea consultado con todas las garantías.
Entre los principales principios éticos en los que se podría y debería sustentar el discernimiento y las decisiones, sobre estos y otros temas, podemos mencionar:
– La verdad, que debe ser investigada, conocida y divulgada, libremente, por todos los ciudadanos. El secretismo, la información insuficiente o manipulada y la mentira sobre estos asuntos de tan graves y perdurables consecuencias para el pueblo cubano niegan el primer principio ético. La búsqueda de la verdad va unida al compromiso personal de cada cubano para ejercer su autodeterminación y para desarrollar su capacidad de pensar, discernir y actuar por su propia iniciativa, siempre que no lesione la libertad y los derechos de los demás. En mi opinión este principio ético no se ha cumplido en ninguno de los dos casos que abordamos.
– La libertad, que nace del conocimiento de la verdad, y que es constitutiva de todo ser humano. Me refiero a la libertad interior de ser, pensar, discernir, elegir, en conciencia, con rectitud, certeza y diligencia. Y también a la libertad exterior o libertad para actuar, ejercer, servir, convivir: la libertad de expresión, de reunión, de manifestación, y las demás libertades civiles, económicas, políticas, sociales y culturales. En mi opinión, este principio ético tampoco ha sido respetado en las decisiones tomadas por unos pocos aquí o allende los mares. Me refiero a la libertad del pueblo cubano para expresarse y decidir sobre estos asuntos.
– La responsabilidad, que es como la otra cara de la libertad. En primer lugar, significa que cada ciudadano cubano no haga dejación voluntaria de su derecho a investigar, a saber, a expresar su opinión, a decidir y a actuar. La responsabilidad ética y cívica de cada cubano ante situaciones tan graves como el problema chino, o el ruso, o el americano, debería ser la respuesta ante estos pactos que un pequeño grupo ha decidido imponer a todo el pueblo cubano que es y será quien sufra las gravísimas consecuencias de estas injerencias en territorio nacional. Esas amenazas a la estabilidad, la seguridad, la soberanía y la integridad territorial son responsabilidad de todos y cada uno de los cubanos.
Por tanto, nuestra palabra, nuestro voto y nuestra actuación cívica deben corresponderse con esa responsabilidad, indisolublemente unida a la libertad y a la verdad. En mi opinión, tampoco este principio ético ha sido respetado tanto por los ciudadanos cubanos que hemos ignorado, dimitido u olvidado que somos responsables de todas las situaciones graves del país, como tampoco ha sido respetado por parte de aquellos que han decidido hacerlo sin consulta popular previa y vinculante.
La soberanía y la integridad territorial
Otro de los componentes del sustrato ético-político-jurídico de estos temas, chino y ruso, es el ya mencionado principio de soberanía nacional. Como todos sabemos es uno de los más defendidos y propagandizados por el poder en Cuba. Cada país tiene el derecho a defender su soberanía nacional. Pero, toda soberanía nacional tiene su fuente y garantía en el ejercicio libre y democrático de la soberanía ciudadana. Cada cubano, viva en la Isla o en la Diáspora, tiene el derecho y el deber de tomar parte en las decisiones que afecten gravemente a su país, como son estos dos casos. Es la manera de garantizar la seguridad, la estabilidad y un clima de paz para poder concentrarnos en nuestro propio desarrollo a través del trabajo creador y eficiente de todos los cubanos, donde quiera que estemos.
Ahora bien, ¿quién o quiénes deben decidir la salvaguarda de esa soberanía nacional? ¿Quién o quiénes ostentan el poder de dar el permiso para que países extraños a nuestra cultura y a nuestra región puedan poseer tierras, construir obras o instalar tecnologías destinadas a escuchas o monitoreos estratégicos y secretos?
Opino que en estos casos en que la decisión a tomar compromete la integridad territorial, la seguridad y pone en peligro la paz de nuestro país, o de la región, o nos coloca en un bando equivocado de invasores, o nos involucra como aliados en una guerra en otras regiones del mundo, entonces la decisión debe ser del único soberano que es el pueblo cubano. Ninguna persona o grupo de personas, o partido que representa solo a una fracción del pueblo, debería decidir por nosotros, el pueblo cubano.
Los instrumentos de decisión con participación democrática son conocidos, algunos de ellos son la “Consulta Popular Vinculante” y también el “Plebiscito”. La Consulta Popular “es un mecanismo de participación ciudadana que sirve para ejercer el derecho constitucional para votar en torno a temas de trascendencia nacional de manera que su voluntad vinculante (es decir que obliga a su cumplimiento) pueda incidir en el debate y pueda obligar en las decisiones adoptadas por los órganos representativos del Estado.” Por su parte, “el plebiscito es convocado por el presidente de la República, previo consentimiento favorable del parlamento, para que el pueblo apoye o rechace una decisión del poder ejecutivo.”
Sabemos que en Cuba no hay división de poderes, y un solo partido ejerce el poder hegemónico sobre la sociedad e incluso sobre los organismos del Estado. No obstante, en los casos de Rusia y China, como en tantos otros, no se ha realizado ninguna consulta al pueblo, ni siquiera hay información suficiente y veraz sobre ambos asuntos. La falta de información y la falta de consulta validada democráticamente violan la soberanía ciudadana que es la base de toda democracia.
Los intereses mayores
Este es un argumento y una justificación que sabemos que se ha esgrimido para tomar estas y otras decisiones que comprometen nuestra soberanía ciudadana y nacional: son los llamados “intereses mayores”:
Se trata de los intereses geoestratégicos que subsisten de la “guerra fría” entre dos bandos. Estas estrategias geopolíticas no deben estar por encima, ni aplastar, ni ignorar, los principios éticos, políticos y jurídicos, algunos de los cuales hemos mencionado aquí.
Se trata de los intereses militares y de hegemonías, económicas, imperiales o zaristas, entre países grandes como China, Rusia, Estados Unidos. Los intereses militares y hegemónicos, rezagos de culturas no democráticas o de viejos proyectos de dominación extraterritorial, no deben estar por encima, ni aplastar, ni ignorar, los principios éticos, políticos y jurídicos, algunos de los cuales hemos mencionado.
Y en el caso específico de Cuba, se trata de los “intereses mayores” de mantener el poder político y de buscar soluciones rápidas a la desesperada situación económica producida por la ineficiencia del modelo económico impuesto que va contra la naturaleza humana. Esas soluciones, rusas o chinas, o norteamericanas, o de cualquier otro país, convierten a Cuba en un nación dependiente, y peligrosamente comprometida en causas bélicas o geoestratégicas por querer salvar una situación económica, política y social que es insalvable manteniendo la continuidad de todo lo que ha fracasado.
Solo el pueblo cubano puede resolver sus propios y graves problemas, observando los mismos principios éticos mencionados al principio: con la verdad sobre la situación del país, con la libertad personal y cívica y con la responsabilidad ciudadana y política. Lo logrará educando y ejercitando estos principios éticos y políticos. Estos deberían ser nuestros verdaderos intereses mayores.
Una vez más, lo reitero con convicción profunda: creo, espero y confío en que los cubanos, de la Isla y de la Diáspora, tenemos el talento, las capacidades y, sobre todo, la eticidad y las propuestas, para transitar pacíficamente hacia un desarrollo humano integral, una ecología social respirable y una democracia de calidad.
Repito esto último porque a veces me parece que nosotros, los mismos cubanos, no acabamos de creérnoslo. Comencemos por ahí.
Dagoberto Valdés Hernández – Reporte Católico