He reflexionado, casi a diario, sobre el problema que expongo. Pretendo se entienda y lo metabolicen con rapidez. Consciente, por cuanto, como mucha gente de este amado país, he sido reactiva. Aprendí, con el paso de los años, a no ser tan cuestionadora, menos respondona, a pesar de qué, mi admirada suegra, (QEPD) me estimulaba y se sentía revindicada por mi rapidez al responder a cualquier cosa que un hablante me dijera. Lo que sentía como cualidad, con los años quedó demostrado: no era conveniente y “había que dar un tiempo protector” para dar respuesta a las cuestiones que se presentan a lo largo de los días. La rapidez al responder no era, definitivamente, lo mejor, tampoco, lo más sano. Voltaire decía qué, respuestas y argumentos le venían a la mente cuando iba por la escalera. Afirmaba entonces, que tenía el “espíritu de la escalera”. Muchos lo consideran lamentable; la vida me ha enseñado: pensar y tomarse un tiempo, antes de responder es preferible y más seguro. Eso hago ahora. Toda esta perorata surge al ver al régimen en sus estertores. Si, en etapa terminal. Por otra parte, un sector importante de la llamada oposición democrática, enloquecida, desestabilizada, desorganizada; otro, con ideas claras. También mucha gente confundida, algunos iracundos y violentos, sin ninguna disposición al diálogo; otros cansados de estas rabias, dimes y diretes, ruina y desesperación. Un sector, convencidos de la necesidad de dar oportunidad a la civilizada, imprescindible, interacción comunicacional. Existen radicales. Sueñan con la venganza. Es terrible y no aceptan ningún tipo de aproximación, ni vinculación entre venezolanos que han aceptado al régimen, y, simplemente piensan distinto, sin embargo, no son actores de las violaciones del Derecho Humano. Hay que reflexionar sobre esto, sin duda.
¿Por qué hablo de la “paradoja existencial de los demócratas”? Es una situación conocida para quienes sobrevivimos una dictadura. También ha sido una constante en diversas épocas. Ocurre la liberación y la democracia se impone. Somos obligados a pasar por la transición. Interesante recordar, no somos los únicos que vivimos esas angustias. Esa paradoja mortifica, a los humanos de bien: ¿ser democráticos al aplicar la justicia o responder de la misma forma cómo nos persiguieron? Al tomar consciencia de los horrores vivenciados y sufridos por los muertos, torturados, perseguidos, presos y exiliados, ¿se hará justicia? O, siguiendo la rabia y el malestar que se siente, buscaremos ¿venganza? En el primer caso, estarán refrendados por la sentencia de la Corte Penal Internacional. Se presiente, se intuye: pondrán en evidencia las nefastas acciones del régimen, qué sin piedad, ha cometido a lo largo de estos 25 años de duro sufrimiento para el pueblo venezolano. ¿Y, la rabia? Vuelvo a la pregunta: ¿Qué hacer? Referida, por supuesto a ¿Cómo serán tratados los esbirros, torturadores, agresores y violadores de los derechos humanos de los venezolanos? La humanidad en el siglo XX, tuvo que enfrentar en diversas oportunidades esta paradoja. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo momentos complejos. Las heridas producidas por los nazis al pueblo judío y a toda la resistencia, no se subsanaron con facilidad. Los demócratas volvieron los ojos a la justicia formal. Los países europeos organizaron procesos jurídicos contra quienes se supo, actuaron en favor del nazismo. Sin embargo, en Francia, un importante grupo no se sentió conforme con la sentencia emanada de los tribunales. Decidieron tomar justicia por su propia mano. En varias oportunidades lograron matar-ejecutados por ellos- a esos individuos; se comprobó: eran torturadores y mercenarios al servicio de la Alemania Nazi. Se habló de crímenes existenciales. El Estado, al final, pudo controlar y ejercer la auténtica justicia penal en la mayoría de los casos. La situación fue difícil. Cuando cayó la dictadura de Pérez Jiménez aquí en Venezuela, hubo un momento terrible: familiares, amigos, militantes de los partidos rebeldes se fueron a la tenebrosa Seguridad Nacional, en la Avenida México a liberar los presos. También a vengar, a víctimas de la represión, a presos, torturados, agredidos y asesinados. Hubo atropellos y linchamientos. La gente de la Junta Patriótica y dirigentes de partidos políticos prometieron seguir juicios imparciales, justos a los nuevos perseguidos. Se calmó el pueblo. Hubo varios “ajusticiados”. Se siguió un verdadero proceso penal, al Dictador quien cumplió condena en Estados Unidos y aquí. 10 años después tenía un partido que lo aclamaba y le pedía que regresara. No quiso arriesgarse y nunca volvió, viviendo cómodamente en Madrid hasta su muerte. Tenemos mucho sobre que reflexionar. Estos períodos históricos, ciclos los llaman algunos, hay qué analizarlos para comprender. De eso dependerá que no se repitan. Sí, el poder enamora, embriaga y también obnubila. Mucho que aprender y estudiar sobre los grandes líderes democráticos. Sobre los otros también. Necesario revisarlos críticamente. Ojalá nuestra gente sea razonable, crítica, justa para este momento que se aproxima. ¡Dios nos ayude!