Rafael del Naranco: Abrid puertas y ventanas

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Hacía años que mis recuerdos   no regresaban a la ciudad de Burdeos. Lo hice aquella lejana vez como los viejos saltimbanquis, siguiendo la ruta de juglares o comediantes, para representar con un grupo de jóvenes ilusos (y en aquellos tiempos serlo era vivir) la obra lorquiana “La casa de Bernarda Alba”, del autor de “El romancero gitano”.

Uno formaba parte del coro que jamás se ve, pero presente, como el olor a macho. Inventamos una letra para darle un fondo doliente de orfeón griego:

“Abrid puertas y ventanas / las que vivís en el pueblo, / el segador pide rosas para adornar sus cabellos” 

 Y he aquí que   una mañana, estando por estas tierras de Aquitania, cara al Garona, sobre la barandilla del Bulevar de Luis XVIII, aquel muchacho de rostro bermejo y asustado contemplaba la espesa bruma del río, pero ante todo asombrado, al ser entonces Francia el anhelo de cualquier joven de la España de murga y pandero.  

En aquel tiempo toda esperanza era cruzar los Pirineos. Fuimos de pueblo en pueblo, como gitanos ambulantes o trovadores sin oficio, hasta llegar a París. Desde entonces, sin que la ciudad lo sepa, Burdeos fue el primer camino de vericuetos tatuado en nuestra alma. 

 Víctor Hugo decía una frase para reflejar la influencia histórica de la ciudad de donde salieron los Girondinos en pos de la Revolución Francesa, pero como debería ser, veintidós de ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la guillotina. 

El pintor de los negros fantasmas, Francisco de Goya y Lucientes, huyendo por caminos de Dios y el Diablo, se escapó por pelos de la represión absolutista, y  estando por esos lares, plasmó, como homenaje a esa tierra campesina hasta el tuétano, un lienzo. Hoy está en el Museo del Prado y se titula “La lechera de Burdeos”. 

Ya en la noche de la despedida de la ciudad, camino de la estación de Saint-Jean para regresar en tren  a París, nos paramos unos minutos frente al Gran Teatro, sin duda uno los más bellos recintos de Francia. Rodeado de impresionantes columnas. Por ella subió años antes, aquel jovenzuelo que era mi persona, para contemplar la obra del poder, las ambiciones y las dudas: “Volpone” de Ben Jonson. 

rnaranco@hotmail.com

 

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