En este artículo el autor reflexiona sobre los discursos que llevan anunciando el final del lulismo desde el mismo momento en que Lula llegó a la presidencia de Brasil hace ya 20 años.
Desde su nacimiento, el lulismo ha sido diagnosticado en crisis y hasta en fase terminal. Apenas comenzó el primer gobierno del PT, se señaló que fracasaría. Esto siguió incluso después de sus exitosos gobiernos. Sin embargo, fue elegido por cuatro mandatos. Y esta ola no ha terminado.
En 2018 uno de los muchos politólogos del panorama mediático brasileño publicó un libro titulado O lulismo em crise [N. del ed.: se refiere a un libro de André Singer], poco antes de que Lula volviese a ser elegido presidente de Brasil. Por aquellos mismos tiempos, un columnista de Valor Económico [N. del ed.: se refiere a Cristiano Romero] titulaba: “La última oportunidad de Lula”.
En resumen, la trayectoria de Lula y el PT estuvo siempre acompañada de pronósticos catastróficos. En sus primeras elecciones, Lula fue derrotado dos veces por Fernando Henrique Cardoso en disputas presidenciales, en la primera vuelta. Lula fue visto como un político fracasado y el PT como un partido incapaz de derrotar al PSDB.
Al PT se pretende mostrarlo como si estuviese siempre en crisis, acumulando derrotas. Como si su proyecto fuera inviable. Parece que el lulismo nació para «vivir en crisis». La idea es siempre criticar a Lula, hablar mal de él, desconfiar de sus palabras. El periodista que escriba ese tipo de cosas seguramente ganará espacio en los medios, será invitado a debates, lo invitarán a escribir y será promovido a «especialista» en Lula y el PT.
Sin embargo, en la historia política brasileña, no hay éxito tan grande como el de Lula y el PT. Ni siquiera siendo comparado con Getulio Vargas y el getulismo sería posible encontrar un éxito tan grande.
Es necesario recordar que Lula recibió en su momento al país con un grave estancamiento económico, inflación creciente y alto desempleo. Lula dejó el gobierno, después de cumplir dos mandatos, con la oposición sistemática de los medios, pero con un apoyo popular del 76%.
La economía había vuelto a crecer y las desigualdades sociales y regionales estaban disminuyendo, al igual que el desempleo. Al punto de que Lula eligió a Dilma como su sucesora quien, a su vez, logró ser reelegida.
Durante 14 años, Brasil ha tenido un ciclo sin precedentes de crecimiento económico, reducción de las desigualdades, estabilidad política y prestigio internacional. El lulismo lideró ese proceso, consolidándose como la mayor fuerza política del país en el siglo XXI, que hubiera continuado de no haber sido desplazada del gobierno por el golpe de Estado contra Dilma.
Después de ser arrestado, condenado y encarcelado, Lula volvió a ser elegido presidente, aunque recibió una importante herencia para gobernar Brasil: el desastre institucional producido por el gobierno anterior que, además del clima de violencia en los discursos de la derecha, estuvo acompañado de un presidente del Banco Central neoliberal y un Congreso de mayoría conservadora.
Lula es un enigma, que no es descifrado ni por la derecha ni por la ultraizquierda, que acaban devorados por ese enigma. Lula logró descifrar que el neoliberalismo es el enemigo a derrotar y superar. El éxito de su gobierno se debió a su capacidad para sustituir la prioridad de los ajustes fiscales por la prioridad de las políticas sociales, aumento de empleos formales, ampliación de políticas de educación, salud y asistencia social. Y políticas complementarias, como la ‘Bolsa Família’ o ‘Minha Casa, Minha Vida’, entre otras, para quienes no están en el mercado formal.
En su conjunto, los gobiernos de Lula, que se enfrentan a la feroz oposición de los medios de comunicación, también están acompañados por quienes insisten en el tema de la crisis del lulismo. Una «crisis» que ya ha entrado en crisis.