Ezequiel Querales Viloria: El voto herido

Compartir

 

Desde que Manuel Felipe Tovar se convirtiera en el primer Presidente elegido por los venezolanos, el 12 de abril de 1860, pues hasta entonces el Congreso designaba al primer mandatario, el voto popular en Venezuela ha tenido momentos estelares de emancipación, aunque muchas veces ha sido ignorado y manejado al arbitrio de los gobernantes de turno.

La historia nos revela que en 1946 fueron las primeras votaciones ejercidas bajo el sufragio universal, también las primeras en Sudamérica, para elegir una asamblea constituyente por la vía universal y secreta.

Con la aprobación de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política (1997), se consagraron tres innovaciones importantes: la automatización de los procesos electorales, la despartidización de los organismos electorales y la consagración del referéndum consultivo de alcance nacional. A partir de ese mandato legal, se introdujo la automatización del voto, hasta ser reconocido y ampliado en la actual Ley Orgánica de Procesos Electorales (2009).

Para entonces, el voto adquirió respeto, rango constitucional, sentido de pertenencia popular para cambiar y castigar a los gobernantes que no cumplieran las expectativas del electorado.

Con la llegada de la “revuelta roja” al poder, todo se transmutó. Se produjo un forzado viraje en la dirección y contenido político del orden electoral y constitucional establecido, para girar progresivamente, a formas arcaicas de L´Etat c’ est mio, el Estado soy yo, en su versión comunista, “el Estado es el partido y viceversa, una copia fiel del modelo represor y dictatorial cubano.

Desde entonces, el partido gobernante pasó a ser todo, o casi todo, tomado de la mano de la euforia de una revolución populista, que para ellos, brotaba del “corazón pueblo”, pero que jamás benefició al pueblo.

Desde la cúpula del poder se tejió el entramado y las directrices, para hacer ver, y hasta comprobar con la magia del señuelo demagógico, que “la revuelta roja”, era la genuina representante del pueblo.

Alcanzado ese primer tramo, los procesos electorales en el país no solo se multiplicaron (“29 elecciones por el pecho sin perder una”), sino que pasaron a ser, un simple trámite, para cambiar o dejar en los cargos, a las autoridades escogidas por “el partido es el Estado”.

Ahora se nota “un corri-corre” en los centros del poder que deja colar un cierto temor, de que la “mágica conexión” que se tenía con la gente a través del voto cambie de manos y establezca un nuevo liderazgo en el país, pero ahora, totalmente ajeno al entorno de “alacranes”, del Psuv, y de vergonzosas complicidades.

Se vuelve “batuquear” con el mayor desparpajo, al árbitro electoral, ante el temor de que el control absoluto de los procesos comiciales, se les vaya de las manos, e impida acabar con el voto como arma de rebeldía de cambio y devenga en una cívica liberación.

En las primeras de cambio, el voto universal, directo y secreto, luce moribundo, que todavía no ha muerto. Sentimos que respira por la herida abierta, pero que aún gime, como queriendo gritar un SOS de libertad.

Y cuando se avecina un nuevo proceso electoral para cambiar el modelo fallido y represor, la majestad del voto popular, vuelve a ser castigada por todos los flancos. Desde la sublime desmoralización del árbitro electoral, la judicialización de las giras de campaña, la activación de las brigadas de choques para hostigar y apagar a los nuevos liderazgos, hasta la utilización de la añeja trampa del chantaje y extorsión, así como del nefasto expediente de la inhabilitación política.

Afortunadamente, un envolvente sentimiento de libertad aflora con fuerza y entusiasmo por las calles de Venezuela, dispuesta a dar al traste con las perversas maniobras “espanta votos” y triquiñuelas electoreras, y rescatar al “voto herido”, hasta oírlo gritar a viva voz: “no estaba muerto, estaba de parranda”. Y salir airoso por las calles.

Desde que Manuel Felipe Tovar se convirtiera en el primer Presidente elegido por los venezolanos, el 12 de abril de 1860, pues hasta entonces el Congreso designaba al primer mandatario, el voto popular en Venezuela ha tenido momentos estelares de emancipación, aunque muchas veces ha sido ignorado y manejado al arbitrio de los gobernantes de turno.

La historia nos revela que en 1946 fueron las primeras votaciones ejercidas bajo el sufragio universal, también las primeras en Sudamérica, para elegir una asamblea constituyente por la vía universal y secreta.

Con la aprobación de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política (1997), se consagraron tres innovaciones importantes: la automatización de los procesos electorales, la despartidización de los organismos electorales y la consagración del referéndum consultivo de alcance nacional. A partir de ese mandato legal, se introdujo la automatización del voto, hasta ser reconocido y ampliado en la actual Ley Orgánica de Procesos Electorales (2009).

Para entonces, el voto cobró respeto, rango constitucional, sentido de pertenencia popular, para cambiar y castigar a los gobernantes que no cumplían con las expectativas de sus electores.

Con la llegada de la “revuelta roja” al poder, todo se transmutó. Se produjo un forzado viraje en la dirección y contenido político del orden electoral y constitucional establecido, para girar progresivamente, a formas arcaicas de L´Etat c’ est mio, el Estado soy yo, en su versión comunista, “el partido es el Estado”, una copia casi al calco, del modelo represor y dictatorial cubano.

Desde entonces, el partido gobernante pasó a ser todo, o casi todo, tomado de la mano de la euforia de una revolución populista, que para ellos, brotaba del “corazón pueblo”, pero que jamás benefició al pueblo.

Desde la cúpula del poder se tejió el entramado y las vocerías, para hacer ver, y hasta comprobar con la magia del señuelo demagógico, que “la revolución”, era la genuina representante del pueblo.

Alcanzado ese primer tramo, los procesos electorales en el país no solo se multiplicaron (“29 elecciones por el pecho sin perder una”), sino que pasaron a ser, un mero trámite, para cambiar o dejar en los cargos, a las autoridades escogidas por “el partido es el Estado”.

Ahora se nota “un corri-corre” en los centros del poder que deja colar un cierto temor de que la “prodigiosa conexión” con la gente a través del voto cambie de manos y establezca un nuevo liderazgo en el país, pero ajeno al entorno de “alacranes” y del Psuv.

Se vuelve “batuquear” con el mayor desparpajo, al árbitro electoral, ante el temor de que el control absoluto de los procesos comiciales, se les vaya de las manos, e impida acabar con el voto como arma de rebeldía de cambio, de liberación cívica popular.

Volvemos a observar, como el voto universal, directo y secreto, yace moribundo, aunque aún no ha muerto. Sentimos que respira por la herida, que gime y jadea como queriendo gritar un SOS de libertad.

Y cuando se avecina un nuevo proceso electoral para cambiar el modelo fallido y represor, la majestad del voto popular, vuelve a ser castigada por todos los flancos. Desde la sublime desmoralización del árbitro electoral, la judicialización de las giras de campaña, la activación de las brigadas de choques para hostigar y apagar a los nuevos liderazgos, hasta la utilización de la añeja trampa del chantaje y extorsión, así como del nefasto expediente de la inhabilitación política.

Afortunadamente, un envolvente sentimiento de libertad aflora con fuerza y entusiasmo por las calles de Venezuela, dispuesta a dar al traste con las perversas maniobras “espanta votos” y triquiñuelas electoreras, y rescatar al “voto herido”, hasta oírlo gritar a viva voz: “no estaba muerto, estaba de parranda”. –“Ahora vamos por un futuro luminoso, y que lo sepa la gente”, añaden las voces democráticas del atolondrado país.

ezzequevi34@gmail.com

 

Traducción »