Fredy Contreras Rodríguez: Respetar la tierra

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En la postmodernidad todo parece estar inventado, descubierto y conocido, y creemos que es así; llegamos a suponer que estábamos ante el “fin de la historia”; que todo se sabe. Estamos viviendo de contradicciones y paradojas, y una de ellas es que el conocimiento científico nos ha permitido saber de muchos asuntos, pero el común de los terrícolas poco sabe del planeta que habita. Ignoramos y desconocemos las reglas que nos vinculan con el globo terráqueo y hacemos mutis frente a relaciones armónicas que todo ser vivo debe tener con la madre Tierra.

En tanto que ser vivo, parte integrante de la infinidad de sistemas del mundo-universo, nuestro planeta determina, gobierna y conduce la existencia de todos los organismos que lo habitan, desde los invisibles virus hasta la magnífica existencia de los cetáceos, monumentos vivos y vibrantes de la energía cósmica.

En su devenir histórico, el ser humano ha desarrollado y aplicado modos de producción y de vida para aprovechar los recursos naturales, procesarlos y transformarlos sin tomar en cuenta que la Tierra y su “instinto de conservación” nos gobierna. Ya lo advertía hace 10 años la Cumbre Antiimperialista y Anticolonial de los pueblos de América Latina cuando afirmó en su manifiesto final del 5 de agosto de 2013 que “La actual crisis del capitalismo es una crisis de múltiples dimensiones: financiera, productiva, climática, alimentaria, energética y político-ideológica; es decir, es una crisis civilizatoria que amenaza la vida del capitalismo como tal, pero también de la humanidad y del planeta. Sin embargo, ante la crisis del capitalismo, y en el marco de acciones desesperadas de revivirlo y fortalecerlo, los gobiernos afines y acólitos del capital y sus imperios promueven más acciones de privatización, de depredación de la Madre Tierra, de destrucción de los derechos sociales, y de saqueo de los recursos naturales”.

Partimos de ideas equívocas sobre nuestra relación con el planeta y a pesar de todos los avances del conocimiento científico y tecnológico, ha sido imposible entender que la Tierra es madre y maestra que determina el destino de todas las formas de vida. El modelo de desarrollo existente y las teorías políticas y económicas que lo sostienen conciben erradamente al planeta como una cosa, un objeto, un bien material de fácil apropiación. Por esa creencia, se supone que tenemos la facultad de aprovechar y destrozar sus recursos naturales, sin importar el futuro de las generaciones por venir.

Frente al desastre que la economía mundial causa a la Tierra, la humanidad entera debe volver la vista a la naturaleza y reivindicarse con ella. Pedirle perdón por la inclemente y sistemática agresión infligida en los últimos 200 años. Reconciliarnos con la madre Tierra reconociendo y respetando sus ciclos naturales es un deber de toda la especie humana, en particular el ser urbano que desconoce cómo se origina la vida en la naturaleza. El ser humano que tiene su hábitat en la civilización del cemento, la cabilla, el plástico, el neón, el asfalto, la computadora, los subterráneos, el rascacielos y el transporte digitalizado, la obsolescencia programada y ahora el Internet de las cosas, ignora que somos parte de la Tierra; que estamos sometidos a sus leyes; que existen ciclos, fases y fenómenos del universo-mundo que deben ser observados y respetados para poder entender sus reglas de juego y disponer de sus recursos en forma armoniosa y sustentable. Ante el desastre climático producido por una errónea relación hombre-tierra, llegó el tiempo de educar para salvar la especie. Una nueva concepción de la Tierra y de nuestras relaciones con ella para que su “instinto de conservación” no nos arrase de su faz.

Ingeniero. Agricultor urbano.

 

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