La Organización Mundial de la Salud define la salud mental como el “estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”[1].
Estado de salud mental que afortunadamente se evidencia mayoritario en las personas, aunque resulte cada vez más preocupante el número de mujeres, hombres, niños y adolescentes que van adentrándose en las patologías médicas más significativas de la postmodernidad avanzada: las enfermedades mentales o, dicho desde una perspectiva ontológica, la que nos permitimos calificar como “enfermedad del alma”.
Dolencia ésta omnicomprensiva, que en su interior alberga múltiples patologías singulares, en las que son habituales la tristeza prolongada, el llanto casi constante, la sensación de cansancio, los cambios de humor, las crisis de ansiedad, la pérdida de la ilusión, el vaciamiento existencial o la inapetencia e insomnio más o menos cronificado. Pudiendo conducir todo ello, en casos extremos, a intentos de suicidio o a suicidios consumados. Datos del Instituto Nacional de Estadística cifran éstos últimos en el año 2021 en 13.382 las mujeres y en 7.130 los hombres[2].
Figurando también España, según informes de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, como el primer país del mundo en el consumo de benzodiacepinas y psicotrópicos en general, por cada 1.000 habitantes.
Hecho este último extremadamente preocupante y que ha justificado estudios específicos del porqué de esta situación. Resaltando entre ellos la investigación empírica efectuada recientemente por la Confederación de Salud Mental y la Mutua Madrileña, donde el 74% de los entrevistados juzgó que ha empeorado nuestra salud mental y el 44,9% declaró enfrentar el actual escenario a futuro con gran inquietud. Sin menospreciar que el 22,8% reconoció convivir con problemas de salud mental, el 18,9% manifestó utilizar psicofármacos y el 26,2% que acudía a los profesionales para ser atendidos en sus necesidades y requerimientos psíquicos[3].
Este estudio resulta tan clarificador, que son reseñables en el mismo importantes conclusiones: 1.- Que una buena o mala salud mental se asocia estrechamente con los contextos familiar y social, 2.- Que las enfermedades mentales afectan más significativamente a las mujeres que a los hombres, 3.- Que la situación de los jóvenes y adolescentes es preocupante (según Unicef, actualmente el 20,8% de los menores entre 10 y 19 años sufre algún problema de salud mental diagnosticado). Además, dicho informe constata que la desigualdad socio-económica, la discriminación sexual, la edad o la identidad sexual son variables coadyuvantes de primer nivel en la expresión de las enfermedades mentales. No en vano, el fenómeno se manifiesta con total crudeza en las personas en situación de “sin hogar”.
La Ley General de Sanidad de 25 de abril de 1986 cerró los hospitales psiquiátricos de España por entender que estos pacientes encontrarían un mejor hábitat en su ámbito familiar. Hecho harto discutible tras constatarse durante este largo periodo de tiempo que cuando no disponen de familia, la rechazan o fallan las redes sociales o de su entorno, estos enfermos acaban en la calle o utilizando los recursos públicos dispuestos para esta población tan excluida. Eso, sin entrar en el arduo análisis de qué es previo: si la enfermedad mental o el vivir a la intemperie. No cabiendo duda que en este sector social sus afectados sufren estrés, ansiedad y apatía, viviendo en alarma permanente que les produce estrés post traumático y un profundo deterioro emocional y cognitivo, conducente, en su caso, al desamparo más descarnado.
Siendo los casos más graves los que mejor asistencia reciben, aplicándoseles normalmente una solución farmacológica, que les posiciona en un escenario que permite trabajar con ellos cuando los fármacos hacen su efecto y el paciente se halla estabilizado. Pero no resultando menos lamentable que los enfermos mentales de menor gravedad, como psicóticos, con trastorno bipolar o con depresiones cronificadas queden fuera de la red asistencial, por no existir suficientes recursos para esta franja intermedia. Recibiendo atención cada uno o tres meses al acudir a sus centros de salud mental. Con el riesgo importante de quedar sin asistencia, cuando abandonan voluntariamente su tratamiento.
Dos grupos de pacientes resultan aquí imprescindibles de referir, para señalar las debilidades de la Sanidad Pública: la esquizofrenia y psicosis, por un lado, y el trastorno límite de la personalidad, por otro.
Los primeros, junto con los afectados por el Síndrome de Wernicke Korsakoff (asociado al alcoholismo), al margen de que supongan discapacidades mentales puras y conocidas, campan por las calles y los bancos de las grandes ciudades con desamparo. Pacientes psiquiátricos en situación de “sin hogar”.
Los segundos siguen siendo los enfermos peor diagnosticados, pese a sus terribles dolencias; las más graves de los trastornos psiquiátricos. Personas que sufren un aislamiento social cuasi completo, que tienen un carácter compulsivo, realizando actos múltiples, (sexuales incluidos), de gran riesgo, y que evidencian enorme hostilidad, impulsividad e irritabilidad. Destacando en su estado de ánimo síntomas de rápidos altibajos emocionales, ansiedad creciente y anquilosante, culpa generalizada autodestructiva, descontento indiscriminado, enfado, soledad o tristeza. Sentimientos acumulativos en absoluto desorden, junto a otros como depresión, euforia, imagen negativa de sí mismos, dependencia amorosa y enfermiza de un ser querido, temor al abandono, megalomanía o narcisismo.
Dicho todo esto, cabe preguntarse qué hacer en orden a la atención general de los enfermos mentales. El Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024, aprobado por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, a propuesta del Ministerio de Sanidad es, sin duda, una muy importante iniciativa, de gran valor en este asunto, por cuanto que su objeto no es otro que mejorar la salud mental, afrontando los efectos de la crisis sanitaria y social generada por la Covid 19 en el contexto de una sociedad hiperindividualista. Incluyendo actuaciones prioritarias en orden a la consecución de las líneas maestras que se recogen en la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (2022-2026). Así: 1.- Autonomía y derecho. 2.- Promoción de la salud mental de la población y prevención de los problemas de salud mental. 3.- Prevención, detección precoz y atención a la conducta suicida. 4.- Atención a las personas con problemas de salud mental basada en el modelo de recuperación en el ámbito sanitario. 5.- Salud mental en la infancia y en la adolescencia. 6.- Atención e intervención familiar. 7.- Coordinación. 8.- Participación de la ciudadanía. 9.- Formación y 10.- Investigación, innovación y conocimiento.
Mientras todo esto llega y se cumple en el sector público, resultan enormemente significativas en el ámbito del Trastorno Límite de la Personalidad las actividades llevadas a cabo desde hace años por instituciones, asociaciones y fundaciones sin ánimo de lucro. Suponiendo un ejemplo paradigmático el de AMAI TLP, Asociación Madrileña de Ayuda e Investigación del Trastorno Límite de la Personalidad. Organización recientemente galardonada por el Consejo General del Poder Judicial, con el premio otorgado por su Foro Justicia y Discapacidad, dada su ingente dedicación a este tipo de enfermos, sus patologías y sus diversas formas de ayuda[4].
Y si del ámbito estrictamente patológico y de cuidado de estos enfermos nos trasladamos al campo amplio de la salud y de su acceso al trabajo, es claro que no puede pensarse en una plena inserción de estas personas en la sociedad, si no se les facilita la consecución de los mecanismos pertinentes.
No cabiendo duda alguna que un eje de la máxima importancia de cara al bienestar y la plena integración de los hombres y mujeres que sufren enfermedades mentales es que desempeñen cualesquiera actividades laborales acordes con sus posibilidades (incluidas las personas en situación de “sin hogar”, en virtud a su estadio de exclusión social). Ahora bien, habríamos de considerar que las condiciones y exigencias requeridas en sus puestos de trabajo bien pueden suponer un riesgo claro para su frágil salud mental. Básicamente: estrés y/o acoso. Aunque no es menos cierto que si acudimos a la Ley 31/1995, de 8 de noviembre, de Prevención de Riesgos Laborales, ello debería obviarse, pues los poderes públicos deben promover actuaciones que conduzcan a la mejora de las condiciones de trabajo para elevar la protección de la salud y la seguridad de todos los trabajadores. Constituyéndose así el empleo como un entorno idóneo para fomentar una buena salud mental entre los involucrados, así como articular las correspondientes medidas en materia preventiva.
Siguiendo, por ello, la Estrategia de Salud Mental 2022-2026, las acciones deben ir dirigidas a la mejora de los espacios laborales desde una triple perspectiva: 1. -Protegiendo la salud mental y reduciendo los factores de riesgo. 2. – Promoviendo la salud mental, desarrollando las cuestiones positivas del trabajo y las potencialidades y capacidades de los trabajadores. 3.- Solucionando los problemas de salud mental, independientemente de su origen y por ello exigiendo que las intervenciones por parte de las empresas deban, consecuentemente, integrarse en una estrategia común de salud y seguridad que incluya la prevención, la detección precoz, el apoyo y la reincorporación o readaptación.
Nada de lo que antecede es ilógico, puesto que la Constitución española, sin distinguir entre destinatarios sanos o pacientes psiquiátricos, reconoce en su artículo 43.1 “El derecho de todos a la protección de la salud”. Añadiendo el artículo 43.2 que “Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios”. Y concluyendo que para ello “la ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto”.
Así debería ser en puridad, por respeto hacia un país valiente que se alejó de la oscuridad, alcanzando la luz y extraordinarios logros en todos estos ámbitos.
Notas:
[1] Véase, https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-health-strengthening-our-response
[2] Véase, https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=7947
[3] Véase, https://www.fundacionmutua.es/documents/informe-salud-mental-espana-2023-bajo.pdf
[4] Véase, https://www.amaitlp.org/estudio-sociologico-tlp/