Manuel Malaver: Primarias y Presidenciales, dos batallas que la oposición busca ganar

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Debo empezar felicitando a los organizadores del evento que el miércoles pasado reunió en el Aula Magna de la Universidad Católica, Andrés Bello, a ocho de los 20 o más candidatos que se han postulado para participar en las elecciones primarias que la oposición democrática venezolana ha convocado para celebrarse el 22 de octubre del año en curso.

Y que no es para cualquier fruslería, sino para que la ciudadanía elija, vía elecciones, quién debe ser el candidato “único” que tendría su apoyo para medirse con el candidato oficialista en las elecciones presidenciales a celebrarse un día de diciembre del próximo año.

De modo que, no puede ser más acertada y original la previsión de tener resuelta a un año del día de la realización de tan importante contienda, un tema tan espinoso para cualquier país como es tener el candidato que, además, tendría el respaldo de toda la oposición, para el día en que debe ponerle fin a la dictadura de Maduro, el cual, ya gobierna durante 13 años, después de “ganar” dos elecciones fraudulentas y preparándose para “ganar” la tercera, porsupuesto si Venezuela y la comunidad internacional lo dejan, pues ya el tirano se autoelijió precandidato, remachó su control del Estado y demás instituciones seudorrepublicanas, pero sobre todo, nombrando generales a granel, presionando al PSUV, el partido oficial y agudizando todas las ventajas que proporciona la ruina, despojo y opresión de una sociedad que es llevada “al límite”, justamente, para obligarla a “elegir” una y otra vez a su verdugo.

Un drama que los países que alguna vez pasaron por las manos de los socialistas conocen muy bien y trataron de resolver a toda costa recurriendo a la violencia o a la ayuda internacional, pero que cuando los marxistas descubrieron -después de perder la “Guerra Fría”- los exponía a ser expulsados por los pueblos oprimidos, enfrentaron haciéndose pasar por “demócratas”, fundando partidos que renunciaban a la violencia y optaban por tomar el poder por la vía electoral, se convirtió en una argucia casi irresoluble para los auténticos demócratas, ya que, de repente, los totalitarios podían salir victoriosos en unas elecciones y, una vez en el poder, ya no eran “demócratas”, sino que se enfocaban en mutilar las instituciones democráticas y, desde el Poder Ejecutivo, que es el que mantiene el monopolio de las armas, ponían fin a la independencia de los poderes y, a través de un sistema electoral trucado, amañado e interferido, establecían lo que hemos llamado la “dictadura electoralista”.

Venezuela fue el primer país en sufrir los estragos de este socialismo “reloaded”, pues instalándose inmediatamente después de caído el “Muro de Berlín” en Sao Paulo en 1991, un grupo de náufragos del “Titanic” marxista, encabezados por Fidel Castro, Lula Da Silva, un enviado de Manuel Marulanda Vélez, alias, “Tiro Fijo”, Raúl Reyes y Daniel Ortega, proclamaron que el “socialismo no había fracasado”, que simplemente el liderazgo ruso encabezado por Gorbachev y Yeltsin se habían plegado al imperiamismo yanqui y habían traicionado la “sagrada causa” de Marx, Enegls, Lenin y Stalin.

Entonces, la salida era reinstaurar el “socialismo” pero no ya en Europa, Asia o África, sino en América Latina, subcontinente donde una ola de dictaduras de militares ultraderechistas dejaba instaladas las condiciones para que los países y partidos que habían ganado la “Guerra Fría” auspiciaran una ola de elecciones democráticas que eran, justamente, por donde se podían infitrar los marxistas “sin macha atrás”.

Pero esta estrategia no hizo falta, porque en Venezuela y sin conexión con el “Foro de Sao Paulo”, un teniente coronel, Hugo Chávez, irrumpió el 4 de febrero de 1992, con una intentona golpista contra el gobierno constitucional y democrático del presidente, Carlos Andrés Pérez, que, aunque fracasó, dejó la impronta que el retorno del socialismo no era por “los votos” sino por “las armas”.

De todas maneras, el rechazo que encontraron los golpistas entre el pueblo venezolano, los partidos democráticos y la comunidad internacional, hizo retroceder a Chávez y sus compinches que tuvieron que pagar tres años de cárcel y ser expulsados del Ejército, si bien, desde su calabozo, vio sorprendido como se convertía en un caudillo popular, toda la izquierda nacional e internacional huérfana de líderes, partidos y esperanzas se cuadró a su lado y, así terminó aceptando la tesis del “Foro de Sao Paulo”, de que el socialismo soviético podía regresar pero no desde las montañas, los cuarteles o las conspiraciones sino desde las urnas y con los votos de la democracia.

Chávez, en efecto, fundó un partido cívico-militar, el “Movimiento V República”, participó en las elecciones presidenciales del 8 de diciembre de 1998 y salió electo presidente de Venezuela, en una vuelta de tuerca que cambió la historia del país, del continente y del globo.

Lo que habría que destacar en los primeros capítulos que siguieron al experimento de convertir al marxismo-leninismo en un social-capitalismo, es que Chávez, ya transformado en ficha del “Foro de Sao Paulo”, simuló que gobernaría democráticamente y respetando las leyes, pero mientras convocaba una “Constituyente”, cuyo resultado fue una nueva “Carta Magna”, donde, se mantenía el espíritu y la letra de la vieja constitución, la del 61, menos en lo tocante al Poder Ejecutivo, que emergía con un “presidencialismo” extremo, con el primer magistrado de la República transformado en un monarca que haría con el resto de las instituciones lo que le vendría en gana.

Sería largo y tedioso por conocidos los intríngulis, marchas y contramarchas, tomas y retomas de esta aventura emprendida desde un país petrolero que, además, del 2004 al 2008, vivió el más grande boom de los precios experimentado por el combustible fósil, y que hizo soñar a Chávez y al “Foro de Sao Paulo” en una nueva “Guerra Fría”, en la conversión de América Latina en la nueva Unión Soviética y su extensión hacia América del Norte, la Unión Europea, Asía y África.

Sueños de milenaristas que a donde condujeron fue a una colosal corrupción, con empresas como la brasileña Odebrecht recibiendo fabulosos contratos que jamás cumplía, creando partidos socialistas que a veces no alcanzaban a tener una veintena de militantes y tomando posiciones en países como Brasil, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Argentina en los cuales Chávez emergió como un Marx reencarnado.

Pero Chávez murió de un cáncer de pelvis en el 2013 y lo sustituyó un nuevo dictador, Maduro, el boom de los precios del crudo duró hasta el 2008, los países y pueblos tomados por el socialismo percibieron que los habían convertido en un reguero de obras inconclusas -cuando no de chatarra- y poco a poco fueron girando hacia la democracia o hacia otras versión del socialismo.

Todos menos Venezuela, que cumplió recientemente 24 años de dominio castrochavista, con una dictadura corrupta, incompetente y contumaz, que ha logrado resistir todos los planes de la oposición para derrocarla y en el peor momento de su estabilidad, ya que es rechazada por el 80 por ciento de los venezolanos y acusada por “crímenes de Lesa Humanidad” en el Corte Penal Internacional de La Haya, ve ahora como la oposición vuelve a unirse para intentar ponerle fin a la pesadilla.

@MMalaverM

 

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