Rafael Ramírez: ¿Dónde está Tareck El Aissami ?

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Esta pregunta que todo el país se hace, atormenta y saca de sus cabales a los voceros del madurismo, quienes, en evidente complicidad y siguiendo la lógica del PSUV, de que “aquí se hace lo que maduro diga” , ocultan y protegen a uno de los jerarcas del madurismo, a la vez que defienden sus propios intereses. El gobierno con su silencio apuesta a que un pueblo desesperado por todo tipo de carencias, olvide rápidamente uno de los escándalos más grandes de la historia del país y que repercute de manera directa en su ya menguada calidad de vida.   

Hace ya más de 100 días que Tareck El Aissami “renunció” a su cargo de ministro de petróleo y de todopoderoso de PDVSA; lo obligaron a hacerlo, luego que perdiera la partida con los distintos grupos de poder interno del madurismo y saliera a la luz, el robo más grande jamás ocurrido en el país; y, por cierto, en la industria petrolera internacional, como lo es,  la desaparición entre 2020-2022 de 25 mil millones de dólares en petróleo, que los operadores y testaferros de los jerarcas del madurismo, se llevaron de PDVSA.

Este dinero,  perteneciente a todos los venezolanos, fue a parar a sus cuentas en el exterior y es lo que ha convertido a esa nueva élite que surgió con el madurismo en dueños de medio país, donde exhiben sin vergüenza alguna, su opulencia, con sus carros y restaurantes de lujo, sus bingos, hoteles y villas exclusivas, en  parques nacionales, mientras la inmensa mayoría del pueblo está en la pobreza, es decir, el “milagro” del madurismo.

El cinismo y complicidad de los jerarcas del gobierno, se expresa en su inocultable silencio. Nadie dice nada, todos callan y evaden su responsabilidad; desde el fiscal sicario, tan dado al show y al escándalo, que no emite pero ni una palabra al respecto, pasando por la plana mayor del PSUV y sus programas de odio, el presidente de la Asamblea Nacional y sus discursos de galería; y, por supuesto, por el mismo nicolás maduro y sus arrebatos repulsivos.

El madurismo juega a cuadro cerrado con los suyos, hagan lo que hagan, la impunidad es la regla, es su ética, es su naturaleza.

De vez en cuando, hablan los payasos del circo, los defensores más acérrimos del paquetazo anti obrero de maduro, insultando al chavismo verdadero, a Chávez y sus Ministros, tratando de evadir la pregunta incómoda sobre el paradero de Tareck El Aissami. No respondo a los payasos, no voy a caer en la cloaca de la política con p minúscula, lo que sí puedo decir, es que el pueblo venezolano no les cree y está cansado de tanta “cara e tablismo” de estos impresentables y eso es lo que se expresará de manera abrumadora, tan pronto los ciudadanos tengan la posibilidad de expresarse políticamente, de ejercer su derecho al voto. El madurismo será barrido del poder.

El caso de Tareck El Aissami es muy grave, no sólo por sus dimensiones, sino también por las consecuencias que ha tenido sobre el país, al escamotear al pueblo –víctima de la peor crisis de nuestra historia– los recursos indispensables, urgentes. Se llevaron, nada más y nada menos que, 25 mil millones de dólares, equivalentes al ingreso petrolero de Colombia de todo un año; o, en términos más sencillos, correspondiente a 5 mil ochocientos catorce millones de veces el salario mínimo o las pensiones de los venezolanos. Este monto “perdido” es  equiparable al 30% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, al PIB de Trinidad y Tobago, mayor al PIB de Nicaragua, Jamaica y Haití e igual al PIB sumado de 10 países de El Caribe.

Pero el caso de Tareck El Aissami es otra cara de la pésima gestión del gobierno al frente de PDVSA. No sólo han sido incapaces de conducir nuestra industria petrolera, llevándola al colapso operacional, sino que, dilapidan o se apropian de los recursos que aún ésta genera, a pesar de los niveles mínimos de producción en los que se encuentra.

Es decir, destruyeron PDVSA, entregaron el petróleo a las transnacionales y sus operadores grupales; y, además, desvían los ingresos petroleros para su propio beneficio, dejando al pueblo en la miseria.

El último Reporte de la OPEP emitido el pasado 13 de julio, indica que la producción de petróleo de Venezuela, se encuentra en 767 mil barriles día de petróleo. Muy lejos de las promesas del gobierno y 2,23 millones de barriles día de petróleo por debajo de nuestra producción de 3 millones de barriles al día del año 2013.

Pero como si ésto no fuera suficientemente grave, de esos 767 mil barriles día de petróleo que se producen,120 mil barriles día de ellos, se los lleva la Chevron sin pagar impuestos ni regalías de acuerdo con los términos y condiciones establecidos en la licencia de la OFAC norteamericana y que el gobierno de maduro aceptó expresamente, violando la Ley Orgánica de Hidrocarburos.

Lo increíble a la vez que ésto sucede con la anuencia del gobierno, maduro mantiene un doble discurso de “indignación” por las licencias norteamericanas, cuando lo verdaderamente repugnante, es que su gobierno las acepte y las coloque por encima de nuestra Constitución y las leyes.

Más allá del petróleo, esta conducta del gobierno se repite en todos los escenarios y ámbitos del país; así ha sucedido con la economía, que ha sufrido una caída acumulada de más del 80% en este período; igual, con el salario mínimo, que se ubica hoy en 4,3 dólares mensuales, el más bajo del hemisferio; los mismo, con las empresas del Estado, rematadas y paralizadas; también con el desastre ambiental, el gigantesco crimen ecológico del Arco Minero.

Aspectos tan importantes para el futuro del país, como la Soberanía sobre el Territorio Esequibo, han sido dejados a la improvisación y a los cálculos políticos del gobierno; en sus narices, las transnacionales petroleras, producen hoy en Guyana 400 mil barriles día de petróleo, que se encuentran justamente en aguas del territorio reclamado históricamente por Venezuela; así, además del petróleo, perdemos nuestra salida a la fachada Atlántica.

Es por ello que sostenemos la necesidad de un cambio político, como algo urgente. No se trata solo de que salga maduro de la Presidencia, se trata es de cambiar a todo el gobierno, y el sistema ilegal de relaciones e intrincados intereses que han asaltado el poder y las instituciones, llevando al país al abismo.

Se trata de sacar del poder a todo el madurismo, no de cambiar una figura por otra, debemos actuar radicalmente para restablecer el Hilo Constitucional y la Soberanía, volver a la Constitución y las leyes, al Estado de Derecho, al respeto de las plenas garantías de los ciudadanos, sobre todo, sus Derechos Humanos, restablecer la Democracia Participativa y Protagónica, donde el pueblo, el poder originario,  sea soberano en el manejo de los asuntos del país.

El país se mueve entre distintas opciones políticas, para salir de este desastre; lo que está claro es que todos queremos un verdadero cambio político, es urgente. No se trata de retroceder a una situación peor que la actual, ni de perder las pocas conquistas que aún existen aunque sea en el papel, se trata de avanzar hacia el futuro, hacia el País Posible.

En esta situación de desastre nacional, de emergencia, se impone dejar atrás el sectarismo y la intolerancia, desechar el escenario de la revancha y la aniquilación del contrario, hay que pensar en nuestro pueblo, hay que pensar en el país.

Todo el accionar y las propuestas políticas deben estar en el marco de la Constitución, respetando sus postulados  íntegramente, ésto va, desde la elección directa, universal y secreta, pasando por el artículo 350, hasta la reserva del Estado sobre el petróleo. El cambio político debe producirse en el marco de la Constitución, de sus postulados, de manera integral, pues ella es la Carta Magna, legítima, patrimonio de todos los venezolanos. No puede ser usada, violada o desaplicada, como hace el madurismo, a conveniencia.

Hemos propuesto, desde hace varios años, la conformación de una Junta Patriótica, donde confluyan todos los sectores populares y factores políticos patriotas, que estemos de acuerdo en los planteamientos fundamentales hechos en nuestro artículo anterior denominado “El país posible”, un marco programático que permita sostener en el tiempo la inmensa tarea por delante de reconstruir el país, conquistar la gobernabilidad y conducción del Estado, a la vez que se restablece toda nuestra institucionalidad, y ordenamiento constitucional y legal.

De no ser así, el país va a quedar nuevamente prisionero del escenario confrontacional, con un pueblo desmovilizado, donde el madurismo tiene todas las de ganar, porque ha demostrado ser capaz de utilizar los instrumentos del poder para su propio beneficio.

El espectro político del país, tiene que dejar atrás su miopía y pequeños intereses y entender que más allá de su propia esfera de influencia o pensamiento, existe todo un país, incluidos los más de 7 millones que nos hemos visto obligados a dejar la patria, un país de jóvenes, un país traumado, un pueblo resignado y desesperado, que merece una vida digna y un futuro mejor.

El Chavismo y las fuerzas bolivarianas deben salir de su pasividad y conformismo, dejar atrás el miedo y la desesperanza para salir a defender las importantes conquistas políticas, económicas y sociales alcanzadas durante el gobierno del presidente Chavez, porque sino todas ellas serán aniquiladas por el madurismo, o se perderán en una oleada de restauración reaccionaria cuando éste se desmorone como un castillo de arena.

Nosotros no ocultamos nuestro pensamiento político, somos chavistas, bolivarianos, reivindicamos el Plan de la Patria, no se trata de renunciar a los principios para construir una unidad nacional, capaz de derrotar al madurismo, hay que superar ese chantaje.

Lo hemos dicho insistentemente, el madurismo no es chavismo. Al contrario, el madurismo es anti chavista, anti obrero, anti popular, anti patria. Todos los factores políticos y sociales –incluido el Chavismo– deben entender este elemento clave y que cada quien asuma su responsabilidad histórica y se coloquen en la suficiente altura política para construir una propuesta política que sea capaz de movilizar a todo el pueblo, para que éste vuelva a ser el protagonista y el centro de la acción política del país.

 

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